La semana previa a la Navidad son las llamadas ferias mayores de Adviento. Toda la liturgia se orienta a preparar con énfasis la llegada del nacimiento de Cristo. Las antífonas que introducen el Magníficat en las Vísperas recuerdan un título especial de Cristo. Hoy, día 19, raíz que rebrota.
“Oh Raíz del tronco de Jesé, que te alzas como un signo para los pueblos, ante quien los reyes enmudecen y cuyo auxilio imploran las naciones, ven a librarnos no tardes más.”
Señor, Jesús, que has ennoblecido el linaje humano compartiendo sangre e historia en la estirpe de David, eres signo de esperanza para todos los pueblos.
Tú eres la fuerza que une a todos los pueblos, culturas y familias reconociendo que tenemos un mismo origen y un mismo fin. Nos has hecho a todos familia e hijos de la Iglesia por el bautismo, como nos recuerdan las palabras del Concilio Vaticano II: “Fue voluntad de Dios el santificar y salvar a los hombres, no aisladamente, sin conexión alguna de unos con otros, sino constituyendo un pueblo, que le confesara en verdad y le sirviera santamente” (LG 9).
En este kairós de la Iglesia nos invitas a caminar juntos, a escucharnos y dialogar, a orar, a reflexionar… con “los compañeros de viaje”. Caminantes, uno al lado del otro, somos mensajeros de esperanza para todos los pueblos. Danos la luz de tu Espíritu para “hacer que germinen sueños, suscitar profecías y visiones, hacer florecer esperanzas, estimular la confianza, vendar heridas, entretejer relaciones, suscitar una aurora de esperanza, aprender unos de otros y crear un imaginario positivo que ilumine las mentes, enderezca los corazones y dé fuerza a las manos” (Por una Iglesia sinodal 32).
¡Ven, Jesús, esperanza nuestra, no tardes más!