Fuensanta Linares, miembro de la Fraternidad Seglar de Santa Rita en Madrid, nos cuenta cómo se vive la fe y el apostolado en su fraternidad (FSAR), animada por el carisma agustino-recoleto.
Fuensanta está felizmente casada y vive en Madrid (España) junto a su marido y sus tres hijos. El matrimonio pertenece a la Fraternidad Seglar Agustino-Recoleta de Santa Rita desde 2017. El 28 de septiembre de 2018 hicieron sus promesas junto con otros fraternos, pasando a formar parte de la Fraternidad Seglar de manera definitiva.
Dice Fuensanta que una Fraternidad Seglar Agustino-Recoleta no es un grupo más de la Parroquia, sino que es una comunidad de hermanos que se rigen por unos Estatutos y una Regla de Vida propia, en la que se resaltan los elementos fundamentales del carisma agustino-recoleto: interioridad, comunidad y apostolado al servicio de la Iglesia.
La Fraternidad está formada por un grupo de hermanos laicos llamados por el Espíritu Santo a vivir la fe con alegría, esperanza, caridad, humildad, sentido de gratuidad y fidelidad, según el carisma de los Agustinos Recoletos, bajo la protección y ejemplo de la Virgen de la Consolación, y acompañados por su asistente espiritual.
El apostolado que se vive desde la Fraternidad tiene sus cimientos en el Sacramento de la Eucaristía, a partir del cual se puede ser sal y luz de Cristo para el mundo. Además de esto, los fraternos buscan estar presentes en todas las actividades pastorales de la Parroquia Santa Rita con una actitud humilde y alegre. La Fraternidad se reúne quincenalmente siguiendo el programa de formación Peregrinos, en el cual se reflexiona y se comparte en torno a determinadas lecturas en un contexto de confianza y oración. Además de estos encuentros recurrentes, también se celebran reuniones en fechas significativas de la Orden y retiros en tiempos fuertes de Adviento y Cuaresma.
Explica Fuensanta que formar parte de la Fraternidad le ha aportado muchas cosas, entre las que cabe destacar el sentimiento de acogida, paz y seguridad que se recibe al formar parte de una gran familia, con la que se comparten alegría y consuelo en la oración. También le ha permitido descubrir a Jesús en los demás y en las vidas de los santos de la Orden, hallazgos que le han animado a buscar cada día más el encuentro con Dios.
Para ella es importante vivir el apostolado con los hermanos porque la comunidad es un don, un centro de misión y servicio. De hecho, cuando San Agustín (354-430) se convierte y recibe el bautismo (año 387), al regresar casi de inmediato al África, funda un monasterio en el que la vida de comunidad es un elemento básico y propone como ideal a los monjes vivir con un solo corazón y una sola alma orientados hacia Dios. Esto, típico de las comunidades agustinianas, es la forma de unirse a la Iglesia, que es la gran comunidad fundada por Cristo Jesús.
Hoy, como mañana celebramos la solemnidad de Pentecostés, Día de la Acción Católica y el Apostolado Seglar, es oportuno hablar del papel del Espíritu Santo en la Fraternidad. Al decir de Fuensanta, el Espíritu Santo siempre está presente, acompañando, impulsando y animando; alimentando el crecimiento interior de cada miembro de la Fraternidad y regalándoles nuevos hermanos. El Espíritu Santo es el guía de la Fraternidad, el que señala el camino que recorrer.