El agustino recoleto Martín Legarra Tellechea (1910-1985) fue testigo directo de varios grandes acontecimientos del siglo XX. Desarrolló su servicio ministerial con optimismo, simpatía y dotes para la comunicación. Su vida como misionero, educador y obispo podría haber servido para guion de una película.
En 1938 fray Leoncio Reta es elegido prior general de los Agustinos Recoletos. Como ejercía en ese momento de prior de la Provincia de San Nicolás de Tolentino, le sucede como prior provincial fray Ricardo Jarauta, que nombra a Martín como secretario de la Provincia, tarea que asume con entusiasmo.
El secretario hace que las tareas de gobierno sean fluidas. Acompaña al prior provincial, toma acta de sus reuniones y gestiona su agenda; recopila informes y estadísticas y fija por escrito las deliberaciones del Consejo, el órgano de decisión entre Capítulos. Por último, es quien envía y recibe las comunicaciones oficiales y custodia el archivo provincial. Como centro de informaciones públicas y privadas, recoge, ordena y registra todo aquello de lo que, con su firma, da fe.
También tiene una importante labor humana: promueve las relaciones interpersonales e intercomunitarias, hace que los religiosos se sientan más familia pese a las distancias geográficas, de edad o de tarea. Afianza la comunión con la comunicación. Las Constituciones en aquella época lo describían como un “ángel de paz” que promueve la distensión en las divergencias entre superiores y súbditos.
Los priores provinciales tienen la obligación de visitar todas las comunidades durante el tiempo de su mandato. El secretario, generalmente, le acompaña. Por entonces la Provincia de San Nicolás de Tolentino cuenta con casas en Filipinas, China, España, Inglaterra, Venezuela y Trinidad y Tobago. Como consecuencia, hombre de la montaña navarra que se marea en los barcos pasará muchas semanas por el Pacífico, el Índico o el Atlántico.
En 1938 provincial y secretario visitan China. Salen de Manila a Hong Kong, siguen a Shanghái y luego a Kweiteh, hoy Shangqiu, en Henan. A su paso por Shanghái describe con estupor: “Mis ojos quedaron como anestesiados al observar cómo un camión recorría la ciudad al amanecer recogiendo los cadáveres de los fallecidos por la noche por frío y hambre en las calles y aceras”.
China es escenario de dos guerras simultáneas, una civil y otra con Japón. Logran animar a sus hermanos. Fray Martín no esconde su admiración: “Todo me habla de los misioneros, de su valor, de su heroísmo, de los sufrimientos que tienen que sobrellevar, de la soledad en que se encuentran perdidos”. La angustia y la violencia no desbancan las alegrías y esperanzas de los Recoletos en China. Así, Provincial y secretario son testigos de la ordenación del primer agustino recoleto chino, fray José She.
Tras salir de China, Martín será testigo del Japón imperial y nacionalista. Ve con sus ojos el país que había visitado con su imaginación de niño siguiendo a san Francisco Javier: Nagasaki, Kobe, Yokkaichi, Yokohama, Tokio.
Siguen hacia Honolulú (Hawái) y San Francisco (California) y por tierra cruzan Estados Unidos: San Francisco, Los Ángeles, Marfa (Texas) y Nueva Orleans; embarcan hacia La Habana y, de allí, a Panamá, donde permanecen tres días en la capital antes de embarcar en Colón hacia Venezuela, su destino.
Visitan las comunidades recoletas en Venezuela y en Trinidad. Llama la atención de fray Martín la importante presencia de los Recoletos en la prensa venezolana. El 15 de mayo salen hacia Inglaterra. Vistan los nuevos ministerios de la Provincia en Devon: Ivybridge, Honiton, Seaton, Ottery Saint Mary.
El viaje sigue, vía París y Turín, hasta Roma, donde Martín se emociona con su visita a la Agencia Fides para conocer sus recursos, programas y profesionales que las llevan a cabo. Terminadas las gestiones que los llevaron a Roma, vía Ventimiglia y Lourdes, llegan a España el 19 de junio de 1939.
Ocho años después, Martín encuentra su país natal desnutrido y destruido tras la guerra civil; incluso muchos religiosos siguen desperdigados. La Provincia de San Nicolás de Tolentino no se ha desplegado todavía en el país y cuenta con solo cuatro casas: Monteagudo y Marcilla en Navarra, San Millán de la Cogolla en La Rioja y Zaragoza en Aragón.
El estallido de la II Guerra Mundial les obliga a quedarse hasta el 15 de octubre de 1939, cuando salen hacia Manila desde Barcelona por una larga ruta: Génova, Venecia, Brindisi, Port Said, Suez, Adén, Bombay, Colombo, Singapur y Manila. Más de setenta religiosos van en su mismo barco, doce de ellos recoletos.
A partir de febrero de 1940 Martín tiene la oportunidad de conocer todas las casas de Filipinas, al hacer la visita oficial a Negros, Siquijor, Cebú y Bohol.
En el Capítulo de 1940 es elegido prior provincial fray Pedro García de Galdiano, quien confía de nuevo a Martín la secretaría de la Provincia. Ese Capítulo también marca el inicio del apostolado educativo.
Martín se gradúa en Pedagogía por la Universidad Santo Tomás de Manila (Dominicos), colabora en la muy precaria escuela de San Sebastián y es nombrado representante de los centros recoletos en la Asociación de Educación Católica.
En 1941 se abren los tres primeros colegios: San Carlos (Negros, Filipinas); San Sebastián (Manila, Filipinas) y Caracas (Venezuela). Pero el estallido en diciembre de la Guerra del Pacífico frena la iniciativa en Filipinas, convertida en zona de Guerra. Los misioneros vivirán hasta febrero de 1945 entre bombardeos, ocupaciones, escasez, incertidumbre e incomunicación con el resto de la Orden.
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ÍNDICE
- Introducción
- 1. Una mente abierta a lo desconocido
- 2. Martín y la vida religiosa
- 3. Filipinas, aprendizajes y nuevas responsabilidades
- 4. Aún más abierto al mundo
- 5. Cronista de la mayor pesadilla
- 6. Martín, educador
- 7. Martín, formador de religiosos
- 8. Martín se reencuentra con España
- 9. Martín en Bocas del Toro
- 10. Martín en Veraguas
- 11. Obispo emérito, que no jubilado
- 12. Una Semana de Pascua