El agustino recoleto Alfonso Gallegos, camino a los altares y declarado venerable por el papa Francisco, recibió así su episcopado: como un honor concedido no a él, sino al pueblo católico hispano, y un compromiso de servicio para con una Iglesia en la que el peso hispano era cada vez mayor.
Cuando el agustino recoleto Alfonso Gallegos (1931-1991) fue nombrado obispo en 1981, era director de Asuntos Hispanos de la Conferencia Episcopal de California, un estado que además de tener un gran porcentaje de población hispana (39,4%) y ser frontera con México, cuenta con un gran número de migrantes no documentados. Se calcula que cerca de la mitad de los trabajadores del sector primario en California son hispanos sin permiso legal de residencia.
El 1 de septiembre de 1981, cuando la noticia sale a la luz pero aún no ha sido consagrado obispo (lo sería el 4 de noviembre), Gallegos ofrece una rueda de prensa para presentarse en sociedad. Aunque fuese conocido en los ámbitos eclesiásticos, su nuevo cargo trascendía a la propia comunidad católica y convoca a la prensa.
Llama la atención lo consciente que es Gallegos de la importancia que ha tomado la presencia hispana en de la Iglesia estadounidense. Si durante la primera mitad del siglo XX la mayor parte de los católicos tenían ascendencia irlandesa o italiana, lo que se reflejaba en la identidad de los obispos, considera su nombramiento episcopal un reconocimiento directo a ese nuevo fuljo de católicos hispanos.
Esta realidad esta tendencia, que Gallegos sabe identificar en aquel 1981, se ha acelerado con el tiempo. Hoy los hispanos están presentes en todas las Diócesis en Estados Unidos, y más del 20% de las parroquias católicas tienen ministerio hispano específico.
Gallegos fue pionero al promover los Asuntos Hispanos. Hoy, más del 80% de todas las Diócesis de Estados Unidos tienen personal diocesano que coordina el ministerio hispano. ¿Motivo? Más de las dos terceras partes (el 68%) de todos los hispanos en Estados Unidos se consideran católicos.
De hecho, los hispanos constituyen hoy más del 35% de todos los católicos en Estados Unidos y desde 1960 han sido artífices del 71% del crecimiento de la Iglesia Católica en el país. Por ejemplo, actualmente el 15% de los nuevos sacerdotes ordenados son de ascendencia hispana.
Se proyecta que para el año 2050 la población hispana en Estados Unidos superará los 132,8 millones de personas; y ahora mismo más de 40 millones de personas hablan nativamente el español dentro de Estados Unidos.
Estas fueron las palabras del venerable obispo Gallegos en aquella rueda de prensa:
“Estoy profundamente conmovido esta mañana con el anuncio de mi nombramiento como obispo auxiliar de la Diócesis de Sacramento. Deseo expresar mi agradecimiento a Su Santidad Juan Pablo II por la confianza que ha depositado en mí al nombrarme para este alto cargo de Obispo. Haré todo lo posible para ser digno de él.
Al obispo Francis A. Quinn, a los sacerdotes, religiosos y laicos, les pido oraciones para cumplir con sus expectativas de lo que debe ser un obispo y ser la mejor ayuda para el obispo Quinn en su amor y servicio a la gente de Sacramento.
Para mis hermanos y hermanas hispanos, este honor que se me otorga es verdaderamente un honor otorgado a la comunidad Hispana. Hace unos dos años llegué a Sacramento para asumir mis funciones como director de la División de Asuntos Hispanos de la Conferencia Católica de California. Es mi deseo continuar mi participación con nuestra comunidad en un espíritu de unidad e interés. Les pido sus oraciones y aliento en mi esfuerzo por ayudar a nuestra gente.
La iglesia permanecerá joven sólo si continúa avanzando. Por este motivo pido la mano amiga de los jóvenes de la diócesis. Con su entusiasmo, ideas y novedad de vida, la iglesia puede encontrar un nuevo significado para satisfacer las necesidades de todos los jóvenes de la diócesis. Me gustaría mucho ser obispo de la juventud y para la juventud.
A mis Agustinos Recoletos padres y hermanos, expreso mi cariño y agradecimiento. Comparto con ustedes este momento y expreso las palabras de San Agustín: “Sobre todas las cosas, amemos a Dios y a nuestro prójimo, porque este es el precepto principal que nos ha dado Dios mismo”.