Carlos María Domínguez, agustino recoleto, obispo de San Rafael, Mendoza, Argentina.

Semana Vocacional • El obispo agustino recoleto Carlos María Domínguez describe toda su vocación, desde que fue monaguillo en su infancia, hasta su actual episcopado en Argentina. “Ser agustino recoleto es la forma más hermosa que conozco para seguir a Jesús; también, la más difícil”.

Mi vocación como agustino recoleto, se podría decir, que nació en mi infancia. A los 10 años comencé a ser monaguillo y allí apareció el gusto por hacer lo que hacía el sacerdote. Esa fue mi motivación inicial que, luego, se fue modificando y profundizando.

En los años de la adolescencia comencé a descubrir lo fascinante de la persona de Jesucristo y su seguimiento. La motivación, ahora, no era tanto hacer lo que hacía el sacerdote, sino seguir a Jesús e imitarlo en su forma de vida.

Nunca se me pasó por la cabeza no ser otra cosa que agustino recoleto. Estudié toda la primaria y la secundaria en el Colegio Agustiniano, rodeado del testimonio de muchos frailes. Yo quería ser como ellos. La figura y la historia de san Agustín marcaron mi formación en el Colegio.

En los últimos años del secundario comencé a visitar el Seminario San Ezequiel Moreno de los Agustinos Recoletos, que estaba en la localidad de San Andrés. Allí conocí a los seminaristas y a los religiosos encargados de la formación, con los que empecé a compartir los fines de semana.

El Señor había puesto signos y personas que me iban confirmando mi vocación para ser agustino recoleto. El 11 de febrero de 1984 ingresé al seminario y comencé el postulantado. Dejé a mi familia y comencé a caminar con la familia de los Agustinos Recoletos.

Siempre me atrajo el seguimiento de Jesús compartido con los hermanos. La vida de comunidad, pilar del carisma agustino recoleto, fue la manera como descubrí que tenía que seguir a Jesús.

Por eso, puedo decir que es la forma más hermosa que conozco para seguir a Jesús; pero, también, la más difícil. Y así traté de transmitirlo en mi apostolado juvenil y vocacional. Buscar a Dios en comunidad de hermanos; rezar juntos; compartir las actividades; ejercer el perdón y la corrección fraterna; cuidarse mutuamente y animarse en la consagración son momentos únicos e irrepetibles.

Se siente la fuerza del Espíritu Santo que reúne a hombres de distinta cultura, lengua, historias, caracteres y temperamentos y hace de todos una sola alma y un solo corazón dirigidos hacia Dios.

Siempre digo que, cuando Dios te pide un nuevo SÍ, ese SÍ siempre es más fuerte, profundo y comprometedor que el anterior. Yo pensaba que Dios ya me había pedido bastantes Síes. Pero me di cuenta de que Dios siempre pide más. Porque me tocó responder al SÍ del episcopado, que fue muy fuerte.

Dios me pedía que dejase la tierra donde estaba trabajando a gusto; que dejase mi familia religiosa a la que me había entregado de todo corazón; que fuera a un lugar desconocido, lejos de los frailes, y a vivir una realidad que hasta el momento me era ajena.

Pero Dios no se deja ganar en generosidad. Cuando Él te pide algo, te da lo que necesitas para poder vivirlo en fidelidad. Y así comencé mi ministerio episcopal en la Arquidiócesis de San Juan de Cuyo, una diócesis con una extensión de casi 90.000 kilómetros cuadrados, con 43 parroquias y más de 400 capillas.

El contacto con el Pueblo de Dios; el compartir la fe, la vida, las alegrías y las tristezas fue haciendo que me entregara con toda la fuerza a la gente, a los sacerdotes y a todos los que me precisaban. Cuando llegué a San Juan le dije a la gente que no venía a dar una mano sino a dar toda la vida. Y así lo hice. Fui feliz en San Juan, aprendiendo a ser obispo.

Pero después llegó otro SÍ más fuerte que el anterior: trasladarme a la Diócesis de San Rafael, 400 kilómetros al sur de San Juan, sobre los Andes. Este SÍ fue fuerte no sólo por tener que dejar San Juan (si bien seguía siendo el obispo auxiliar, tenía que dedicar la mayor parte del tiempo a vivir en San Rafael) sino porque el Papa me pedía que, como administrador apostólico, ayudase a caminar a una Diócesis convulsionada, con problemas, tensiones, heridas y rencores.

Hacía falta serenar y tranquilizar a San Rafael. Y con la gracia de Dios –fue Dios el que lo hizo todo– fuimos llevando el timón de aquella barca convulsionada. El Papa vio que era necesario que siguiera allí y, el 11 de febrero me nombró obispo diocesano de San Rafael: otro SÍ más fuerte.

Siempre he tratado de vivir mi ministerio episcopal desde mi carisma agustino recoleto. No puedo dejar de vivir el estilo de vida que profesé hasta la muerte. Lógicamente que han cambiado mucho las circunstancias. Vivo a 1.000 kilómetros de la comunidad agustino-recoleta más cercana; echo de menos la vida comunitaria ya que ahora vivo solo. Pero trato de fomentar los momentos comunitarios entre los sacerdotes de la Diócesis y así poder contagiarles algo de mi carisma recoleto.

No puedo negar que la vida de un obispo está llena de problemas. Pero también abundan los momentos de felicidad y de fraternidad cuando uno se da cuenta que, en lo que tiene que hacer día a día, si le pone corazón y quiere abrazar la voluntad de Dios, Dios te lleva de la mano, te sostiene, te consuela y te fortalece.

Resumen biográfico

Carlos María Domínguez nació el 23 de diciembre de 1965 en San Martín, provincia de Buenos Aires, Argentina. Realizó sus estudios primarios y secundarios en el Colegio Agustiniano, en San Andrés. El 1984 ingresó al Seminario San Ezequiel Moreno de los Agustinos Recoletos en San Andrés.

En 1986 realizó el noviciado en Burgos (España). El 1º de febrero de 1987 emitió su profesión religiosa en San Andrés, Argentina, donde también realizó la profesión solemne el 15 de marzo de 1992. El 12 de septiembre de 1992 recibió el diaconado en Villa Maipú y la ordenación sacerdotal el 13 de marzo de 1993, en Buenos Aires.

Carlos María es Licenciado en Teología con especialización en Pastoral; Profesor de Teología y Profesor de Enseñanza Primaria. Entre los años 1990-1991 fue director de Estudios de la Escuela Técnica San José, Villa Maipú; en 1991-1995 ejerció el diaconado y luego fue vicario parroquial de la Parroquia Ntra. Sra. de Luján, San Andrés.

De 1995-2003 fue promotor vocacional con sede en Santa Fe. Entre 2003-2006 fue prior del Seminario San Ezequiel Moreno, San Andrés. De 2006-2012 fue vicario provincial de Argentina, con sede en Buenos Aires.

De 2012 a 2015 fue Prior del Seminario Menor Agustiniano, Guadalajara, España. De 2015-2018 fue prior provincial de la Provincia Santo Tomás de Villanueva de los Agustinos Recoletos, con sede en Madrid. De 2018-2019 fue vicario provincial de España.

El 22 de abril de 2019 fue nombrado por el Papa Francisco Obispo Titular de Vita y Auxiliar de la Arquidiócesis de San Juan de Cuyo, Argentina. Recibió la ordenación episcopal el 29 de junio de 2019 en San Juan, Argentina.

El 5 de febrero de 2022 fue nombrado Administrador Apostólico de la Diócesis de San Rafael, Mendoza, Argentina. Un año después, el 11 de febrero de 2023 fue nombrado obispo de dicha Diócesis.

En la actualidad es el obispo responsable de la Pastoral de Juventud y miembro del Consejo de Asuntos Económicos de la Conferencia Episcopal Argentina. En la Orden de Agustinos Recoletos, forma parte del equipo Ministerium Sapientiae.