La población de China vivió casi toda la primera mitad del siglo XX sufriendo las peores consecuencias y la destrucción de guerras y revoluciones.

Las misiones, proyectos sociales y acciones solidarias son una constante en la actuación de la Familia Agustino-Recoleta. La Provincia de San Nicolás de Tolentino ha vivido siempre en misión, pues su mismo nacimiento tuvo como motivo la apertura de las misiones de primera evangelización en la Filipinas del siglo XVII. Desde entonces desarrolla su actividad evangelizadora siguiendo el mandato de Jesús en los lugares hoy llamados «de frontera»: allí donde es necesario defender la dignidad de la vida humana, la justicia social, la igualdad de oportunidades, la defensa de los más vulnerables.

Durante quince años, China se congestiona en tres oleadas sucesivas de guerras: la chino-japonesa, la II Guerra Mundial y la revolución comunista. La carestía y el hambre se abaten sobre el pueblo y sobre los religiosos. Desde octubre de 1938 hasta su capitulación en la Segunda Guerra Mundial, el ejército japonés se adueña del territorio chino. Tras el ataque a Pearl Harbour, los aliados someten China a un estricto bloqueo económico y comercial que cortó las ayudas a la misión.

Los misioneros se encontraron incomunicados y pasaron hambre. El caos empeora porque los japoneses sólo vigilaban las ciudades y vías de transporte; el resto estaba en manos de bandidos. Pero a pesar de los bombardeos, la desmoralización y la destrucción, la actividad continúa, hasta el punto de que hubo en los momentos más difíciles gran fecundidad vocacional y muchas profesiones religiosas.

El 5 de junio de 1947 el vicariato fue elevado a diócesis y el 30 de enero del siguiente año Ochoa cesa en su cargo. La misión se encuentra sin cabeza y los misioneros comienzan a salir por falta de seguridad. El 20 de diciembre de 1949 se nombra al nuevo obispo: Arturo Quintanilla. No llegó a ejercer de pastor en su diócesis ni un año.

El fin de la Segunda Guerra Mundial precipitó la victoria del comunismo. El 1 de octubre de 1949, Mao Tse Tung proclama la República Popular China. Los comunistas ya habían ocupado un año antes la Misión de Kweiteh y prohibido el ministerio público de los misioneros. Los seminaristas salen para Hong Kong y España; se marchan las Misioneras Agustinas Recoletas, se dispensa de los votos a las catequistas de Cristo Rey, unos frailes huyen hacia Filipinas, Hong Kong o Shanghai y otros son apresados.

El 21 de septiembre de 1951 se expulsa a los últimos religiosos españoles, incluido el obispo. Los religiosos chinos son obligados a volver a sus casas o confinados en campos de trabajo y reeducación. Algunos morirán de hambre, sed, extenuación o en la más terrible soledad.

La misión se vino abajo, pero un arduo trabajo de más de 25 años dejó semillas enterradas, fieles comprometidos y algunos religiosos chinos que tras largos años de cárcel, de tormento y de aislamiento, harán resurgir a la misión de sus cenizas tres décadas después.

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