Carolina Jaramillo es joven y agente de pastoral juvenil en la Ciudad de México. Participa de las Juventudes Agustino-Recoletas y por su compromiso ha sido llamada a un servicio eclesial activo y continuo. Quiere que todos experimenten el valor de la comunidad por la amistad, la alegría, la felicidad y el apoyo mutuo que proporciona.

Caminar juntos como Iglesia, saber escucharnos, poner al servicio de los otros nuestros dones y compartir nuestros diferentes carismas con los demás, creo que todo eso es lo que podemos expresar con una sola palabra: sinodalidad.

A finales del 2019 me llegó una nueva misión que Dios encomendó a mi corazón: acompañar a los jóvenes como enlace de la Pastoral Juvenil y Vocacional en el Decanato al que pertenece mi Parroquia dentro de la V Zona de la Arquidiócesis Primada de México.

Desde entonces lo compagino con la encomienda que ya tenía, es decir, acompañar al grupo JAR (Juventudes Agustino-Recoletas) de la Parroquia de Jesucristo Crucificado, colonia Avante, en esta Ciudad de México.

Trabajar con los jóvenes es todo un reto que trae consigo una gran satisfacción y muchos aprendizajes; y claro que también algún que otro desafío y problema que superar.

Todos estos años he disfrutado al convivir con los diferentes grupos y movimientos juveniles, con los consagrados y con los sacerdotes, nuestro apoyo para seguir trabajando en equipo. Y todos nos hemos esforzado por llevar a cabo la sinodalidad: unirnos como Iglesia joven para trabajar por el Reino de los Cielos.

No ha sido sencillo, siempre hay personas que se resisten ante un nuevo caminar. Sin embargo, por la gracia de Dios hemos formado una especie de alianza, una comunidad, una familia que ha propiciado encuentros donde colaboramos todos con nuestros carismas y dones al servicio de Dios y de nuestros hermanos.

El objetivo no es competir por ver qué grupo tiene más jóvenes o quién realiza las actividades más llamativas o con más poder de convocatoria. Somos conscientes de que, a pesar de nuestras diferencias, todos tenemos la misma finalidad: que el joven se encuentre personalmente con Cristo.

En estos tiempos en que los jóvenes tienen menos tendencia a formar parte de la Iglesia, debemos unirnos para sentirnos acompañados y ofrecer un proyecto más consistente; siempre confiando en Dios, quien inquieta y seguirá inquietando más y más corazones.

Ha sido muy grato confirmar tantas nuevas amistades entre los jóvenes de nuestros grupos, la confianza que ganan para pedirse consejos, el apoyo que se brindan entre ellos; también admiramos lo felices que son cuando convivimos o cuando sienten la cercanía de consagrados y sacerdotes con la juventud.

Lo que se ha desarrollado a mi alrededor en estos dos años de tarea en el Decanato ha sido pura bendición de Dios. Movidos por el Espíritu Santo, jóvenes, consagrados y sacerdotes hemos colaborado en esta grandísima misión. Cada uno somos y pertenecemos al cuerpo de Cristo que conforma su amada Iglesia.

Para finalizar quisiera compartir la invitación del papa Francisco a cada joven:

“Amen a la Iglesia, cuiden a la Iglesia y caminen con la Iglesia. La Iglesia somos todos y no solo un grupito. Cuidemos los unos de los otros, cuidémonos recíprocamente.”