
El 12 de octubre los agustinos recoletos de la Casa de Formación San Agustín de Las Rozas (Madrid) festejaron a la Virgen del Pilar y el Día de la Hispanidad, una celebración de especial significado para esta comunidad religiosa formada por frailes de Brasil, China, Costa Rica, España y México, y en la que participaron Marlon Beof, de origen filipino, y Rafael Castillo, estadounidense, vicario y primer consejero, respectivamente, de la Vicaría de Estados Unidos.
De víspera, los profesos temporales de esta Casa de Formación comenzaron los preparativos: ensayo de cantos, decoración de la capilla para la Eucaristía, el comedor, el menú para la cena, etcétera.
La misa fue presidida por el agustino recoleto de origen mexicano, Alfonso Julián Dávila Lomelí. Le acompañaron en el presbiterio, el prior provincial de la Provincia de San Nicolás de Tolentino, Carlos González y el maestro de profesos temporales Luis Diego Ramírez, junto con otros doce agustinos recoletos y un jesuita, profesor en la Universidad de Comillas, Madrid.
Alfonso, en la que él mismo llamó su «cantamisa en esta casa», recordó a los religiosos la importancia de María en sus vidas, les hizo rememorar el día de su profesión, cuando invocaron la protección de la Virgen María, y resaltó el papel unificador de María en las diversas culturas, especialmente hispanas. Finalmente, animó a confiar en las manos de nuestra madre los destinos de los pueblos.
Las imágenes de María en sus advocaciones del Pilar -España-, Aparecida -Brasil-, Guadalupe -México- y Reina de los Ángeles -Costa Rica-, presidían la celebración delante del altar, con la intención de animar a orar de forma especial por los países en ellas representados.
Se sumaron a la fiesta como invitados otros frailes agustinos recoletos, compañeros y profesores de la Universidad Pontificia de Comillas, y amigos de la parroquia de San Miguel de Las Rozas.
Los cantos de la misa, alegres, fueron interpretados excelentemente bajo la batuta del profesor José Bernardo Álvarez de Benito.
Después de la Misa, pasaron todos al comedor para compartir deliciosos “platillos” iberoamericanos preparados por los profesos temporales al gusto de sus respectivos países.
La celebración de esta fiesta adquiere pleno sentido en una comunidad de esta naturaleza: multicultural, multinacional y multilingüística. Una ocasión especial para hacer realidad el ideal agustiniano de la comunión en la diversidad, recordar lo mejor de la historia compartida entre los pueblos, sin que las diferencias impidan la comunión de vida y de fe, y, sobre todo, el cultivo de la devoción a la común Madre del cielo bajo las diversas advocaciones.