«Puede que, con razón, pienses qué tiene que ver la amabilidad con la Ascensión del Señor. Si la amabilidad es una actitud necesaria para la vida, cuanto más lo ha de ser para la evangelización. No se puede anunciar a Jesús entre gruñidos y quejidos. La Ascensión no marca el final, sino que concluye un tipo de presencia y empieza otro nuevo».
Por Roberto Sayalero, agustino recoleto. Zaragoza, España.
¿Eres más o menos amable? Sí, quizá la pregunta parece un poco retorcida o casi ofensiva. Pero permíteme el beneficio de la duda y dale una vuelta. Muchas veces somos amables con los que menos conocemos y con los nuestros somos verdaderos ogros. Otras, nuestra amabilidad es un poco forzada, no es muy sincera, es más un cumplido que una actitud sincera. Uno de los más famosos conferenciantes de nuestro tiempo, Víctor Kuppers, especialista en marketing, considera que «ser amable es ser humano, ser amable es más difícil que ser inteligente, porque la inteligencia es un don y la amabilidad una elección. La forma más fácil de hacernos la vida más agradable a nosotros es hacerla más agradable a los demás».
Puede que, con razón, pienses qué tiene que ver la amabilidad con la Ascensión del Señor. Si la amabilidad es una actitud necesaria para la vida, cuanto más lo ha de ser para la evangelización. No se puede anunciar a Jesús entre gruñidos y quejidos. La Ascensión no marca el final sino que concluye un tipo de presencia y empieza otro nuevo. Es una forma de expresar la exaltación o glorificación de Jesús. Resurrección y exaltación no son dos acontecimientos distintos, sino dos caras de un mismo hecho. La misión que encomienda Jesús es liberadora, no habla de normas y prohibiciones sino que respeta y promueve la libertad y la liberación. Jesús marcha bendiciendo a sus discípulos, envolviéndolos en su amor, derramando bondad. Nosotros estamos llamados a continuar esto en nuestro hoy y en nuestro entorno. Es el momento de que tomemos la palabra, de comenzar a caminar solos, a asumir nuestras responsabilidades. Es la hora de demostrar delante de todos, que hemos aprendido a ser lo que Él nos ha dicho que seamos y lo que Él ha demostrado ser y realizar en favor nuestro.
En este contexto encaja también la celebración de la Jornada Mundial de las Comunicaciones sociales. El lema elegido para este año es: Hablar con el corazón, «en la verdad y en el amor» (Ef. 4,15) Al inicio de su Mensaje el Papa advierte: «Sólo escuchando y hablando con un corazón puro podemos ver más allá de las apariencias y superar los ruidos confusos que, también en el campo de la información, no nos ayudan a discernir en la complejidad del mundo en que vivimos. La llamada a hablar con el corazón interpela radicalmente a nuestro tiempo, tan propenso a la indiferencia y a la indignación, a veces sobre la base de la desinformación, que falsifica e instrumentaliza la verdad».
Aunque esto suene un poco cursi, la sociedad no necesita de nosotros, los seguidores de Jesús, ni sermones, ni fervorines, ni sentencias, ni recetas, ni sospechas, ni caras largas. La sociedad nos reclama, sobre todo, coherencia, sinceridad, cercanía, cariño y comprensión. De nada sirve si queremos acercar el evangelio a nuestro mundo, tan blando en sus estructuras y compromisos, que sigamos empeñados en que algunas de nuestras premisas son invariables o que coqueteemos más con el poder establecido que con quienes se empeñan en denunciar la injusticia.
Tengo la sensación de que en el mundo de la comunicación la verdad es como aquel tío lejano que todos sabemos que existe pero que ni está ni se le espera. Es cierto que en ningún medio, ni en ningún “post” se reconoce que se miente, pero el mundo “fake” ha llegado para quedarse por mucho tiempo. La lucha por la autenticidad tiene que ser otra de nuestras prioridades, para hacer creíble el mensaje de Jesús.
Francisco también encomienda a los medios la misión de ayudar a construir la paz, desde esa comunicación bañada de amabilidad. «La amabilidad no es solamente cuestión de buenas maneras, sino un verdadero antídoto contra la crueldad que, lamentablemente, puede envenenar los corazones e intoxicar las relaciones. La necesitamos en el ámbito de los medios para que la comunicación no fomente el rencor que exaspera, genera rabia y lleva al enfrentamiento, sino que ayude a las personas a reflexionar con calma, a descifrar, con espíritu crítico y siempre respetuoso, la realidad en la que viven».
Hace ya unos años los Obispos españoles escribieron un maravilloso documento titulado Dios es amor. En él reflexionaban, de una forma muy sencilla y accesible sobre la dificultad de hablar de Dios en el mundo de hoy. Comparto con vosotros esta cita, que bien merece de reflexión: «Es necesario tomar de nuevo en los labios la palabra “Dios” para besarla, antes que para proferirla. […] No es ésta una palabra para ser usada en el juego de las posesiones y de los poderes. “Dios” tampoco es un argumento más en el ágora de las controversias morales o religiosas. Dios es el Señor. No está a disposición de nadie. En cambio, Él se ha puesto a disposición de todos con un señorío que nos hace libres» (nº 5).
En este día en el que asumimos la responsabilidad evangelizadora porque Jesús se marcha, te invito a pensar en tu grado de amabilidad porque, como dice Francisco, «Hablar con el corazón es hoy muy necesario para promover una cultura de paz allí donde hay guerra; para abrir senderos que permitan el diálogo y la reconciliación allí donde el odio y la enemistad causan estragos». Y, no te olvides de «tomar de nuevo en los labios la palabra “Dios” para besarla, antes que para proferirla». La amabilidad, la cara social del amor sincero es hoy más necesaria que nunca.