La alcaldesa de Tumaco (Colombia) entregó la imagen que representa el milagro eucarístico que se vivió en esa ciudad costera del Pacífico, uno de los documentados por el beato Carlo Acutis en su página web dedicada a la Eucaristía.
La alcaldesa de la ciudad de San Andrés de Tumaco (Nariño, Colombia, 170.000 habitantes), María Emilsen Angulo Guevara, fue recibida por el Papa Francisco en Roma el pasado 25 de mayo durante el Congreso Mundial de Eco-Ciudades Educativas organizado por la Fundación Pontificia Scholas Occurrentes y por el Banco de Desarrollo de América Latina (CAF).
En este Congreso han participado 50 alcaldes de América Latina y Europa para promover y difundir el desarrollo sostenible desde la ecología integral, la educación y las experiencias compartidas de jóvenes de diversas comunidades.
La clausura del Congreso se desarrolló en el Instituto Patrístico Augustinianum, donde la alcaldesa hizo entrega al Papa, en nombre del pueblo tumaqueño, de una pequeña estatuilla que representa al agustino recoleto Gerardo Larrondo (1875-1943) portando el copón y la forma consagrada con los que, según numerosos testimonios, hizo retroceder al mar evitando la destrucción de la llamada Perla del Pacífico un 31 de enero de 1906.
Este religioso recoleto tenía como compañero de comunidad al beato Julián Moreno (1871-1936), sobrino de san Ezequiel Moreno y mártir en Motril (Granada, España). San Ezequiel Moreno era obispo de Pasto, Diócesis a la que entonces pertenecía Tumaco, y responsable de la llegada de los Recoletos a esa misión del Pacífico colombiano.
Sin embargo en esa misma jornada el santo obispo estaba en el vapor Antonio López rumbo a Cádiz, con el objetivo de operarse en Madrid del cáncer que padecía. No volvió a Colombia, dado que la progresión y agravamiento de su enfermedad se lo impidió hasta el punto de que falleció en agosto.
El conocido como milagro de la ola es uno de los registrados en la página de internet creada por el beato Carlo Acutis (1991-2006) para promover la fe eucarística y que le valió para ser nombrado patrono de Internet y de la generación “millennial”.
Uno de los sacristanes de la hoy Catedral de San Andrés, nieto de un testigo presencial del acontecimiento, aún recuerda cómo su abuelo contaba lo que sucedió aquel día:
“Mi abuelo decía que habían estado en misa en el templo donde después se levantó la Catedral, y de la iglesia para afuera todo era mar. Había dos sacerdotes en el pueblo y cuando los feligreses se dan cuenta de lo que sucede, regresan donde el párroco, cargan las imágenes en las andas y salen con ellas al hombro”.
Al parecer, las aguas se habían retirado repentinamente. Para la gente de mar era una señal inequívoca de que después llegaría una ola gigante. Los fieles colocaron las imágenes de los santos en andas y salieron, aunque los dos religiosos recoletos intentaban disuadirlos porque pensaban que no había motivo para el espanto, desconocedores del significado de esa retirada súbita del mar.
Pero una vez que tomaron conciencia de lo que pasaba, cambiaron su actitud. Fray Gerardo volvió precipitadamente hacia el templo, consumió a toda prisa las Hostias consagradas y reservó una sola. Vuelto hacia el pueblo les dijo:
“Vamos, hijos míos, vamos todos hacia la playa y que Dios se apiade de nosotros”.
El relato a continuación es del agustino recoleto Pedro Corro:
“Como electrizados a la presencia de Jesús y ante la imponente actitud de su ministro, marcharon todos llorando y clamando a su Divina Majestad tuviera misericordia de ellos. El cuadro debió ser ciertamente de lo más tierno y conmovedor que puede pensarse, por ser Tumaco una población de muchos miles de habitantes, todos los cuales se hallaban allí, con todo el terror de una muerte trágica grabado ya de antemano en sus facciones”.
Los testigos aseguran que en el momento en que se acercaba una enorme ola negra, fray Gerardo mostró la Hostia en dirección al mar. Fray Julián, a su lado, se dio cuenta de que el mar se había detenido y empezó a gritar: “¡Milagro!”. Las aguas les llegaron hasta la cintura, sin tocar la Hostia, y empezaron a retroceder. Agrega fray Pedro Corro:
“Como impelida por invisible poder superior a todo poder de la Naturaleza, aquella ola se había contenido instantáneamente, y la enorme montaña de agua, que amenazaba borrar de la faz de la tierra el pueblo de Tumaco, iniciaba su movimiento de retroceso para desaparecer, mar adentro, volviendo a recobrar su ordinario nivel y natural equilibrio”.
Gerardo Larrondo dejó otras huellas en sus años de misión en Tumaco. Así, fundó su primer colegio femenino (1909) y mejoró notablemente el canal de Salahonda, que facilitó la navegación por aquellos ríos.
Fray Gerardo Larrondo de San José nació el 27 de marzo de 1875 en Vitoria (Álava). Profesó en la Orden el 28 de marzo de 1891 y tras su preparación como religioso y sacerdote fue enviado a misionar a Filipinas.
En agosto de 1898, a causa de la Revolución, fue destinado a América del Sur partiendo de Manila hacia Panamá y, después, a Venezuela. Dadas las peticiones del obispo Ezequiel Moreno a los Agustinos Recoletos para que le enviasen misioneros, se le asignó la Parroquia de San Andrés de Tumaco.
Larrondo estuvo siempre preocupado en la formación de los jóvenes. Así, fue uno de los primeros profesores recoletos en un colegio de externos, el que hubo en Bacólod (Filipinas) desde julio de 1896 hasta el 30 de septiembre de 1898. Este ensayo fallido por causas mayores sirvió grandemente para la posterior entrada de la Recolección en el apostolado educativo.
Más tarde y ya como prior general (1926-1932), Larrondo solicitó a los priores provinciales que enviasen religiosos jóvenes a Roma para cursar estudios superiores y así, una vez capacitados, que la Recolección tuviera profesores propios. Falleció en São Paulo, Brasil, el 19 de enero de 1943.
Desde su actuación en 1906, en Tumaco cada mes de enero se celebran las 40 horas de Adoración Eucarística en la Catedral de San Andrés. Nelly Castillo, tumaqueña, considera que a pesar de tantas penalidades, son un pueblo bendecido por Dios:
“Estamos alejados de la capital del país, nos marginan por ser afrodescendientes, no hay suficientes fuentes de trabajo, hemos vivido violencia asociada a cultivos ilícitos, pero aun así somos bendecidos por Dios con sacerdotes que han cultivado la fe y con milagros como el del 31 de enero de 1906”.
Ella, orgullosa de la fe y las tradiciones del Pacífico colombiano, también participa desde niña de los tres días de Adoración al Santísimo que terminan con una gran procesión que pasa, precisamente, por la playa donde fray Gerardo con la Eucaristía se enfrentó al mar embravecido.