El breviario es el libro de rezos que usan los sacerdotes y religiosos. Es de formato reducido, manual, dado que lo deben llevar siempre encima. Pero no siempre ha existido, o no se ha usado en todos los ambientes.
En concreto, el Silencioso –como le llamaban a fray Ezequiel Morenoen Marcilla– no usaba breviario; allí no lo había. En el convento de Marcilla se conservan los cantorales que se utilizaban en el rezo coral durante el tiempo en que él estudiaba teología (1866-1869).
Se trata de volúmenes enormes –78 x 56 cm y una veintena de kilos–, que reúnen cientos de páginas escritas en grandes caracteres, que permiten leer a distancia. Se colocaban en el centro del coro sobre un enorme atril o facistol, y en él iban leyendo al unísono todos los religiosos. Uno de los ellos, el llamado “plantón”, de pie junto al facistol, se encargaba de ir pasando las páginas.
Son libros manuscritos, a varias tintas y decorados. Libros costosos, por el trabajo que suponían y el material de que se hacían, que era pergamino, piel de vitela bien pulida. Las cubiertas son auténticas tablas forradas de cuero y reforzadas con herrajes y remaches.
Libros como éste los escribían amanuenses profesionales, en este caso fray Domingo Estívariz, fraile dominico bien conocido en Navarra y alrededores. Se los había encargado el rector del entonces llamado Colegio de Marcilla, fray Sabas Tejero (1822-1872). Son dos volúmenes, ambos fechados en Pamplona el año 1868. Contienen los salmos y antífonas correspondientes al rezo nocturno de maitines y al oficio diurno.