En la sección Nosotros presentamos una breve historia de la Orden de Agustinos Recoletos, una más completa historia de la Provincia de San Nicolás de Tolentino y algunos de los rasgos principales de nuestra espiritualidad, carisma y de nuestro santo patrón, Nicolás de Tolentino.
El siglo XIX fue un siglo difícil, de crisis religiosa y persecución política, en el que la orden careció de libertad para programar su vida. Comenzó con la invasión napoleónica y concluyó con la revolución filipina. Entre ambas fechas sendas desamortizaciones desmantelaron su estructura material en España (1835) y Colombia (1861) e impusieron a la orden entera un nuevo perfil espiritual y apostólico.
La Guerra de la Independencia (1808-1814) aceleró la decadencia iniciada durante los reinados de Carlos III y Carlos IV. Algunos conventos fueron arrasados, otros sufrieron graves quebrantos y todos quedaron desiertos. Algunos de sus religiosos se alistaron como capellanes de la guerrilla, dos docenas conocieron las amarguras del destierro y casi otros tantos murieron a manos de los franceses. El más conocido fue el padre José de la Consolación, héroe de los sitios de Zaragoza. Otros cayeron víctimas del hambre, la peste y las penalidades.
Al finalizar la guerra, la restauración resultó extremadamente difícil. Los conventos estaban inhabitables, la congregación carecía de medios para repararlos y los religiosos, acostumbrados a la libertad, no se sentían con ánimos para reanudar la vida común. La brutal desamortización de Mendizábal (1835) terminó por anular toda posibilidad de reconstrucción. En pocas semanas la orden perdió 32 de sus 33 conventos españoles. Sólo sobrevivió el de Monteagudo, fundado unos años antes por la provincia de Filipinas.
Los religiosos, expulsados de sus conventos y despojados de sus hábitos, quedaron convertidos en clérigos. No faltaron, sin embargo, algunos que conservaron en sus corazones el rescoldo recoleto. Uno de ellos, el padre Gabino Sánchez, dirigiría durante 29 años (1862-91) la barca de la Recolección por aquellas aguas procelosas. Con su ejemplo y sus enseñanzas mantuvo vivo su espíritu, aseguró su unidad y logró la restauración de la provincia colombiana, reducida a un estado agónico tras los decretos del general Mosquera (1861). En esa obra contó con la colaboración de la provincia de San Nicolás de Tolentino, que entre 1888 y 1898 envió 65 religiosos a Colombia.
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