En la sección Nosotros presentamos una breve historia de la Orden de Agustinos Recoletos, una más completa historia de la Provincia de San Nicolás de Tolentino y algunos de los rasgos principales de nuestra espiritualidad, carisma y de nuestro santo patrón, Nicolás de Tolentino.
FORMACIÓN
Nicolás nace el año 1245 en Sant’Angelo in Pontano, en el centro-oriente de Italia. Profesa como agustino en 1261 y recibe su formación en los conventos de la Orden hasta llegar al sacerdocio en 1270.
Una vez ordenado, vive durante seis años por varios conventos de su región natal. Pertenece a una orden de las llamadas “mendicantes”, que están surgiendo entonces. Sus miembros se llaman “frailes” (de frater, hermano en latín), y el fraile va y viene, siempre al servicio de la gente.
UN ASCETA
Después de esta primera etapa casi itinerante, cuando frisa ya los 30 años de edad, Nicolás es trasladado a Tolentino, siempre dentro de esa misma región italiana.
Este, el de Tolentino, es el Nicolás por excelencia, el santo. Un santo austero y penitente; muy mortificado, por ejemplo, en la comida. De no ser en caso de enfermedad grave, ayuna cuatro veces por semana y, en los tiempos de adviento y cuaresma, todos los días. Y cuando no ayuna, su alimentación es extremadamente parca, a base de verduras, legumbres y algo de pan. En los últimos treinta años de su vida no prueba la carne, ni leche, pescado o fruta.
DE MUCHA ORACIÓN
Claro, que la ascesis no puede entenderse ni vivirse sin la oración, que es su savia vital. Y Nicolás es un orante extraordinario. Consagra a la oración no menos de 15 horas al día: toda la jornada, a excepción de tres horas de sueño, otras tres que dedicaba a confesar y demás ocupaciones y, en fin, los tiempos de las comidas.
En cuanto a su manera de rezar, el centro es siempre la liturgia. Nunca deja de asistir al coro, al oficio divino, ni aun en lo más crítico de sus enfermedades; será siempre el primero en entrar y el último en salir. Y nunca deja la misa, su alimento. Muchos testigos contarán cómo les impactaba su forma de celebrarla.
ENTRAÑABLE
Pero no es, ni mucho menos, un asceta huraño. En esto coinciden los testimonios. Citamos uno entre muchos: “Era caritativo y comprensivo, y se apenaba mucho por las necesidades y enfermedades de los enfermos, y disfrutaba mucho con sus alegrías; y era muy afable y humano en el trato con los hermanos”.
Y con los seglares, lo mismo: es acogedor y atento. Por más enfermo que se encuentre, a cuantos se acerquen a él o a su celda los acoge de buen humor, con muestras de comprensión y disponibilidad.
La mejor prueba la dará en el confesonario. No hay más que ver que casi todo Tolentino se confiesa con él, y él está todo el día a disposición de cualquiera.
CON LOS POBRES
Como buen fraile mendicante, Nicolás está hecho al roce con la gente, sobre todo con los humildes. Hace propias las alegrías y penurias cotidianas de la gente. A todos acoge en su celda y en todas las casas es acogido con calor.
La forma de apostolado social más de su gusto será la visita. Al cabo de 20, 30 y hasta 40 años, algunos testigos del proceso aún lo recuerdan recorriendo las zonas deprimidas de Tolentino, y llegan a recordar por su nombre a más de un centenar de necesitados asistidos por él.
MUERTE
Después de 60 años de entrega a Dios y a los hombres, Nicolás está al límite de sus fuerzas. Pasada la fiesta de san Agustín (28 de agosto) del año 1305, ya no puede levantarse a celebrar. No cesa de orar. En la fiesta del nacimiento de la Virgen, día 8 de septiembre, pide los sacramentos. En la madrugada del 10, se despide de la comunidad, pidiendo perdón. Expirará poco después, ese mismo día 10 de septiembre del año 1305.