El pasado 18 de noviembre el Cardenal de México, Carlos Aguiar, acompañado del Nuncio y del obispo recoleto Carlos Briseño como obispos coordenantes principales, presidieron la ordenación episcopal en la Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe, para alegría de la Familia Agustino-Recoleta.
El Cardenal arzobispo de México, Carlos Aguiar, cuenta desde el pasado 18 de noviembre con un nuevo obispo auxiliar para ayudarle en la gestión de la diócesis más poblada de México: se trata de Francisco Javier Acero (Valladolid, España, 1973), religioso de la Provincia de San Nicolás de Tolentino de la Orden de Agustinos Recoletos.
El hecho de que la Iglesia escoja a un miembro de una familia religiosa para su servicio es siempre un motivo de alegría y un acicate para continuar sirviendo a la Iglesia y al Pueblo de Dios con un compromiso vivo, auténtico e intenso. Por eso, cada ordenación episcopal se convierte también en un momento de reunión, acogida y alegría.
El prior general de los Agustinos Recoletos, Miguel Ángel Hernández, y los priores provinciales de las cuatro Provincias en que está dividida esta orden junto con otra veintena de religiosos llegados desde otros lugares se unieron a la Familia Agustino-Recoleta en México para participar de la celebración.
A Francisco Javier le acompañaba su familia, llegada desde Valladolid, España; algunos de sus hermanos religiosos con los que ha estado de manera más cercana durante los años de formación inicial en el noviciado y el Teologado; y muchos amigos y conocidos con quienes ha compartido vida y misión durante tantos años en México.
También hasta México llegaron diez obispos agustinos recoletos que, como Francisco Javier, han sido llamados por la Iglesia para acompañar al Pueblo de Dios en países como Brasil, Argentina, Costa Rica, Panamá, Perú o España. En el país anfitrión les esperaba otro obispo recoleto, Carlos Briseño, actualmente en la sede de Veracruz.
Fue este último, junto con el vicario de México y Costa Rica de la Provincia de San Nicolás de Tolentino, fray Martín Luengo, quien el día 17 recibieron a los miembros de la Familia Agustino-Recoleta procedentes del exterior para acompañarlos por un paseo por la Ciudad de México, entre otros lugares la Catedral Metropolitana.
La ordenación comenzó a las 11 de la mañana del día 18 de noviembre en la Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe, con la presencia de 30 obispos y unos 120 sacerdotes. Duró dos horas y cuarto. En el altar mayor servían como monaguillos y acólitos los nueve postulantes del Postulantado San Agustín de los Agustinos Recoletos en la Ciudad de México.
El recién ordenado obispo recordó en la acción de gracias que siempre se ha sentido acogido, querido y acompañado en México, usando un término muy propio del lugar: “apapachado”. Mostró agradecimiento a toda la Orden y a la Iglesia y centró parte de su discurso en el lema que ha escogido para su episcopado: “Misericordia quiero”. Y por ello, “pidió” a todos la práctica habitual de la misericordia. Al final de esta nota está el contenido íntegro de esta alocución.
La Familia Agustino-Recoleta y la familia del nuevo obispo se reunieron después en una comida de celebración donde fue más fácil felicitar al nuevo obispo, saludar a los presentes y departir amistosamente y, ante todo, fraternalmente.
El nuevo obispo celebró también una Eucaristía en la Parroquia de Nuestra Señora de Guadalupe de los Hospitales, el ministerio en el que inauguró su estancia en México nada más ser ordenado. Le acompañaron 15 obispos y 15 sacerdotes y religiosos, la Fraternidad Seglar Agustino-Recoleta local y el pueblo de Dios que camina en esta Parroquia.
En su homilía contó todo el proceso de su nombramiento episcopal y cómo tuvo que enfrentarse a la noticia de su elección. Después, todos se dirigieron a las instalaciones del Centro de Acompañamiento y Recuperación de Desarrollo Integral (CARDI), para la comida. Este lugar también es referencial en la vida ministerial de fray Francisco Javier, por su papel y actuación en este proyecto social.
El domingo 20 de noviembre la Eucaristía fue en la Parroquia de Nuestra Señora de Czestochowa, el otro ministerio en México donde fray Francisco Javier había servido, en este caso debido también a su papel como vicario provincial para México y Costa Rica. En este caso la homilía corrió a cargo de monseñor Ángel San Casimiro, obispo agustino recoleto emérito de Alajuela, Costa Rica. En la acción de gracias habló el prior general de la Orden de Agustinos Recoletos, Miguel Ángel Hernández.
Esta jornada terminó en el cercano Monasterio del Sagrado Corazón de Jesús de las Agustinas Recoletas contemplativas de Lomas de Tecamachalco, que recibieron a los obispos recoletos que habían acudido a México para participar de la Ordenación.
Mensaje de Acción de Gracias de fray Francisco Javier Acero
con motivo de su ordenación episcopal.
Basílica de Guadalupe, Ciudad de México, 18/11/2022.
Siempre que he llegado a esta querida Basílica ha sido para agradecer. Y hoy nuevamente lo hago con mi familia y con el pueblo de Dios que me hace vivir la fe de manera sencilla.
Tlazohocamti es una palabra náhuatl que indica “gratitud desde el alma”. Y así quiero expresarme ante nuestra Virgen de Guadalupe. Agradecido por la vida y el cuidado que me dieron mis padres, José Luis y Lourdes, y mis hermanos José Luis y Silvia, junto con mis cuñados y sobrinas. Gracias a su respeto y apoyo elegí ser agustino recoleto. Agradecido con el Colegio San Agustín de mi tierra natal, con sus frailes y sus historias sobre las misiones de la Orden, con los compañeros de aula. En este colegio me encontré con Jesús en mi Primera Comunión y allí inicié un proceso de formación que continúa y ha sido esencial a lo largo de toda mi vida.
La gratitud desde el alma viene también a mis abuelos, que siempre estuvieron ahí con su paciencia y amor enseñándome a caminar. Con ellos agradezco también todo lo que han hecho los padres mayores de esta Arquidiócesis de México… Y a los queridos religiosos mayores de la Orden de Agustinos Recoletos en México: fray Jesús Pérez, fray Rafael Arana y fray Ricardo Jarauta.
Hoy agradezco a todos los formadores, religiosos y sacerdotes, que durante mi proceso de formación inicial, el noviciado, los estudios de filosofía y teología, me ayudaron a seguir buscando a Jesús con pasión y en comunidad, al estilo de san Agustín. Con ellos aprendí esa pequeña oración que me ha ayudado mucho en este año: “Toda mi esperanza descansa en tu gran misericordia, dame, Señor lo que mandas y manda lo que quieras” (San Agustín, Confesiones X, 29.40)
Siempre me he sentido apapachado en México. Apapacho es otra voz de origen náhuatl que tiene un profundo significado: “abrazar o acariciar con el alma”. Quiero hacer resonar esas palabras de la Virgen de: “¿No estoy aquí, yo, que soy tu madre? ¿No estás bajo mi sombra y resguardo? ¿No soy, yo la fuente de tu alegría? ¿No estás en el hueco de mi manto, en el cruce de mis brazos? ¿Tienes necesidad de alguna otra cosa?”
Así nos sentimos todos los que trabajamos en esta Arquidiócesis, apapachados por Nuestra Madre del Tepeyac, por los laicos que, con su convicción nos dan lecciones de sencillez y humildad: los que reparten la comunión en los hospitales, los que hacen retiros en las cárceles, los que se preocupan por hospedar al migrante, los jóvenes forofos de la Eucaristía. Estos laicos nos apapachan y nos hacen trasladar la mirada del centro a la periferia, nos obligan a ser mejores miembros de la Iglesia. Laicos que saben perdonar abusos de poder y modos a veces poco evangélicos de llevar adelante la Iglesia.
En los 23 años que llevo en México me he sentido acompañado por ellos y por un presbiterio con el que me he sentido hermano. Los pequeños detalles en la antigua V Vicaría Episcopal con monseñor Diego Monroy, monseñor Luis Ernesto Reynoso, monseñor Francisco Clavel, y Don Carlos Aguiar, tanto en Tlalnepantla como en la Ciudad de México.
Apapachado me he sentido en este regreso a Ciudad de México con el equipo responsable de gobierno de la arquidiócesis de México: los obispos auxiliares y el equipo de D. Carlos. No quisiera dejar de mencionar a mis hermanos agustinos recoletos que me siguen acariciando con el alma, siempre atentos a mi estado de ánimo, ayudando a que repose y serene mi corazón en esta nueva etapa. Frailes que danzan el baile de la vida con el pueblo de Dios. Hermanos de corazón que se desviven por crear comunión y unidad. Gracias a mi querida familia recoleta siempre presente, siempre por mí queridos.
Hoy en este día les pido oración para ser cercano al pueblo de Dios, creyente o alejado. Decía el siervo de Dios monseñor Luis María Martínez, arzobispo de esta Ciudad de México, que “para llegar a Dios hay que subir, pero la paradoja consiste en que el secreto para subir es bajar”.
Por eso necesito oración para ser cercano con todo el pueblo de Dios: hermanos, nos une el Evangelio, el compromiso de acompañar a los más vulnerables de la sociedad. En la Arquidiócesis Primada de México hay buenos sacerdotes, religiosos y laicos que trabajan desde su propia opción vocacional y ayudan a crear una verdadera fraternidad y a buscar soluciones juntos en los diversos ambientes y culturas que tiene esta ciudad. Sigamos caminando juntos, esperando y sembrando en vistas a resultados a largo plazo, viviendo la fraternidad.
Seamos prójimos. Hay un término que me gusta mucho y en algunos lugares de México se utiliza: la acercanza. Un término que nos ayuda a ir más allá de una proximidad física, a dar un paso para tener una proximidad afectiva. Aprender a amar es el objetivo que tenemos todos los días, por favor no lo desperdiciemos. Hay testimonios de gran proximidad afectiva, de acercanza al pueblo de Dios: el Tata Vasco, san Ezequiel Moreno, san Rafael Guízar y Valencia, ellos siguieron a Jesús desde el servicio atento y comprometido, a pesar de la difamación y las envidias, su único fin era estar cercano a los más débiles y lo consiguieron.
El amor desarmado y desarmante de Jesús me invita a acoger la misericordia y ser misericordioso con los más débiles de nuestra sociedad. Así lo comparto hoy delante del pueblo santo y fiel de Dios y ante la imagen de nuestra querida Virgen de Guadalupe: misericordia pido, misericordia quiero.