Las misiones, proyectos sociales y acciones solidarias son una constante en la actuación de la Familia Agustino-Recoleta. La Provincia de San Nicolás de Tolentino ha vivido siempre en misión, pues su mismo nacimiento tuvo como motivo la apertura de las misiones de primera evangelización en la Filipinas del siglo XVII. Desde entonces desarrolla su actividad evangelizadora siguiendo el mandato de Jesús en los lugares hoy llamados «de frontera»: allí donde es necesario defender la dignidad de la vida humana, la justicia social, la igualdad de oportunidades, la defensa de los más vulnerables.

Sierra Leona es una de las misiones vivas de la Orden de Agustinos Recoletos. Aunque fue abierta por la Provincia de San Nicolás de Tolentino, desde 1998 la gestión depende de la Provincia de San Ezequiel Moreno, aunque persiste una estrecha colaboración en recursos humanos y económicos y en proyectos de desarrollo.

La llegada de los Agustinos Recoletos a Sierra Leona tiene una larga prehistoria. En un acta del Consejo Provincial del 7 de diciembre de 1990 aparece por primera vez la posibilidad de una misión africana, al informar el prior provincial de una entrevista mantenida con Giorgio Biguzzi, obispo de Makeni, en Sierra Leona. Biguzzi, tras constatar la presencia de las Augustinian Recollect Sisters de Filipinas en Yele, escribió al provincial invitándole a abrir comunidades en su diócesis.

La idea de una fundación misional en África era inédita. Dos circunstancias prepararon el terreno: la presencia de las religiosas filipinas pertenecientes a la Familia Agustino-Recoleta; y la idea generalizada de que la Vicaría de Filipinas llegaría a ser Provincia independiente. La provincia naciente no debería carecer de un territorio misional, y Sierra Leona ofrecía un campo inexplorado, en un continente duro y con posibilidades de trabajo para una nueva comunidad religiosa angloparlante.

Sin embargo, algunas dificultades impedían una fundación. El 3 de septiembre de 1991 el prior provincial indica a Biguzzi que no es posible atender su pedido debido a la escasez de personal y la acusada dispersión de ministerios de la Provincia, que sólo se agravaría abriendo comunidades en un lugar tan distante y aislado del resto.

En el Capítulo Provincial de 1994 el asunto salió de nuevo a debate. El prior general informa de que la Congregación de Propaganda Fide, encargada de la gestión de las misiones católicas, podría proponer a la Orden una fundación en África. Además, varios obispos africanos se habían puesto en contacto con la curia general para pedir fundaciones de los Recoletos. El Capítulo dictaminó “que la Provincia esté abierta a la posibilidad de nuevas fundaciones que la Iglesia nos encomendare, teniendo en cuenta nuestro carisma misionero y el personal de que la Provincia dispone”.

En 1994 la Santa Sede pide directamente a la curia general en Roma que la Orden de Agustinos Recoletos tenga en cuenta la petición de Biguzzi. La curia general traslada la petición a la Provincia de San Nicolás por ser la que cuenta con más personal, tiene ministerios en países de lengua inglesa y por la cuestión de la nueva provincia filipina.

Desde el 26 de octubre de 1994 hasta el 29 de diciembre de 1996, fecha de la llegada de los Recoletos a África, se produjeron las deliberaciones del Consejo Provincial, el pedido de información más exhaustiva a Biguzzi, el viaje de un consejero y del secretario de la Provincia a Sierra Leona y la elección de los cinco religiosos que conformaron la comunidad, elegidos de entre los 10 que se presentaron voluntarios.

Primera comunidad agustino-recoleta de Sierra Leona a su llegada al país, con el obispo Biguzzi.

Los recoletos se hicieron cargo de la parroquia de Kamabai, en la Provincia Norte, distrito de Bombali, capital de la región de Biriwa. La comunidad recibió un nuevo impulso con la llegada de nuevos religiosos y la visita del prior provincial, incluso en el contexto de guerra civil en el que vivía el país.

La guerra civil de Sierra Leona comenzó el 23 de marzo de 1991, cuando el Frente Unido Revolucionario (RUF) con el apoyo del dictador liberiano Charles Taylor toma el sur y este del país, la zona rica en diamantes. Gran parte de la población se les suma, debido a la falta de gobierno, alta corrupción, miseria generalizada y por la existencia de multitud de niños y adolescentes que nada tenían que perder uniéndose a los rebeldes y confiando en sus promesas.

En abril de 1992 hay un golpe de estado militar. Y en 1993 el escenario se complica, una vez que el propio ejército se dedica al pillaje y al abuso de la población civil por la falta de salarios y formación de sus efectivos. El pueblo sufre por igual los desmanes del ejército y de los rebeldes y surgen grupos de autodefensa locales. El de Kamabai tendrá una labor fundamental ayudando a los religiosos a escapar.

Desde marzo de 1995 operaron en el país mercenarios sudafricanos que expulsan al RUF, se reinstaura un gobierno civil y se firman los Acuerdos de paz de Abiyán. La ONU obliga al nuevo gobierno a deshacerse de su contrato con los mercenarios. Es el intersticio de paz en el que llegan los Recoletos. Pero durante 1997 se complica la situación con nuevos actores: más desmanes en el ejército regular, grupos paramilitares (kamajor), rebeldes, todos entran en una dinámica de violencia y destrucción que copa los titulares y las televisiones del mundo entero. Los misioneros, en medio de la situación tensa, continúan como pueden con sus trabajos.

En mayo de 1997 una amplia parte del ejército dirigida por Johnny Paul Koroma da un golpe de Estado, crea el Consejo Revolucionario de las Fuerzas Armadas (AFRC), se alía con el RUF y declara la guerra al gobierno civil. Toman Freetown, la capital, y comienza la época de mayor violencia, saqueos, violaciones e inestabilidad absoluta.

Las fuerzas internacionales de África Occidental (ECOMOG) retoman la capital y expulsan al AFRC y al RUF hacia las fronteras, en un camino en el que siembran la destrucción y la muerte. El sábado 14 de febrero de 1998 un agustino recoleto es secuestrado en el hospital de los Hermanos de San Juan de Dios en Lunsar junto con algunos voluntarios y religiosos. El 27 de febrero fueron liberados tras arduas negociaciones en las que tomaron parte Biguzzi y diplomáticos españoles.

Un día después de aquel secuestro, el domingo 15 de febrero, los rebeldes llegan a Kamabai, y el resto de los recoletos huyen campo a través en un periplo que durará hasta su evacuación del país el 11 de marzo de 1998. La destrucción fue total en cuanto a las infraestructuras de la misión. Quedaron tan sólo dos recoletos, que abandonaron definitivamente el país el 12 enero de 1999 por la frontera guineana.

El 18 de enero de 2002, el presidente constitucional y elegido democráticamente, Ahmad Tejan Kabbah, declara la guerra civil como terminada tras dejar 50.000 muertos, millones de desplazados, una suma ingente de personas con miembros cercenados, violadas, huérfanas, un Estado insolvente, destrucción de infraestructuras y medios de producción y un salto atrás en la economía de unos 30 años. Se calcula que 1.270 escuelas primarias fueron completamente destruidas.

El 28 de marzo de 2004 los agustinos recoletos volvieron, tras un paréntesis de cinco años y tres meses. Desde entonces, la misión ha sido gestionada por la Provincia de San Ezequiel Moreno. El año 2006 se abre una nueva comunidad en Kamalo, al norte, una parroquia fronteriza con Guinea Conakry. En 2012 se programa la apertura en Freetown de otra comunidad de apoyo a ambas misiones del interior rural.

Los Agustinos Recoletos han dejado su marca en el país. La pastoral católica ejerce de motor, ejemplo y ánimo para toda la población, sin diferencia de edad, sexo, religión o pensamiento. Su trabajo en las áreas de educación, salud e infraestructuras ha sido reconocido por las autoridades locales y por la confianza depositada en los múltiples donantes privados y públicos que han financiado los proyectos de desarrollo.

El catolicismo es, en Sierra Leona, una minoría dentro de otra minoría, la cristiana. El país es mayoritariamente musulmán, aunque sin señales de fundamentalismo. La convivencia interreligiosa es natural y no supone dificultades añadidas.

La población católica está desperdigada, hay que recorrer muchos kilómetros por malos caminos para encontrarse con unos pocos católicos, sin peso social. Las costumbres no evangelizadas ejercen una fuerte presión también dentro de la propia población católica: poligamia, trato machista habitual hombre-mujer, ritos de iniciación cruentos como la ablación genital, sociedades secretas, superchería, animismo, matrimonio infantil…

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