Agustín de Hipona es nuestro fundador y el padre de una extensa Familia Religiosa que sigue su Regla, sus enseñanzas y su forma de vida. En estas páginas nos acercamos a su biografía, su sensibilidad, su forma de vida y sus propuestas a hombres y mujeres de todos los tiempos.

A costa de muchos esfuerzos y años, la Recolección de mis hijos va recuperándose y asentándose de nuevo. De las vicisitudes del siglo XIX les quedará, sin embargo, una huella imborrable: desde entonces los que habían nacido para dedicarse a la contemplación en el convento, por fuerza de las circunstancias -en las que reconocen la mano de Dios-, se lanzan a la vida activa y ministerial.

Del cambio se levanta acta, en 1908, en el Capítulo de San Millán de la Cogolla (La Rioja, España), que acepta la vida activa como nueva orientación de la comunidad recoleta. En los años siguientes se va obrando el reajuste -legal y vital- de la Recolección, que, a partir de 1912, es reconocida por la Santa Sede como Orden de pleno derecho, independiente a todos los efectos de la Orden agustiniana.

A partir de aquí, a lo largo del siglo XX, los recoletos toman más amplio vuelo y se abren a ministerios de muy diverso tipo: misiones, parroquias, colegios, obras benéficas… En una palabra, tratan de poner en práctica el principio que yo les había inculcado: estar siempre a la escucha de la voz de la Iglesia para atender a sus necesidades.

Por citar sólo una página gloriosa de la actividad recoleta en este siglo, mencionemos la misión que floreció, durante cerca de treinta años, en la China continental. En ella se multiplicaron conversiones y vocaciones. Todo se vio truncado por la expulsión de los misioneros, en 1953. Al otro lado del telón de bambú permaneció toda una cristiandad, de la que sólo en los últimos años se ha filtrado alguna noticia; una Iglesia de mártires que no para de crecer.

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