“Gracias, Señor, y gracias a todas las personas que en Cuba viven, aman y sueñan un mañana mejor y ponen su esperanza en Dios. He vivido tres meses en la comunidad San Ezequiel de Banes y he caminado con este pueblo sencillo y necesitado que con agradecimiento humilde acude a María, Virgen de la Caridad, pidiendo vivir con dignidad, paz y la bendición de Dios”. Así cierra Miró su relato sobre Cuba.
Gracias a mi comunidad misionera
El 14 de junio viajé de Madrid a La Habana, ligero de equipaje personal pero cargado de alimentos y con cuatro inyectores para reparar el coche Fiat. Sin problemas en la aduana. Ismael Xuruc (guatemalteco), prior de la comunidad, me esperaba en el aeropuerto. Al amanecer del día siguiente emprendimos el viaje de trece horas en coche hasta llegar a Banes. Allí me esperaban los otros dos miembros de la comunidad: Noé Servín (mexicano) y Julián Vallejos (peruano). A los pocos días de mi llegada fuimos a un encuentro sacerdotal en Holguíny allí saludamos al obispo de la diócesis monseñor Emilio Aranguren y al obispo auxiliar monseñor Marcos Pirán.
El 24 de julio se incorporó a la comunidad Kennet Pahamutang(filipino) procedente de México, donde residió unos meses. En la iglesia, junto a la imagen de la Virgen de la Caridad, está la fotografía de nuestro hermano filipino Joel Naranja, que dejó su vida en Cuba, víctima de la pandemia. El 8 de agosto celebramos el primer aniversario de su muerte.
Al ser nombrado consejero general Ismael Xuruc, el prior general nombró superior de la comunidad San Ezequiel de Banes a Joseph Shonibare (nigeriano), llegó el 2 de septiembre procedente de la Misión de Pauiní, Amazonas, Brasil.
Junto a los hermanos de comunidad se sucedieron las vivencias sencillas y emotivas de cada día: la oración y la Eucaristía en común, conversaciones amenas sobre recuerdos, acontecimientos del día, averías de los carros, noticias de la Orden y proyectos pastorales. Las parroquias se atienden “in solidum”, si bien cada uno se responsabiliza de una de ellas. Los hermanos me facilitaron que conociera y estuviera con la gente. Tenía que asimilar el “cubaneo” para conocer y querer a este pueblo, escuchar sus inquietudes, necesidades y deseos. De poco me servían los esquemas preconcebidos, había que partir de lo bueno que hay en el fondo de todo corazón y transmitir el amor de Cristo, amor que libera y salva.
En las eucaristías que celebré en cada una de las parroquias y comunidades, en los bautizos que administré en Banes, en las visitas a los enfermos en Báguanos y en las confirmaciones de Antilla me sentí en sintonía con la misión de la comunidad. Las eucaristías de los domingos en Banes transmitidas en Facebook eran seguidas por los que no iban a la iglesia e incluso por cubanos del exterior.
Las reuniones todos los jueves con el grupo de la incipiente Fraternidad Seglar Agustino-Recoleta de Banes me animaban a compartir la fe con sencillez y a admirar la acción de Dios en este pueblo. Conocía los nombres de personas concretas, nos ayudaban a la comunidad y sentíamos su cercanía y afecto. Las despedidas a Ismaelen Tacajó y en Báguanos y la despedida del grupo de la Fraternidad y de algunas personas fueron muy emotivas. Aún resuenan en mi interior saludos y despedidas: “Gracias por venir a Cuba”, “Ahora que ya le queríamos… ¿Cuándo volverá?”
Virgen de la Caridad del Cobre
En el corazón de todo cubano late el amor filial a la Virgen de la Caridad:
“Madre que en tierra cubana,
riegas desde lo alto tu amor,
Madre del pobre y del que sufre,
Madre de alegría y dolor”.
La Virgen Mambisa es referencia en la identidad de este pueblo. En Banes, donde reside la comunidad, me sorprendía que muchas personas acudían a la iglesia para rezar a la Virgen de la Caridad, ofrecían una limosna, encendían una vela o dejaban unas flores.
En la novena antes de la fiesta de la Virgen de la Caridad se veneraba cada día la imagen en una casa de un barrio del pueblo y concluía la jornada con la celebración de la Eucaristía en dicha casa. Terminada la misa, la imagen de la Virgen iluminada sobre el jeep, al son de cantos marianos se llevaba a la iglesia. Durante el recorrido la gente aplaudía a su Virgen. El 8 de septiembre fue la gran fiesta; la alegría y la devoción popular se manifestaban en la procesión que presidí por las calles de Báguanos llevando la imagen de la Virgen en un triciclo. Keneth tuvo la celebración en Tacajó, Noé en Antilla. Al atardecer, llegamos a la Eucaristía después de la concurrida procesión por Banes donde la imagen de la Virgen recorrió las calles sobre un jeep. En la iglesia había gente rezando todo el día. No me podía imaginar que el templo parroquial estuviera abarrotado de fieles –niños, jóvenes y mayores– en la celebración de la solemne Eucaristía. El coro parroquial entonaba con fervor sus cantos a María.
Gracias, Señor, y gracias a todas las personas que en Cuba viven, aman y sueñan un mañana mejor y ponen su esperanza en Dios. He vivido tres meses en la comunidad San Ezequiel de Banes y he caminado con este pueblo sencillo y necesitado que con agradecimiento humilde acude a María, Virgen de la Caridad, pidiendo vivir con dignidad, paz y la bendición de Dios.
«Gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla» (Mt 11, 25).