Domingo III de Pascua: ¿Solos o acompañados?

«Escucha y acompasa es el lema de la Semana Vocacional de los Agustinos Recoletos. Las actitudes de estos dos discípulos cumplen perfectamente con los dos verbos. Iban juntos pero cada uno por su lado y, de pronto, escuchan y su vida se transforma. Ya no caminan solos, ahora se acompañan y enriquecen el uno al otro. Han dejado atrás la zozobra y se dedican a comunicar su alegría, a decir que lo de Jesús no era un fracaso sino un triunfo. Acompasar es ayudar a crecer a los demás poniendo nuestro granito de arena; animar y sobrellevar las dificultades y alertar de las piedras que se encuentran por el camino».

Por fray Roberto Sayalero Sanz, agustino recoleto. Zaragoza, España.

¿Solos o acompañados? Antes de responder puede que la agilidad mental haya descerrajado una de esas sentencias que usamos para defendernos: “Mejor solos que mal acompañados”. No me atrevo a negar la verdad ocasional de esa sentencia, pero lo cierto es que estamos hechos para la compañía. La soledad, a no ser por decisión voluntaria y contrastada, se nos atraganta cuando la vida nos la impone sin pedirnos opinión.

La imagen de esos dos que van a Emaús bien podría ser la de dos que acaban de cerrar un bar o una sala de fiestas y caminan, sin sed, a su casa. La euforia se les va pasando y se topan con su realidad. Van aterrizando en un mundo que ya no les parece tan fácil como hace unos tragos. Ambos son incapaces de levantar la mirada; la frustración es una losa demasiado pesada, todos sus sueños e ilusiones de un verdadero cambio en sus vidas han acabado colgados de una cruz. A pesar de que las mujeres les han dicho que hay algo nuevo, ellos no se fían y deciden irse.

Pero Jesús, se pone a su lado, los acompaña hasta que consiguen darse cuenta que el tiempo nuevo es el suyo; que la hora de construir un mundo más humano es esta. Dejan de huir y vuelven hacia donde están los otros, a la comunidad, para contagiarlos de su alegría y su ilusión.

En este domingo Jesús quiere abrirnos los ojos para entender cómo Él se implicó en el mundo hasta dar la vida en la cruz, cómo se metió en los conflictos para hacer presente el amor entregado del Padre. Una vida cristiana sin implicación con el mundo no es auténtica, no es reflejo de amor. No cabe el miedo con traje de comodidad sino el riesgo que habla de confianza a pesar de la dificultad. Los seguidores de Jesús no debemos ser de los que tiran la piedra y esconden la mano, o de los que se retiran y salen corriendo cuando las cosas no salen como se espera.

Escucha y acompasa es el lema de la Semana Vocacional de los Agustinos Recoletos. Las actitudes de estos dos discípulos cumplen perfectamente con los dos verbos. Iban juntos pero cada uno por su lado y, de pronto, escuchan y su vida se transforma. Ya no caminan solos, ahora se acompañan y enriquecen el uno al otro. Han dejado atrás la zozobra y se dedican a comunicar su alegría, a decir que lo de Jesús no era un fracaso sino un triunfo. Acompasar es ayudar a crecer a los demás poniendo nuestro granito de arena; animar y sobrellevar las dificultades y alertar de las piedras que se encuentran por el camino.

Estamos en Pascua, no lo olvides. Celebramos la victoria de una vida entregada. La vida y el amor ganan. Así de contundente. Victoria, sí, sobre las dudas, sobre las noches oscuras, sobre lo injusto; del inocente sobre la hipocresía, del amor sobre el miedo, del valor sobre la huída, de la vida sobre la muerte; de la alegría profunda sobre la sonrisa vacía; victoria de la entrega sobre la huída; del abrazo sobre el prejuicio. Victoria, sí, del dar sobre el exigir, del vivir sobre el cumplir. Eso es lo que estamos celebrando. Aunque tengamos días para olvidar, no debemos perder la esperanza y cerrarnos en nosotros mismos. Aunque el rizo suene a oportunismo, mucho mejor acompañados que solos.