Río Branco es una Diócesis brasileña del estado de Acre, que tiene una extensión de 105.000 kilómetros cuadrados. Su actual obispo, monseñor Joaquín Pertíñez Fernández, fue nombrado obispo de esta Diócesis en 1999. Durante 24 años ha pastoreado esta porción de la Iglesia de Dios, lo que le ha permitido conocer bien la idiosincrasia del pueblo al que presta sus servicios pastorales.
Joaquín Pertíñez, granadino de Monachil, una vez ordenado sacerdote en 1978, se dedicó a la labor formativa en el colegio-seminario de Lodosa (Navarra, España) durante diez años. En 1988 cambia por completo el ritmo de su vida al ir a la misión de Lábrea, Amazonas, Brasil, donde permaneció durante otros diez años. Antes de cumplir el año residiendo en el seminario-postulantado San Ezequiel Moreno de Pozos de Santa Ana (San José de Costa Rica), en febrero de 1999 fue nombrado obispo de Río Branco, Acre, Brasil, y ordenado obispo en esta misma ciudad el 30 de mayo de 1999.
Este obispo recoleto, como tantos otros religiosos y obispos que ejercen su ministerio en territorios misionales, llegó a España en los primeros días de mayo para, entre otras cosas, hacerse un chequeo de su salud. Hemos contactado con él interesados por conocer algo de su extensa Diócesis, ubicada en la Amazonia brasileña colindante con Bolivia y Perú.
Pertíñez no ha mostrado reserva alguna ante las más de veinte preguntas que le hemos planteado, preguntas que se extienden a todos los ámbitos de la vida de una Diócesis y, en último término, de un pueblo: preguntas sobre la situación socioeconómica de la zona, movimientos eclesiales más dinámicos, apostolado de los laicos, el problema de los grupos “evangélicos”, problemas pastorales más importantes.
Preguntado el obispo sobre la problemática social de la Diócesis y de la región, además de diseñar un cuadro realista, ha informado de la labor social y educativa extraordinaria que realiza y gestiona la Diócesis.
Un núcleo de preguntas gira en torno a las vocaciones, el seminario y el clero. Monseñor Joaquín siempre ha tenido una sensibilidad especial en este campo y percibe que, sin un clero bien formado, la Iglesia y la pastoral no puede funcionar bien. Manifiesta su contento porque cuenta con unos 50 sacerdotes -mitad religiosos y mitad diocesanos- y en los dos seminarios, menor y mayor, hay seminaristas (en el mayor, dieciséis, que cursan la Filosofía y la Teología). Respecto a la formación que reciben también se siente satisfecho, aunque reconoce que siempre puede mejorar.
Explicita el señor obispo que la escasez de clérigos y laicos bien formados facilita la labor proselitista de los “evangélicos”, algo que le duele profundamente.
Una batería de preguntas rompe los límites de la Iglesia diocesana y versan sobre el Sínodo sobre la Amazonia, en el que participó activamente, y el documento papal Querida Amazonia, y su influencia en la Diócesis de Río Branco.
Como Brasil tiene una extensión continental, puede y debe hablarse de varios Brasiles en todos los órdenes: económico, social, cultural y por supuesto religioso. Describe con claridad los caracteres de la Iglesia amazónica, diferentes de los de la Iglesia del Sur de Brasil, y responde con franqueza, de forma políticamente incorrecta, sobre el olvido en que ha estado, incluso está, la Iglesia amazónica. Dos son las deficiencias más graves: la económica, incluso con dificultades para mantener los seminarios, y la falta de sacerdotes que estén dispuestos a ejercer el ministerio sacerdotal en el Amazonas.
En su mensaje final, muy breve, de saludo a los oyentes de esta grabación, comienza manifestando su deseo de “que sientan todos que somos Iglesia”, y de forma sencilla continúa su locución.