Agustín de Hipona es nuestro fundador y el padre de una extensa Familia Religiosa que sigue su Regla, sus enseñanzas y su forma de vida. En estas páginas nos acercamos a su biografía, su sensibilidad, su forma de vida y sus propuestas a hombres y mujeres de todos los tiempos.

Decidí comenzar a vivir imitando a aquellos monjes que había conocido por el relato de Ponticiano. Para no llamar la atención, seguí dando clase algunos días más, hasta las vacaciones. Luego, con la excusa de los achaques de pecho y voz que solía tener, me di de baja en la escuela. Era el año 386. Yo tenía 32 años, y había comenzado mi búsqueda a los 19 años. Por fin me había encontrado con Cristo.

Bautismo de Agustín. Santiago Bellido, lámina. Valladolid, 1999.
Bautismo de Agustín. Santiago Bellido, lámina. Valladolid, 1999.

Después de estas emociones, mi madre, Alipio, mi hijo Adeodato, algunos otros y yo nos retiramos a una finca llamada Casiciaco, que nos dejó un amigo. Allí pasamos el invierno. Nos pre­paramos al bautismo viviendo en comunidad, estudiando, rezando y profundizando en nuestra vocación. El 24 de abril del año 387, durante la vigilia pascual -como solía hacerse-, el obispo Ambrosio nos bautizó a Alipio, a mi hijo y a mí.

Ya poco nos quedaba por hacer en Milán. Lo que queríamos era volver cuanto antes a Tagaste y poner por obra nuestros planes. Así que nos dirigimos a Roma para embarcar. Pero, cuando esperábamos en el puerto, murió mi madre. La muerte no la cogió de improviso; al contrario, ella sintió que se moría y vivió el trance en paz y alegría. La razón me la había confesado unos días antes: ya estaba tranquila, me veía cristiano y decidido a seguir a Cristo con todas mis fuerzas.

Mónica dejó en mi vida un vacío inmenso. Había sido la mujer fiel que tanto lloró y oró por mí, y que me había seguido a todas partes hasta reconquistarme para Cristo. Por esa vida de fe y oración que es ejemplo para tantas mujeres, Dios la ha coronado de gloria.

En Roma nos tuvimos que quedar un año, por culpa de una guerra que hacía imposible la navegación. De modo que aproveché para conocer los monasterios y perfilar mejor el ideal que teníamos. Hicimos la travesía a África en la primavera del año 388.

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