La cultura de un pueblo siempre encierra sorpresas para un visitante, de ahí que haya una extensa bibliografía sobre relatos de viajes contados como experiencias personales y que ejercen un atractivo especial para el lector. El agustino recoleto Enrique Eguiarte visitó Kenia del 25 de enero al 10 de febrero y nos ofrece las vivencias de este viaje y de su estancia en el país africano.
En el monasterio de Nuestra Señora de la Consolación
Al día siguiente tuve la misa por la mañana con las monjas en la hermosa iglesia del monasterio, construida con buenos materiales y con mucho gusto. La titular de este monasterio es Nuestra Señora de la Consolación, advocación mariana de larga tradición agustino-recoleta. En la misa de nuevo los cantos en suajili me trasladaron al “Rey León”. Me llamó mucho la atención que la poca gente que venía todos los días no solo se sabía de memoria los cantos -esto sucede en todas las parroquias del mundo-, sino que sabían cantar la canción con su propio timbre de voz. De este modo, las monjas entonaban una canción y ellas cantaban la parte de las sopranos y contraltos, y los varones presentes cantaban la parte de los barítonos y los bajos. Unas voces muy bien timbradas y afinadas: ¡Verdaderamente un concierto polifónico!
Después de la misa conocí a las religiosas que formaban parte de la comunidad. La priora sor María José Vila, la maestra de novicias, sor Judith, una profesa solemne, sor Victoria, una profesa simple, sor Josefina. Había cinco postulantes que se convertirían esa misma tarde en novicias, y dos aspirantes. El convento está muy bien hecho, y tiene un hermoso claustro.
Como he dicho, esa misma tarde, como era día 2 de febrero, día de la vida consagrada, tuvimos el rito de la admisión de las cinco postulantes como novicias. Hicimos una celebración sencilla y familiar, pero no por ello menos emotiva y profunda. Después de lo que indica el ritual de las monjas agustinas recoletas, les dirigí la palabra a las nuevas novicias, resaltando los puntos esenciales de la vida agustino-recoleta. Ellas posteriormente se fueron a cambiar, y volvieron ya vestidas como novicias. Los nombres de las cinco nuevas novicias son: sor Lucy, sor Catherine, sor Winfred, sor Mary y sor Teresia. Algunas de ellas proceden de la ciudad de Machakos, que está relativamente cerca de Wote, y donde se encuentra el obispo de la Diócesis a la que pertenece el monasterio. Después del rito tuvimos un compartir fraterno.
Al día siguiente empezamos la jornada con la Eucaristía y con el correspondiente concierto polifónico del “Rey León”. Después del desayuno comenzamos los ejercicios espirituales, 3-9 de febrero. De nuevo aproveché los materiales que había llevado de Roma, las fotocopias en inglés para cada una de las religiosas y aspirantes. De este modo me podrían seguir mejor durante las charlas, y así también los materiales se les quedarían para ellas con el fin de que los siguieran meditando a lo largo del año. Las charlas las teníamos en la capilla, y yo me acordaba del calor de Lodwar. Aquí estábamos muy frescos en la capilla, pues el clima de Wote es excelente.
Después de las charlas me quedaba en una oficina, por si acaso alguna religiosa quería confesarse o charlar. Y el que nunca faltaba, no para confesarse, sino para que le diera algo de comer o para jugar, era “Bombo”, el cachorro que tenían las monjas. Y no he dicho que las monjas de Wote entre otros medios para subsistir crían perros de raza para venderlos posteriormente como perros para cuidar casas o negocios. De hecho, mi amigo “Bombo” ya había sido vendido, pero todavía no habían pasado a recogerlo, por lo que pude disfrutar de su compañía durante los días de mi estancia en Wote.
Visita a las instalaciones
Uno de los días de los ejercicios me llevaron a conocer las instalaciones del monasterio, la vaquería, donde estaba la vaca lechera “Manuela”, las gallinas, los cerdos, los conejos, así como la huerta del monasterio. Pude ver también el lugar en donde tienen a los perros que crían para vender. La flora que rodea el convento no tiene nada que ver con Lodwar. Se trata de un terreno de bosque selvático. De hecho, junto al convento se pueden ver amplios parajes verdes, y muy cerca del monasterio hay algunos lugares privados para ver la fauna típica de Kenia, leones, jirafas, elefantes, etc. El paisaje de Wote es mucho más el paisaje clásico de Kenia que todos tenemos en nuestra propia imaginación.
En la huerta del monasterio había varios árboles de mango y naranjos. Sobre todo, los mangos tenían un excelente sabor. En vista de que las hermanas tienen un buen pozo y un excelente filtro de agua, muchas personas de los alrededores acuden todo el día al convento a pedir agua. He mencionado que el gran problema de África y de Kenia es el agua; aquí se vive este problema de igual manera, aunque las familias que viven cerca del monasterio lo tienen arreglado, ya que pueden acudir todos los días al monasterio para abastecerse del líquido elemento.
Parroquia de Wote
Aunque Wote es una población grande y tiene un mercado importante, ya que es la ciudad más importante de los alrededores, tiene solo una Parroquia que atienden cinco sacerdotes seculares.
Llegado el domingo, fui a la parroquia. Aquí me tocó primero una misa en suajili. De nuevo, como ya lo he contado, todo estuvo marcado por el canto y el baile. Después de la comunión, el párroco me invitó a decir unas palabras. Hablé en inglés y un intérprete fue traduciendo lo que decía al suajili. Después de esta misa el párroco insistió que fuera a otra misa en una aldea que dependía de la Parroquia. Yo acepté, y un conductor me llevó a esa aldea, a unos quince kilómetros de Wote. Recorrimos unos diez kilómetros por carretera asfaltada y otros cinco de terracería.
La misa fue en una aldea llamada Mumbuni. Aquí el encargado de la capilla es el catequista de la aldea. Al llegar el sacerdote con el que iba, se puso a confesar en el dialecto propio de la gente de la aldea. Yo me ofrecí a confesar en inglés a los que quisieran. Y es verdad que no confesé a tantas personas como él. Terminadas las confesiones comenzamos la misa. En este caso hubo menos cantos y menos baile, pues había pocas personas, unas cincuenta, pero a pesar de ello, la animación no decayó.
Acabada la misa, me hice fotos con las personas y después emprendimos el viaje de regreso a Wote. Me llamó la atención la tierra de color rojizo de esta zona de Kenia. En el camino de terracería hacia la carretera, pasamos por algunas aldeas más pequeñas que Mumbuni. Todo ello me recordaba la sierra Gorda de Querétaro, donde iba de misiones con los alumnos del Colegio Fray Luis de León todos los años, en donde hay muchas aldehuelas cercanas a pueblos un poco más grandes y todas están unidas por carreteras rudimentarias de terracería.
Al llegar a Wote fuimos a la parroquia, ya que los sacerdotes diocesanos me habían invitado a comer con ellos. Estuve comiendo con dos de ellos y dos religiosas que les ayudan en la catequesis. Nos dieron de comer posiblemente el plato más típico de esta zona de Kenia, sopa de arroz con carne de cabrito. Todo ello acompañado de chapati, que son unas tortas de harina de trigo, muy parecidas a las tortillas de harina de trigo mexicanas, tan típicas de norte del país. Fue una comida agradable y fraterna. Una vez acabada la comida, uno de los sacerdotes me llevó de regreso al convento con las hermanas. Después de descansar un poco, les di a las monjas la charla de la tarde de los ejercicios.