Desde su llegada los Agustinos Recoletos tuvieron contacto con los indígenas y siguieron una larga tradición eclesial de defensa de sus derechos contra los abusos de los conquistadores de la Amazonia.

Las misiones, proyectos sociales y acciones solidarias son una constante en la actuación de la Familia Agustino-Recoleta. La Provincia de San Nicolás de Tolentino ha vivido siempre en misión, pues su mismo nacimiento tuvo como motivo la apertura de las misiones de primera evangelización en la Filipinas del siglo XVII. Desde entonces desarrolla su actividad evangelizadora siguiendo el mandato de Jesús en los lugares hoy llamados «de frontera»: allí donde es necesario defender la dignidad de la vida humana, la justicia social, la igualdad de oportunidades, la defensa de los más vulnerables.

Pueblos indígenas

En las riberas del Purús han tenido su territorio natural los pueblos Apurinã, Banawã, Dení, Hi Merimã, Jamamadi, Jarawara, Juma, Kanamari, Kanamati, Kaxarari, Miranha, Paumari, Zuruahã y otros no contactados y, por tanto, sin nombre. Son en torno a 5.000 personas, con una progresiva recuperación poblacional en los últimos 15 años.

Los pueblos zuruahá, hi-merimã y los totalmente aislados mantienen su sistema social y cultural. En todo el resto de pueblos, la colonización desmanteló los valores culturales y religiosos indígenas.

Demarcaciones indígenas y territorios confirmados con existencia de pueblos indígenas en la Prelatura de Lábrea, Amazonas, Brasil

En 1988 fue promulgada la Constitución Federal, que reconoce a los indios su organización, costumbres, lenguas, creencias y tradiciones y la demarcación de sus tierras. A mediados de 2011 ya había un total de 46.000 km2 de tierras indígenas demarcadas en la Prelatura, y siguen abriéndose nuevos procesos.

La Iglesia ha sido pionera de la defensa de los derechos de los indios a través del CIMI (Consejo Indigenista Misionero). Sus trabajos antropológicos y su manera respetuosa de contacto han sido el primer paso para un presente más esperanzador en la defensa legal de los derechos de los pueblos indígenas.

La mayoría han sido absorbidos por la cultura occidental. Han perdido la lengua, los usos y las costumbres, la identidad nacional. La legislación ha permitido sólo en los últimos años que la escuela sea plenamente indígena, que parta de la cultura y de las exigencias indígenas, les enseñe sus derechos y los medios para defenderlos, que aprecie su lengua, costumbres y sabiduría popular.

Migraciones sociales

No se entiende la realidad humana de la misión de Lábrea sin referirse al Nordeste de Brasil, especialmente los estados de Ceará y Río Grande del Norte, donde están las raíces de la mayor parte de su población. En navíos llenos de gente, mal alimentados y con pocos recursos, arribaban al Purús con la idea de volver ricos. Abandonados en las orillas del río, tenían que dominar una naturaleza desconocida y hostil. Sin escuela, sin educación, explotados, sin posibilidad de progresar, su vida fue una perpetua lucha.

Con el paso de los años, la naturaleza enemiga se fue tornando compañera. Se mezcló con el indio y nació la raza cabocla. La mayoría guardan en la memoria a sus antepasados nordestinos.

Organización política y social

Constituidos los municipios, comenzó un lento y tenue desarrollo basado en la dependencia presupuestaria del Gobierno Federal en unas tierras pobres, sin industria, sin puestos de trabajo, lejos de cualquier lugar. El sistema social clasista persiste, los antiguos dueños de las explotaciones de caucho son hoy los políticos, con índices de corrupción altos en su gestión y un pueblo que depende de ellos para casi todo.

La “industria” que más puestos de trabajo ofrece son los ayuntamientos: los funcionarios. Cada municipio puede gastar en funcionarios hasta el 60% de su presupuesto. Dar empleo es una forma de dominio, una fuente de votos.

La falta de cultura y formación política ayuda a perpetuar la injusticia. Hay pocos grupos civiles organizados y detrás de los existentes ha estado y está la Iglesia. Hay problemas en la sanidad, justicia, educación, seguridad, servicios públicos de gestión oscura o corrupta, deficiente. La violencia institucional y policial es común.

Las pocas familias y empresas que detentan las propiedades poseen latifundios inmensos y son de fuera, de Manaos o São Paulo. Ni pisan ni saben dónde está su propiedad o cuáles son sus límites. En un estudio de los años 90 salió a la luz que las tierras registradas oficialmente en Canutama a nombre de unos pocos dueños, de ser reales, obligarían a que todo el municipio tuviese… ¡dos pisos!

Los grandes comerciantes imponen precios abusivos, incontrolados. Los alimentos básicos son caros; todo es importado, con la consecuencia lógica del hambre, la desnutrición y la miseria.

Los municipios

La Prelatura se divide en cuatro municipios, que coinciden con las parroquias. Estos son sus datos socio-geográficos (IBGE, 2010):

Municipio Área
(kms2)
Altitud sobre nivel del mar (m.) A Manaos
en línea recta (km.)
A Manaos
en barco (km.)
Población Urbana Población Rural Población Total
Tapauá 95.394 30 400 900 10.618 8.459 19.077
Canutama 24.027 30 650 1.600 6.682 6.045 12.727
Lábrea 66.993 60 820 1.800 24.207 13.494 37.701
Pauiní 42.651 100 1.400 3.000 9.264 8.889 18.153
TOTAL 229.065 50.771 36.887 87.658

 

Los grandes desafíos

El aislamiento, las distancias, la historia, los factores socio-económicos, psicológicos y religiosos, han marcado a la familia en el Purús. Comienzan a convivir sin conocerse, adolescentes, sin responsabilidades. Son comunes la infidelidad, el abandono, las borracheras, la explotación y la violencia de género. Las mujeres pasan de niñas a madres de repente; la dominación masculina es opresora. Aún así la familia del Purús suscita admiración por su espíritu de sacrificio, la paciencia, el sentido comunitario y de acogida a familiares y extraños, la hospitalidad.

Los jóvenes buscan horizontes prometedores en Manaos (Amazonas), Porto Velho (Rondônia) o Río Branco (Acre), las capitales de Estado más cercanas. La emigración es también interior, de las zonas rurales a las cabeceras, que han doblado su población en 20 años. En el censo del 2010 se reflejó, por primera vez, que en los cuatro municipios es mayor la población urbana que la rural. Pero en las cabeceras están la miseria del subdesarrollo —hambre, enfermedades, mortalidad, injusticias— y los vicios del desarrollo —tráfico de drogas, consumismo, precariedad laboral—.

Las enfermedades típicas, por sus características o incidencia, son la lepra, la malaria, la hepatitis, los parásitos intestinales, la leishmaniosis, la neumonía, el asma, la tuberculosis o el sarampión. Las muertes infantiles son frecuentes.

Una cultura de mezcla y mestizaje

La cultura local es una simbiosis de tradiciones, usos, mentalidad y costumbres indígenas y del legado cultural traído por nordestinos, misioneros y exploradores.

La cultura indígena es provisional. Nada es consistente, a no ser la fecundidad: no hay templos, graneros, arquitectura, escultura, pintura, túmulos funerarios. Son culturas de madera, agua y plumas. Los pueblos indígenas del Purús no alcanzaron la complejidad de incas, mayas o aztecas. Grupos de cien personas satisfacían sus necesidades de forma autosuficiente. Después de tres años, la tierra se agota, y hay que abandonar todo y partir hacia otro entorno que será, de nuevo, provisional.

En cuanto a la cultura nordestina, es visible especialmente a través de las fiestas populares (carnavales, fiestas de junio, honra de los patrones), de la manifestación popular de la fe y las tradiciones.

Educación

Se han hecho muchos esfuerzos en la educación de niños y adultos, y en la formación de los profesores. Tanto el Estado como los Municipios tienen redes de enseñanza e infraestructuras. Aún así, hay superpoblación en las aulas, falta de interés del alumnado, carencia de continuidad hacia la educación superior y bajos salarios y necesidad de formación superior para los profesores.

Los misioneros de los primeros tiempos previeron y sintieron la urgencia de la educación. Ya en 1936 se abrió una escuela parroquial en Lábrea con 90 alumnos. Las Misioneras Agustinas Recoletas, llegadas en 1937, abrieron el colegio “Nuestra Señora de la Consolación”. La Iglesia construyó las primeras escuelas: “Santa Rita” y “San Agustín” en Lábrea; “Eduardo Ribeiro” en Canutama; “Dom José Álvarez” en Tapauá.

En un principio la familia agustino-recoleta asumió toda la responsabilidad educativa, incluidas la escuela municipal de Tapauá y la enseñanza en Pauiní aún antes de la fundación del municipio. La tarea fue tan absorbente que se necesitó personal dedicado totalmente a ello. Los hermanos maristas de São Paulo llegaron en 1967, primero a Lábrea y después a Canutama y Tapauá. Actualmente siguen en Lábrea.

La Iglesia de Lábrea estimuló también la formación para el trabajo, con talleres y cursos para que las amas de casa aprendiesen a coser y bordar, a cocinar, alimentación alternativa, higiene, etc. También promovió experiencias de alfabetización de adultos. Actualmente, los centros de atención al menor, “Centro Esperança”, ofrecen formación semi-profesional a los adolescentes en Lábrea, Tapauá y Pauiní.

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