Domingo V de Pascua: ¿A dónde ir?

«La vida del creyente tiene origen y meta en Dios. Transitamos en nuestro día a día y no podemos permitirnos perder el tiempo, desgastarnos en lo inútil, como quien deja que se vaya el gas de un refresco, por la pereza de poner el tapón. Nada hay indiferente. Busquemos la alegría verdadera, la sincera, la de la Pascua».

Por Roberto Sayalero, agustino recoleto. Zaragoza, España.

¿A dónde ir? Pregunta propia de quien se siente desorientado, aturdido, sin saber qué opción puede ser la mejor, o la que le permita más rápido abandonar la cuneta para encaminarse por el sentido de la vida.

En el evangelio de este domingo asistimos a la despedida de Jesús. Su adiós causa incertidumbre y tristeza entre los suyos, también se preguntan a dónde ir. Sin embargo, se presenta como camino, verdad y vida para llegar al Padre. Jesús, con su vida y su palabra intentó humanizar a Dios, acercárnoslo a la altura de nuestra vida, de nuestras preocupaciones, de nuestras alegrías. Conocer a Jesús significa experimentarlo en nuestro interior, abandonarnos a Él, echarnos en los brazos amorosos del Padre.

El camino no es un libro de sugerencias, ni una guía de moral, ni una lista de prácticas ascéticas, ni una filosofía, ni un método de autoayuda al uso, ni una técnica para quemar calorías. El camino tampoco es una ruta por la estratosfera, ni algo distinto de la vida de cada día, con sus sorpresas, sus contratiempos, sus alegrías, sus detalles…; pero con un estilo diferente que nos permita alcanzar la plenitud, como le sucedió a Jesús. Y ese estilo no es otro que el amor entregado incondicionalmente, sin hacer distinciones. Este camino no es ni ancho, ni liso, ni recto. El ritmo de cada paso lo marca el amor hasta llegar a Dios a través de los demás. Recorrer el camino de la vida en cristiano, no es sinónimo de mediocridad, ni de estrecheces, ni de encajonamientos, ni de cumplimientos, ni de sensibilerías, ni de cultos rancios, ni de tristeza, ni de caras largas, ni monotonías… El camino marcado por Jesús es siempre nuevo, como el día a día de cualquiera de nosotros.

En cuanto a la verdad, Jesús nos habla de autenticidad, todo un reto ahora que cada vez va a ser más complicado distinguir lo auténtico. Podemos perdernos en un mar de caminos que prometen muchas cosas, algunos hasta de forma instantánea, voces de muchos pastores, como veíamos el domingo pasado, pero solamente una es la que nos lleva al Padre, al auténtico sustento de cuanto somos.

Si es camino y verdad tiene que ser vida porque Dios es pura energía vital que nos insufla a través de su Espíritu. Jesús vive en el Padre. No nos perdamos de nuevo en el trabalenguas teológico, hay muchas maneras de sembrar vida. En medio del absoluto dolor acariciar o tomar la mano del que sufre, acompañar al que está solo… o cualquiera de las formas de caridad, es repartir vida, hacer presente al Padre en medio de la desolación.

La vida del creyente tiene origen y meta en Dios. Transitamos en nuestro día a día y no podemos permitirnos perder el tiempo, desgastarnos en lo inútil, como quien deja que se vaya el gas de un refresco, por la pereza de poner el tapón. Nada hay indiferente. Busquemos la alegría verdadera, la sincera, la de la Pascua. No perdamos el tiempo disfrazados de Don Quijote, en envidias, odios y luchas estériles. Seamos, al menos, tan sensatos como Rocinante, algo es algo, y no dejemos desierta la respuesta a las grandes preguntas. Amemos como nos ha enseñado Jesús. Abramos los ojos, los brazos, el corazón a todos aquellos que necesitan encontrarse con Dios a través nuestro, a quienes sienten miedo porque no encuentran la ruta que conduce a la Vida.

Los discípulos se quedan solos y es ahora cuando toca continuar adelante, tomar la iniciativa. Él ya ha marcado la ruta. A nosotros nos sucede lo mismo. Ahora es nuestro tiempo. Sabemos, como ellos, que Jesús es el Camino que conduce a la Vida. Este es el quicio de nuestra vida cristiana. Cada uno, desde nuestra propia experiencia, sabemos que en medio de los baches del camino vamos acompañados por Él que es la Verdad y la Vida. Lo único que no se permite es bajar los brazos y abandonar.