Homilía de presentación del nuevo prior provincial de la Provincia de San Nicolás de Tolentino, Carlos González, con una visión programática para el cuatrienio que comienza tras la celebración del 128º Capítulo de la Provincia de San Nicolás de Tolentino en Marcilla (Navarra, España), celebrado entre el 20 y el 30 de junio de 2022.
En primer lugar quiero agradecer la confianza que me han dado para realizar este servicio, el servicio de prior provincial. Sé lo importante que es ser el animador de los cerca de 300 religiosos que somos.
Por eso, porque soy consciente de esta importancia, me pongo frente a tres testigos de un camino de fe, tres grandes, personas significativas para mí en las que me inspiro y me apoyo.
La primera es Abraham. Cuando yo era niño iba a la casa de la doctrina, el lugar donde nos enseñaban el catecismo, y tanto allí como en el colegio que llevaban las religiosas, nos contaban historias de los grandes personajes de la Biblia.
A mí me entusiasmaban. Una de las historias que captó mi atención de una manera fuerte, honda, fue la historia de Abraham. Conocemos muy bien todo lo que tiene que vivir Abraham, y uno de los momentos fuertes y de sus grandes frases es cuando con su hijo Isaac sube al monte Moria para el sacrificio. El hijo le pregunta dónde está la víctima, y la respuesta es “Dios proveerá”.
Confianza. Abraham me enseña lo importante que es la confianza en Dios, incluso en momentos difíciles. Creo que la Provincia pasa por un momento exigente, por una situación que todos vemos no es fácil sobrellevar. Pero más grande que eso es la presencia de Dios y, por lo tanto, Abraham, personaje de honda confianza en Dios, me enseña y creo que nos enseña a confiar en Dios.
El segundo personaje significativo es María, mi madre, nuestra madre. Maestra. El momento específico que me viene a la mente es cuando el ángel le pide, de parte de Dios, que coopere en la obra de la Salvación y ella, con esa decisión tan grande, acepta. Una aceptación incondicional: hágase en mí según tu Palabra. Sí, lo que Dios quiere, lo hace.
Me enseña la importancia que tiene la aceptación incondicional. Y la va secundando, porque posteriormente sigue escuchando la Palabra de Dios, en los acontecimientos, lo que Dios quiere para ella, lo que le pide; interioriza, le da vueltas, y responde. Aceptación incondicional de la voluntad de Dios y respuesta siempre atenta, siempre haciendo aquello que conviene, que secunda el plan de Dios. Confianza y aceptación incondicional.
La tercera persona es el Espíritu Santo, mi amigo, nuestro amigo, abundancia de vida y abundancia de amor. Nos llena de vida, es el soplo vital, personalmente y como Familia es la fuerza de Dios que llena nuestro corazón. Para mí hay una frase que san Agustín repite muchísimo, tomada de la carta de san Pablo a los Romanos (5,5): el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado.
Hay abundancia de vida y hay abundancia de amor. El Espíritu Santo ha colocado en nuestra mente, en nuestro ser, en nuestros corazones, esa abundancia. Por lo tanto podemos caminar porque el Espíritu nos acompaña.
¿De quién es el proyecto que nosotros estamos emprendiendo? De Dios. El proyecto, el sueño, es de Dios. Jesucristo nos lo comunicó y lo tenemos en los Evangelios. El tiene un proyecto maravilloso para todos los seres humanos, el texto de las Bienaventuranzas nos lo indica con una precisión extraordinaria: hay está una síntesis del proyecto de Dios, de Jesús de Nazaret, para todos nosotros. Seremos felices en ese compromiso y construcción del Reino del Amor.
Tenemos la certeza de que construyendo este Reino de amor de Jesús todo va a ir muy bien. Ese proyecto lo queremos vivir a la manera de san Agustín. Fue el Espíritu Santo el que nos hizo el regalo de nuestro carisma precisamente para construir ese proyecto y ese sueño de Jesús.
Y se nos pregunta si queremos sumarnos a ese proyecto y sueño de Jesús a la manera de Agustín con nuestro carisma; y como Familia religiosa hemos dicho que sí y el Espíritu Santo está acompañándonos con su abundancia de vida y de amor para que, efectivamente, aportemos nuestra parte como Familia Agustino-Recoleta en la Iglesia y en este mundo.
Hemos estado reunidos nueve días con un objetivo claro: entre todos, establecer un Proyecto de vida y misión para los cerca de 300 religiosos que somos y que queremos sea la línea conductora para los siguientes cuatro años.
Este Proyecto de vida y misión solamente tiene sentido si bebe y secunda el proyecto de Jesús a la manera de Agustín, tal como nos lo dejó en la Regla y como está inspirado en nuestras Constituciones. Solamente así tiene sentido. ¿Por qué 63 decisiones? ¿Es que hacen falta si ya tenemos la ruta clara en el Evangelio, en la Regla y en las Constituciones?
No es lo esencial, desde luego, pero sí son indicaciones precisas en el aquí y en el ahora de nuestras comunidades, de nuestros servicios. Por tanto, tienen su importancia. ¿Vamos a cumplir este sueño concretado en el Proyecto de vida y misión o se nos va a quedar a medias? No lo sé. Lo que sí me queda claro es que uno es el ideal y otra es la realidad.
Traigo a colación aquella frase de Albert Schweitzer: “Los sueños e ideales son como las estrellas. Nunca las alcanzamos, pero guían nuestro camino”. El Evangelio no lo alcanzamos, es un ideal que nos ayuda a caminar. La Regla no la cumplimos de manera perfecta, es un sueño que está allí y queremos vivir. Tampoco el Proyecto de vida y misión de la Provincia lo vamos a cumplir de manera perfecta porque es un ideal, es un sueño.
Con esto, no quiero decir que estoy invitando a hacerlo de cualquier manera y lo dejemos a un lado. Hay que buscar las mejores condiciones para llevarlo adelante. Lo que quiero decir es que hay que ser realistas, y hay elementos que se pueden llevar adelante y hay elementos que no se pueden llevar adelante.
Como quiera que sea, lo más grande que hemos hecho aquí en estos nueve días y en todo el tiempo de preparación donde estuvieron nuestras comunidades reunidas, dialogando, aportando sugerencias; nuestros laicos en las Fraternidades Seglares y las JAR, todos los miembros de la Familia, todo ese trabajo anterior y todo el trabajo durante el Capítulo, eso es lo rico, y eso es más importante que las 63 Decisiones que escribimos en nuestro Proyecto de vida y misión.
¿Por qué digo que es más importante? Porque en todo el trabajo anterior está recogido el espíritu de lo que queremos, están recogidos los sueños, las necesidades, aquello que nos ayuda a caminar, lo que queremos.
El documento que va a aparecer en unos días escrito y que todos tendremos en mano concreta algunos de los elementos, no todos, de este espíritu que va por dentro, que está más abajo. Por lo tanto es más importante todo ese diálogo que hemos tenido, intercambio de ideas, enriquecimiento con las ideas de los otros, aportar las nuestras, esas inquietudes que hemos podido sopesar…
Todo ese espíritu es más grande que el folleto, y este es el que nos va a acompañar y nos va a ayudar a caminar. Tres caminos se nos piden, como religiosos, para que sepamos vivir nuestro evangelio, nuestra Regla, nuestras Constituciones, el Proyecto de vida y misión. Tres elementos:
- Que sepamos ir al desierto, al encuentro con Dios.
- Que sepamos ir a la comunidad para dialogar, ayudarnos y trabajar juntos.
- Que sepamos ir a los necesitados, especialmente a los lugares que llamamos de periferia.
Tres caminos: el encuentro con Dios, el encuentro entre nosotros, fraterno, el encuentro con las personas a las que servimos, los necesitamos. Conocemos muy bien estas tres claves. Le pido al Espíritu Santo que destrabe nuestros miedos, que destrabe nuestras dificultades, el problema no está en Él porque Él es abundancia; el problema lo tenemos nosotros cuando no nos dejamos mover por la abundancia de vida y amor que vienen del Espíritu Santo.
Concluyo con un pensamiento. Cuando estábamos estos días trabajando y llegaban todos esos mensajes, todos tenían un denominador común: el Espíritu Santo: que la sabiduría del Espíritu Santo, que la fuerza del Espíritu Santo, que el amor del Espíritu Santo sean la clave en vuestra reunión capitular, que sepan secundar la inspiración del Espíritu Santo…
De manera personal a mí me lo decían, que sepas ser el guía, rompe tus miedos, rompe tus tibiezas, y solo hay una manera, ábrete a la fuerza del Espíritu Santo.
Entre los muchos mensajes me llegó uno de uno de los profesos simples, una cita de Benedicto XVI que quiero compartir con vosotros. En la fraternidad es importante esta cadena: él me regaló este pensamiento y yo os lo regalo ahora, porque creo que es fundamental para este servicio que ahora inicio y para todos los que estamos realizando servicios para nuestra Familia y para la Iglesia, y creo que somos todos. Y dice así:
“Por tanto, en la medida en que crece nuestra unión con el Señor y se intensifica nuestra oración, también nosotros vamos a lo esencial y comprendemos que no es el poder de nuestros medios, de nuestras virtudes, de nuestras capacidades, el que realiza el reino de Dios, sino que es Dios quien obra maravillas precisamente a través de nuestra debilidad, de nuestra inadecuación al encargo. Por eso, debemos tener la humildad de no confiar simplemente en nosotros mismos, sino de trabajar en la viña del Señor, con su ayuda, abandonándonos a él como frágiles vasijas de barro”. [Benedicto XVI, audiencia general del miércoles 13 de junio de 2012].
Confío en Dios, acepto lo que él me pide, le pido al Espíritu Santo que su abundancia rompa mis fragilidades y mis flaquezas.
Termino. El obispo de esta Diócesis, Francisco, el día que nos visitó, nos hablaba de esa frase atribuida a san Agustín pero que no es de san Agustín, no sabemos de quién sea, pero que es bien valiosa. Nosotros caminamos de manera fraterna, como grupo, trabajando en equipo, es el ideal.
La frase dice: In necessariis unitas, in dubiis libertas, in omnibus caritas. En lo esencial, en lo necesario, que haya unidad; en lo dudoso, en lo secundario, que haya libertad; pero que en todo vivamos la caridad.