XX Domingo del Tiempo Ordinario: Dejarse enseñar

Is 56,1.6-7: A los extranjeros los traeré a mi monte santo. Sal 66,2-3.5.6.8: Oh Dios, que te alaben los pueblos, que todos los pueblos te alaben. Rm 11,13-15.29-32: Los dones y la llamada de Dios son irrevocables para Israel. Cf. Mt 4,23: Aleluya, aleluya, aleluya. Mt 15,21-28: Mujer, qué grande es tu fe.

Por Rafael Mediavilla, agustino recoleto. Valladolid, España.

Hay muchos modos de leer el evangelio: el exegeta que escudriña el significado de las palabras, el literato que relaciona los textos y establece la estructura del conjunto, el teólogo que descubre la doctrina del mensaje, el creyente que entra en diálogo con el texto y con Jesús… Cuando cada uno de ellos pone por escrito su reflexión, su comentario o los efectos que les produce la lectura, se convierten en traductores o intérpretes.

Espigar en sus escritos nos puede ayudar a destacar elementos llenos de interés:

  • El término “cananea” en el tiempo de Jesús era ya un término obsoleto, anticuado, para designar a los habitantes de una región. Su uso se mantenía porque aparecía en la misma Biblia y de ella conservaba su calificación negativa, de tal modo que representaba a los contrarios a la fe de Israel, los idólatras, los tentadores con los que no hay que entrar en contacto.
  • El bloque de textos en el que está incluido este relato en Mateo forman parte de la sección que trascurre desde el discurso en parábolas al discurso comunitario. Hay una progresiva dedicación de Jesús a sus discípulos al mismo tiempo que un rechazo de la identidad de Jesús de los que no aceptan ni su persona ni su discurso (fariseos, escribas y saduceos).
  • Cada una de las escenas son destellos de la formación que Jesús procura a sus discípulos: colaboradores en la multiplicación (Mt 14, 15-19), desafiados ante la adversidad y el peligro (Mt 14, 26-32), confesores de su identidad como Hijo de Dios (Mt 14, 33), oyentes de su explicación (Mt 15, 15-20) y es importante esta perspectiva para comprender la escena que se ubica en Tiro y Sidón.

Esta escena ha sido inspiradora de una riqueza especial sobre Jesús y su enseñanza. Está recogido en ella el gran cambio que experimenta aquel grupo de discípulos de Jesús, todos judíos, que en las comunidades, como en la de Antioquía, se abren para recibir entre ellos a los gentiles, incluso a los más distantes (como los cananeos). Es también luz para comprender la libertad de Jesús para tratar, dialogar, interactuar con una mujer, que se convierte por un momento en maestra capaz de enseñar.

Es importante darse cuenta de que el fundamento de la argumentación de la mujer, lo que desarma y convence a Jesús, nace de lo que le ha movido a pedirle el milagro. Muchos se acercaron a Jesús para pedirle una actuación extraordinaria en su favor: sáname, ten compasión de mi, etc. En este caso se trata de pedir para otro, para aquel o aquella a quien se ama. Caso semejante al del centurión (Mt 8, 5-13) en el que también es gentil el que pide. Un amor que entendemos que es apasionado y grande: el amor de una madre. Podemos decir que el amor de madre le ha dado a aquella mujer sabiduría para convencer a Jesús.

Los discípulos que han intervenido en la escena y son testigos de lo que sucede están llamados a entender que el discípulo no podrá enseñar verdaderamente si no ama.

Pero aún hay una enseñanza más y, quizás, muy importante para los discípulos de Jesús de hoy. Jesús se deja enseñar por una mujer, y por una mujer “cananea”. No pretende defender a toda costa que Él es que tiene la “verdad” sino que se abre al diálogo con el otro para aprender. Esta enseñanza se debilita si, angustiados por defender la grandeza de Jesús, ponemos el acento en decir que Jesús dice a sus discípulos “Sólo me han enviado a las ovejas descarriadas de Israel”, para ponerlos a prueba, pero que Él estaba muy convencido de la apertura a los gentiles. En el texto de Mateo no encontramos esa pretensión. Jesús aprende escuchando a la cananea.

Añado a las lecturas que enumeraba al principio de este comentario una más: Hay quien sirviéndose de todo lo que aportan aquellas se atreve a reconstruir un relato y ampliarlo. Es lo que hace Dolores Aleixandre. Entonces el nuevo relato desentraña emociones escondidas, interpelaciones discretamente ocultas, sabiduría de corazón. Por eso para iluminar el relato evangélico de este domingo recomiendo la lectura de su reflexión titulada: “El diálogo de Jesús y la mujer cananea”, fácil de localizar en el mundo de internet.