Martín Legarra (1910-1985), agustino recoleto.

El agustino recoleto Martín Legarra Tellechea (1910-1985) fue testigo directo de varios grandes acontecimientos del siglo XX. Desarrolló su servicio ministerial con optimismo, simpatía y dotes para la comunicación. Su vida como misionero, educador y obispo podría haber servido para guion de una película.

Martín decide quedarse en Ciudad de Panamá. Se le ofreció la dirección de un centro universitario, del seminario diocesano… Pero lo rechaza porque desea evitar cualquier cargo que comporte exposición pública o tensiones.

Instalado en el Colegio San Agustín, es nombrado vicario de religiosas de la Archidiócesis de Panamá y semanalmente aparece en la retransmisión televisiva de la Eucaristía. El 1 de noviembre de 1975 participa en “uno de los momentos más felices de mi vida”: la beatificación de fray Ezequiel Moreno en Roma, santo por quien sentía profunda veneración desde niño.

Al final de 1975 se hace cargo junto a un vicario parroquial recoleto de la Parroquia de San Francisco de La Caleta: “En la misma orilla del mar, la brisa marina suaviza el calor. El marco es de gran belleza, que combina lo típico de los pueblos, con su plaza o parque frente a la iglesia y luego, frente a la casa cural, una calle silenciosa, en penumbra gracias a unos gigantescos y frondosos árboles traídos de África. Todo ello convierte el lugar en un oasis de silencio y de paz”.

En La Caleta disfruta de un ambiente cercano y familiar con los fieles. Privilegia de nuevo a quienes no tienen libertad para llegar hasta él, enfermos y ancianos. Por teléfono o en el despacho, personas de toda clase buscan su consejo y opinión.

En la Conferencia Episcopal aporta su capacidad para la mediación y para encontrar lo positivo ante cualquier circunstancia. “Siempre que un asunto se convertía en indigerible y se llegaba a un punto muerto, él sabía mostrar el aspecto luminoso y esperanzador”, escribió el obispo claretiano Jesús Serrano (1902-1997). Desde la primavera de 1977 es el portavoz ante los medios y poco más tarde el encargado de Vida consagrada, con un importante papel en la redacción de los Estatutos de la FEPAR (Federación Panameña de Religiosos).

Se publica el primer volumen de su libro De mi acontecer misionero. Mensajes a la retaguardia (Stvdivm, Madrid, 1976, 464 páginas), recopilación de las cartas enviadas a los monasterios de las Agustinas Recoletas. Pese a que temía que fuese censurado por el Gobierno, el Ministerio de Educación envió 400 ejemplares a escuelas de todo el país. Lo prologó Francisco Galende (†2022), agustino (OSA) que acompaña a los guaymíes en Tolé (Panamá).

El volumen segundo salió en 1983 y fue publicado en Costa Rica, financiado por un grupo de amigos como regalo por sus bodas de oro sacerdotales y con prólogo de Francisco Herrero, profesor de la Universidad Santa María La Antigua de Panamá. Estas cartas están escritas ya desde La Caleta.

El tercer volumen lo edita Avgvstinvs, la editorial de los Agustinos Recoletos, en Madrid el año 1986. Es póstumo, con sus últimas cartas, desde la Navidad de 1983, y lo prologa monseñor Agustín Ganuza, su sucesor en Bocas.

Con el libro su proyección se amplía, con ruedas de prensa, conferencias, alocuciones y compromisos que le llevan estos años por Estados Unidos, Alemania, Colombia, Costa Rica, Ecuador, Perú o Argentina.

Pero es la actividad parroquial cotidiana y las relaciones habituales con los medios lo que le llena de más alegría y motivación. Busca la cercanía con los periodistas para que resalten los valores positivos del mensaje de la Iglesia a la sociedad. Denuncia la situación de los excluidos, los indígenas, los campesinos, los empobrecidos. Los oficialistas silencian sus intervenciones, la oposición los airea.

En 1978, durante el proceso de redacción del Documento de Puebla (III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano), Martín busca evitar que se desvirtúen, suavicen o difuminen las desafiantes propuestas del Documento de Medellín. Difunde con todo empeño por todo Panamá las propuestas del documento que sale finalmente a la luz.

El último trimestre de 1979 tiene la oportunidad de dar una nueva vuelta al mundo. Primero llega a España, como delegado de Panamá para el Congreso Mariano de Zaragoza; luego visita hasta 25 monasterios de agustinas recoletas contemplativas y otras tantas casas de su Orden, especialmente los seminarios.

El siguiente paso está en Roma, donde participa del Congreso de Ecumenismo. Y el 27 de noviembre vuelve a Filipinas para intervenir en el Congreso Misionero Internacional. Se encuentra con muchos hermanos tras tantos años de ausencia. También tiene la oportunidad de visitar las casas recoletas en Taiwán y en Guam.

Vuelve satisfecho: “Estoy feliz y contento de haber realizado el viaje… Casi, casi me dan ganas de entonar el Nunc dimittis”, en referencia al cántico de Simeón en el evangelio (Lucas 2,29-32), que la Iglesia usa en la última oración antes de ir a dormir y que puede tomarse como una “despedida feliz”.

Los primeros 80 en Centroamérica son “un volcán en acción”, en palabras del propio Martín. Vive con estupor y tristeza el asesinato de Óscar Romero, a quien mucho conocía, y preside su funeral en Panamá. Se encarga de las relaciones con la prensa tras la reunión de más de 30 obispos y priores provinciales que analizan en Panamá la situación eclesial, social y política.

En 1981 tiene la oportunidad de visitar las dos misiones de los Agustinos Recoletos en la Amazonia brasileña: Marajó (Pará) y Lábrea (Amazonas). Esta última la calificará como “la más difícil” de cuantas ha llegado a conocer.

El 25 de febrero de 1982 adquiere la nacionalidad panameña en un acto al que acuden el presidente Arístides Royo y el ministro de Justicia, Jorge E. Ritter, quien le escribe un saludo personal: “Enhorabuena, monseñor; ya tiene en derecho lo que hace tiempo tenía en su corazón”.

Otro momento de gran gozo y significación serán sus bodas de oro sacerdotales. Juan Pablo II en Panamá, el 5 de marzo, le entrega un pergamino de felicitación; autoridades, grupos cívicos, agentes de pastoral, religiosos y religiosas, colegios, parroquianos, todos se interesan por la celebración y le felicitan.

El 19 de marzo celebra la fiesta con gran afecto de la gente y la compañía de los priores provinciales recoletos de la Provincia de Nuestra Señora de la Consolación y de San Nicolás de Tolentino y los obispos colombianos recoletos Arturo Salazar (1921-2009, Pasto) y Rubén Buitrago (1921-1991, Zipaquirá). La capital panameña le entregó las llaves de la ciudad y lo nombró hijo meritorio. Él dice:

“Momento excepcional para contemplar en mirada retrospectiva los caminos por donde nuestro Padre Dios lleva a los suyos… No tengo en mis labios ni en mi corazón otro sentimiento más vivo que el de la gratitud a Dios, el reconocimiento a los hermanos, el cariño para todos. Ha sido algo tan extraordinariamente feliz, sin sombras ni amarguras, que me ha parecido vivir anticipadamente un poco del Cielo que nos espera y hacia el cual vamos”.

Tras participar en la ordenación episcopal del agustino recoleto David Arias (1929-2019) como obispo auxiliar de Newark (Nueva Jersey, Estados Unidos) se dirige a España para celebrar su jubileo con las monjas, con los religiosos y con su familia en las Recoletas de Pamplona.

En 1984 es relevado de la portavocía de la Conferencia Episcopal. Lidia con el fraude electoral y la toma de posesión de Nicolás Ardito Barletta. Un coche se presentó en La Caleta para ir a “bendecir unos nuevos cuarteles”. Ve la trampa y se niega a subir: se pretendía la foto del obispo Legarra bendiciendo a los militares y creando sensación de normalidad y apoyo para apagar la sensación de fraude.

Una noticia procedente de Filipinas representa un nuevo oasis de alegría. Para celebrar el final del primer curso de la nueva Universidad San José Recoletos de Cebú, culmen de progreso del colegio que Martín había fundado, se decide concederle el doctorado honoris causa y que presida el acto de graduación.

El viaje es largo y pesado, a sus 75 años, con paradas de varios días en la ruta: va de Panamá a Los Ángeles (California, Estados Unidos), con visita a los Recoletos; sigue a Osaka, Kioto e Hiroshima, en Japón, acogido por el Instituto de Misiones Extranjeras; y llega a Filipinas. Visitó todas las casas de formación recoletas y siente el optimismo de futuro que irradia la Vicaría filipina, catorce años antes de ser convertida en una nueva Provincia dentro de los Agustinos Recoletos.

El 23 de marzo de 1985, en el Coliseo Recoletos del campus de Basak de la Universidad San José Recoletos de Cebú, ante unas 7.000 personas, preside la primera graduación universitaria y pronuncia el discurso “Educar para la paz”.

“¿Cómo me sentía? Si una pantalla hubiese reflejado mis pensamientos, habría sido un zigzagueo de recuerdos y sentimientos. Pensaba en otros muchos que conmigo deberían haber estado en aquella hora”.

El viaje de vuelta a Panamá fue más directo, de un día de duración, vía Honolulú (Hawái) y Los Ángeles (California). Le esperaba el que, de verdad, sería el último gran viaje de su vida, que nada tendría que ver con barcos o aviones.

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