Día grande. Día muy grande para la Recolección Agustiniana el 29 de julio en el convento noviciado de Monteagudo, en Navarra (España). Día tan grande que quienes desayunaron en el convento disfrutaron de unos deliciosos churros con chocolate a primera hora de la mañana.
Desde todos los puntos del orbe –América, Asia y Europa– y de las cuatro Provincias de la Orden –San Nicolás de Tolentino, Santo Tomás de Villanueva, Nuestra Señora de la Candelaria y San Ezequiel Moreno–, se fueron reuniendo en Monteagudo religiosos agustinos recoletos: los jóvenes que de diferentes países del mundo acaban de llegar a Monteagudo para iniciar su noviciado en breve, los profesos simples con residencia en Las Rozas y en la calle Orfeo de Madrid, los profesos simples en su mes y medio largo de preparación para emitir en breve la profesión solemne y algunas religiosas Misioneras Agustinas Recoletas (MAR) de su convento de Monteagudo.
La ocasión lo merecía. Once jóvenes de las provincias agustino-recoletas de San Nicolás de Tolentino y de Santo Tomás de Villanueva, provenientes de Argentina, Brasil, Costa Rica, México, Perú y Venezuela, iban a realizar su consagración religiosa a Dios por medio de los tres votos de pobreza, castidad y obediencia, después de un año de experiencia y convivencia religiosa en el noviciado.
A las 5 de la tarde, como todos los grandes acontecimientos, en la basílica de Nuestra Señora del Camino, dio inicio la procesión encabezada por los acólitos con la cruz, el incensario y los ciriales, y seguidos por los profesos simples, los novicios, los concelebrantes y el presidente de la eucaristía, monseñor Carlos María Domínguez, obispo agustino recoleto de San Rafael (Argentina), acompañado en la sede por el prior general, fray Miguel Ángel Hernández Domínguez, por el prior provincial de San Nicolás de Tolentino, fray Carlos González Castellanos, por el prior provincial de Santo Tomás de Villanueva, fray Francisco Javier Tello Vegas, por el prior de la comunidad del noviciado, fray Francisco Javier Jiménez García-Villoslada y por el maestro de novicios, fray Carlito Gomes do Nascimento Fernandes. Unos cuarenta religiosos sacerdotes agustinos recoletos de diversos países concelebraron también la Eucaristía. Justo enfrente al presbiterio, haciendo una media luna, los once jóvenes candidatos a realizar su profesión simple.
Una vez proclamado el evangelio, el prior general desgranó su homilía centrándose en las lecturas dominicales que, como él mismo dijo, podían haber sido escogidas por los novicios para la ocasión. Del ejemplo de Salomón resaltó la docilidad, el desprendimiento y la humildad a imitación de aquel quien sólo pidió sabiduría a Dios para ejercer su reinado. Del evangelio, invitó a los presentes a descubrir a Jesús como el tesoro y la perla preciosa, lo cual significa arriesgarnos a entregar todo por conseguirlo. Jesús, continuó, seduce e invita a dejarlo todo por él, pero dejarlo con alegría.
Centrándose en los novicios, les recordó que Cristo tiene que ser su pasión, su tesoro, su perla preciosa o, de lo contrario, en nada quedará su vida religiosa; los animó a ser audaces y capaces de apostar todo, al igual que el mercader, por Jesús. Concluyó su homilía diciendo directamente a los novicios que los necesitábamos, los queríamos y les agradecíamos su sí a Jesús.
La ceremonia propiamente en sí comenzó con la consagración a Dios de los novicios por medio de la lectura de su profesión religiosa, la firma de la misma y la aceptación en la Orden por el prior general. Continuó con la entrega del hábito, junto con la capilla y la correa -que se pusieron en la misma iglesia-, y la Reglay las Constituciones de la Orden. Una vez realizado este rito, uno a uno, con la aceptación individual del prior general, fue leyendo, de rodillas ante el presidente de la celebración, y firmando en la mesa del altar, su consagración temporal a Dios.
Momentos especialmente emotivos fueron el abrazo de acogidaen la Orden de los neoprofesos por parte de todos los religiosos presentes, que ocupaban todo el perímetro del templo, y el canto final de la Salve y el Joseph, que tradicionalmente se canta todos los sábados en las comunidades recoletas.
Una vez finalizada la celebración religiosa, todos los presentes, incluido un grupo de laicos amigos de los religiosos, se reunieron en los pasillos del claustro del convento noviciado para degustar un alegre y festivo vino español. Momento propicio para compartir experiencias interprovinciales y vivencias de los diferentes países donde cada uno de ellos lleva a cabo el ejercicio de su ministerio pastoral. Una vez finalizado el vino español, a excepción de los miembros de la comunidad religiosa de Monteagudo y de los jóvenes que en breve van a comenzar su experiencia del noviciado, cada religioso fue desfilando para su lugar de partida.
Enhorabuena a los once jóvenes que, en medio de este mundo marcado fundamentalmente por el materialismo y la falta de compromisos, decidieron dar un paso al frente y consagrar su vida a Dios para lo que éste les pida a través de sus superiores mayores; en primer lugar e inmediatamente, una experiencia de al menos cuatro años dedicada fundamentalmente a los estudios teológicos.