Con motivo de las fiestas agustinianas de agosto, el prior general de la Orden de Agustinos Recoletos, Miguel Ángel Hernández, ha enviado una comunicación a los religiosos de la Orden recordando a tres santos que pueden iluminar y dar pistas de futuro a la hora de marcar el rumbo de la Familia Agustino-Recoleta en los próximos años.
El prior general de los Agustinos Recoletos, Miguel Ángel Hernández, ha querido aprovechar la segunda quincena de agosto, días de especial carácter agustiniano, con un mensaje a todos los religiosos en el marco de “nueva etapa” que viven los Agustinos Recoletos tras la celebración del Capítulo General y de los cuatro Capítulos Provinciales durante el año 2022.
En este clima que parte de los nuevos Proyectos de Vida y Misión, el prior general recuerda los objetivos principales que se han marcado, que tienen mucho que ver con el acompañamiento, con colocar el carisma en manos de los laicos, y con recuperar el espíritu misionero.
El prior general parte así de las tres figuras que marcan estas celebraciones: san Ezequiel Moreno (19 de agosto), santa Mónica (27 de agosto) y san Agustín (28 de agosto).
San Ezequiel Moreno, modelo misionero de fraile y obispo.
Misionero en Filipinas, formador de misioneros en España y restaurador de las misiones en Colombia, la preocupación principal de Ezequiel era que los misioneros pudieran vivir en comunidad, evitar la soledad y la falta de comunicación y favorecer así su entrega y su vivencia vocacional. También recuerda el prior general su entrega a los desfavorecidos allí por donde pasó, haciendo frente a calamidades sociales y hambrunas.
De este santo propone Hernández aprender para revitalizar el espíritu misionero, aplicar sin miedo el coraje que exige una Iglesia en salida, lejos de los despachos y de las comodidades; y anima a los religiosos jóvenes a tener la experiencia misionera y salir al encuentro de los alejados, en las periferias existenciales, al servicio de los desfavorecidos.
Santa Mónica, modelo de “acompañante”.
La segunda propuesta del prior general en su mensaje es santa Mónica, de la que destaca su misión de “acompañar la vida de aquellos que Dios le había confiado” y la importancia que dio dentro de ese acompañamiento a su propio testimonio de vida.
De ahí que el prior general anime a los religiosos de la Orden indicándoles:
“Tenemos que ser personas creíbles que viven lo que dicen y hablan de lo que viven. Si no somos fiables, ¿quién confiará en nosotros?; si nuestra vida no apunta hacia Dios, ¿quién querrá escucharnos y mucho menos seguirnos?”
También de Mónica destaca que supo esperar los momentos oportunos para dialogar, corregir y aconsejar; que además de su ejemplo, ofrecía su oración continua por los suyos; y que antes de ser “compañera” se dejó ella misma acompañar desde la humildad y supo pedir orientación y consejo.
San Agustín y su carisma, en manos de los laicos.
El prior general recuerda, por último, la experiencia de vida común de Agustín de Hipona en Casiciaco:
“Creo que la imagen de Casiciaco refleja muy bien el espíritu de lo que queremos decir y lo que nos pide el Santo Padre, cuando hablamos de poner el carisma en manos de los laicos. (…) En la escuela del Señor todos somos condiscípulos y cada uno aporta al común lo mejor de sí, siempre inspirados por la luz de las Sagradas Escrituras y la oración compartida. Entre todos se construye la comunidad, entre todos se busca la verdad, entre todos se alcanza a Dios.
Y continúa:
Casiciaco se va haciendo y construyendo entre todos. No es Agustín el que decide y los demás los que secundan. Así tiene que ser nuestro caminar con los laicos, codo con codo, juntos en la reflexión, juntos en la oración y el discernimiento, juntos en la organización, juntos en la toma de decisiones, juntos en la ejecución de lo decidido, juntos compartiendo la vida y la misión”.
Celebrar de verdad a los santos es imitarles
Termina su mensaje el prior general:
“Dice Agustín que celebrar los santos y no imitar sus virtudes es celebrar con mentira. Ojalá que estos tres santos inspiren e iluminen nuestra acción y misión. (…)
Que contemplando a san Ezequiel y su pasión por el Reino, nuestros corazones se inflamen de ardor misionero y se dispongan a servir al Señor en donde Él quiera, especialmente entre los más desfavorecidos.
Que contemplando a santa Mónica descubramos caminos de acompañamiento o, por lo menos, algunos elementos necesarios en el arte de acompañar.
Que contemplando a san Agustín entendamos que él es patrimonio de la Iglesia y de la humanidad y que tenemos que aprender a compartir la vida y la misión con nuestros colaboradores laicos.
Que contemplando a la Virgen de la Consolación sintamos la urgencia y la alegría de hacer lo que el Señor nos pide. Y que Ella interceda para que no falte en nuestra Orden el vino de la paz, de la concordia y de la fraternidad, el vino del servicio y de la entrega, el vino de la gracia, de la perseverancia y de la fidelidad”.