En la sección Nosotros presentamos una breve historia de la Orden de Agustinos Recoletos, una más completa historia de la Provincia de San Nicolás de Tolentino y algunos de los rasgos principales de nuestra espiritualidad, carisma y de nuestro santo patrón, Nicolás de Tolentino.

La Recolección Agustiniana surgió de un modo de entender la vida agustiniana, que hunde sus raíces en la reforma tridentina y en el ansia de vivir una vida más perfecta. Entre 1540 y 1588 fueron apareciendo entre los agustinos españoles deseos de trasplantar a su orden los ideales que estaban transformando la estructura espiritual e institucional de otras. Los primeros misioneros de México y Tomé de Jesús fueron sus principales representantes.

Tras varios intentos infructuosos, su sueño, impulsado por Jerónimo de Guevara y Luis de León y favorecido por Felipe II, comenzó a hacerse realidad en 1588. El día 5 de diciembre el capítulo provincial de Castilla, reunido en Toledo bajo la presidencia del cardenal Gregorio Petrocchini, general de la orden, mandó erigir en la provincia «tres o más monasterios de varones y otros tantos de mujeres en los que se practicase un género de vida más austera, la que, tras madura reflexión, reglamentase nuestro padre provincial con su definitorio».

El día 20 de septiembre de 1589 el consejo provincial aprobó su forma de vivir, redactada por fray Luis de León. Sus 14 capítulos giran en torno al espíritu de oración, a la igualdad que debe reinar entre todos los religiosos y a la ascesis.

Un mes más tarde, el día 19 de octubre, se instalaba en el convento de Talavera de la Reina (Toledo) la primera comunidad recoleta. La componían ocho religiosos encabezados por Francisco Briones y José de la Parada. Su vida era pobre, austera y totalmente referida a Dios. La buena armonía entre calzados y descalzos facilitó la inmediata fundación de dos nuevos conventos en los pueblos vallisoletanos de El Portillo (mayo de 1590) y Nava del Rey (junio de 1591).

Tensiones muy comprensibles con los superiores de la provincia frenaron la marcha de los recoletos, pero no lograron detenerla. En 1596 se establecen en Madrid, donde no tardarían en construir su sede central; y en 1600, en El Toboso. Dos años más tarde Roma formaba con sus cinco conventos una provincia dedicada a san Agustín.

El espaldarazo romano reavivó las esperanzas de los recoletos. Con el apoyo del pueblo fiel afianzaron su presencia en Castilla y comenzaron a interesarse por otras regiones de España. Año tras año van dando vida a nuevos conventos en Aragón, Castilla, Cataluña, Extremadura, Valencia, La Mancha y Andalucía. En 1619 se establecieron en Roma.

Simultáneamente organizan el noviciado y los estudios propios, y sus ideales cruzan los océanos. El año 1604 inician su andadura en torno a la ermita colombiana de La Candelaria los primeros recoletos americanos. Al año siguiente los españoles se asocian a la vanguardia misional de la Iglesia zarpando para las lejanas tierras de Filipinas.

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