Agustín de Hipona es nuestro fundador y el padre de una extensa Familia Religiosa que sigue su Regla, sus enseñanzas y su forma de vida. En estas páginas nos acercamos a su biografía, su sensibilidad, su forma de vida y sus propuestas a hombres y mujeres de todos los tiempos.

El personaje que va a tomar la palabra está considerado en los libros como uno de los sabios más grandes que ha habido. Se le ha representado siempre como un Santo Padre y Doctor de la Iglesia, el mayor de todos. Los maestros del arte lo retratan serio, solemne, imponente. Pero todo eso a él le importa poco. Agustín no fue ni es de los que se buscan auditorios complacientes a los que deslumbrar con su rollo. Lo que él intenta, más bien, es hacerse el encontradizo con la gente, salir al paso de las personas concretas -de ti o de mí- entablar conversación a solas y compartir experiencias.

Comprobarás que somos muchos los que podemos identificarnos con él. Tú, que eres un profesional, o un intelectual, o un artista con futuro; o tú, que has quedado atrapado en las doctrinas viscosas de las ideologías, de las sectas, de los fanatismos; o aquél, que se ha dejado esclavizar por el sexo o los placeres; o aquel otro, que por encima de todo ama apasionadamente a sus amigos; o el de más allá, que, sencillamente, es buena persona pero se siente vacío. Todos somos Agustín. Él recopila muchas de nuestras aficiones o pasiones. En él se entrecruzan nuestras trayectorias vitales.

A lo largo de más de quince siglos, son muchos los que se han mirado en el espejo de Agustín. Los que han querido calcar su experiencia y reproducirla a escala en la propia vida. Son los agustinos, de los que él también habla aquí. Y los recoletos, que brotan de su mismo tallo, al empuje de su misma savia, con la misma aspiración hacia el sol que él tenía. Todos ellos forman el cauce por el que el caudal vital de Agustín llega poderoso hasta quienes vivimos a este lado del año 2000.

Calidad de vida contrastada: eso es lo que Agustín y los agustinos podemos ofrecer. Ser otros ‘agustines’, eso es lo que deseamos a todos los lectores.

El árbol que plantó Agustín. Pablo Panedas y Antonio Sánchez Carazo.

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