“Nuestro objetivo es sembrar esperanza y ayudarles a descubrir la cercanía de Dios, que a pesar de todo está a su lado y de parte de sus familias” afirma la misionera agustina recoleta Marina García Álvarez, residente actualmente en Venezuela, con quien contactamos con motivo del 75º aniversario del reconocimiento canónico de la Congregación de las Misioneras Agustinas Recoletas.

El currículo de Marina García Álvarez, es muy rico y expresión de su buena disposición para prestar los servicios que la Congregación le ha pedido. Con ella entablamos una larga conversación y le pedimos que sea ella misma quien se presente.

Soy la hermana Marina García Álvarez, misionera agustina recoleta. Nací en Riello, un pueblo pequeño de la montaña de la provincia de León, España, en una familia campesina; y soy la menor de cuatro hermanos. A los 12 años fui a estudiar, con una de mis hermanas, al colegio apostólico que la Congregación tenía en Monteagudo, provincia de Navarra. Hice allí mismo el postulantado y el noviciado y profesé en 1964. De allí pasé al colegio de Granada, donde hice el juniorado y los estudios –con dos años intermedios en Madrid– hasta 1972. Mientras estudiábamos, todas dábamos clases en el colegio y hacíamos pastoral en los barrios cercanos, donde había mucha gente damnificada viviendo en barracones.

En el 72 fui destinada a Maracaibo, Venezuela, al Colegio Santa Rita, donde trabajé 19 años dando clases y ayudando en la pastoral de la Parroquia y barrios cercanos. Los dos últimos años de mi estancia en Venezuela estuve en el noviciado en Caracas y de allí, en el 93 pasé a Madrid, al gobierno general. Cuando terminé este servicio en 2005, fui enviada a la comunidad de Taiwan, que tenía como misión apoyar a la naciente comunidad MAR en el interior de China. Del 2012 al 19 estuve en España, en Salamanca, Madrid y Granada, desde donde fui enviada de nuevo a Venezuela, donde vivo actualmente.

¿Por qué religiosa y por qué misionera agustina recoleta?

Dios preparó el terreno y las circunstancias, para que lo fuera.

Yo no había conocido en mi pueblo a ninguna religiosa, pero la maestra del pueblo, excelente persona, nos leía las historias de misioneros, en las revistas que la Santa Infancia editaba por aquel entonces. Y esas lecturas fueron suscitando en mí deseos de ser misionera.

Providencialmente, mi madre tenía dos primos agustinos recoletos, misioneros en Brasil, (monseñor Alquilio Álvarez y fray Laurentino Álvarez), que sí conocían a las hermanas de nuestra Congregación allí. Cuando Laurentino volvió a España de vacaciones, a través de las hermanas de Brasil, supo de la existencia en Navarra, del colegio apostólico e informó a mis padres. Así que llegamos a Monteagudo sin conocer la Congregación previamente.

¿Feliz como misionera agustina recoleta?

Siento que estoy en el lugar que Dios dispuso para mí y no echo en falta ni deseo ningún otro.

Del carisma de las “Misioneras Agustinas Recoletas”, ¿qué aspecto crees que tiene más gancho en la sociedad en la actualidad?

Los tres rasgos de nuestro carisma son muy valiosos, actuales y necesarios, pues responden a la aspiración profunda del ser humano. En nuestra actividad misionera tenemos el deber de compartir y promover a todos los niveles la fraternidad y la interioridad como ayuda específica a las personas para crear una sociedad más auténtica y en comunión.

Tal vez lo que atraiga más sea el aspecto misionero, la ayuda a los demás, pero como esto también se puede llevar a cabo sin ser religiosos, no creo que hoy sea un “gran gancho” vocacional. A la juventud le gustan las “experiencias”. El comprometerse para toda la vida, les da miedo.

En Venezuela residiste en tiempos pasados y has vuelto hace unos años. ¿Puedes contar tu experiencia de entonces?

La Venezuela de los años 70 y 80 era otra Venezuela: libre, democrática, con unas enormes posibilidades de tener un futuro prometedor. Un país con inmensas riquezas, con la capacidad y pronósticos de que todos pudieran tener lo necesario. La gente vivía con ilusión, pues aún los pobres, veían que su situación mejoraba de año en año y podrían lograr sus metas. Veíamos nacer barrios de invasión en terrenos públicos, con casas de cuatro latas, que al tiempo ya eran de ladrillo y poco a poco iban teniendo los servicios básicos. La gente vivía con esperanza.

No había escasez de productos básicos. Se podía movilizar todo el mundo a precios asequibles; la seguridad era aceptable. En el Colegio se hacían muchas actividades extraescolares porque la gente podía asistir, incluso por la noche.

Se hacían actividades en las que las empresas o comerciantes de la zona colaboraban generosamente. Desarrollábamos actividades en un barrio marginal, donde colaboraban muchos voluntarios, curando enfermos, alfabetizando, catequizando, dando cursos de promoción humana…

En el país éramos cinco comunidades, (dos en Caracas, dos en Maracaibo y una en Anzoátegui) que nos reuníamos en asamblea una o dos veces al año para programar juntas y compartir experiencias y ayudarnos mutuamente. Era posible porque existían los recursos.

Sin duda contrastará esa pintura que has hecho de aquel entonces con la de ahora.

La realidad es muy diferente. Hay carencia de lo necesario; los sueldos son irrisorios y los precios a nivel internacional; funcionan mal los servicios básicos, como luz y agua, hospitales; es una tragedia conseguir combustible… La emigración masiva, que ha ocurrido y sigue ocurriendo, deja a las familias fracturadas y sin gente joven en edad de trabajar; escasean los profesionales de la salud y de la educación; empresas productivas se expropiaron sin ponerlas a funcionar de nuevo; por descuido, falta de mantenimiento, robos y deterioro de las plantas físicas, muchas escuelas no han podido dar clases…

Esta situación afecta a la gente que se encuentra sin recursos para sobrellevar el día a día; situación que, a corto o mediano plazo, es difícil que cambie. Hay un gran sentimiento de desesperanza, incluso en los jóvenes estudiantes.

Pero sí hay algo que no ha cambiado, y es la acogida y solidaridad de la gente. Y la apertura al mensaje religioso y el deseo de Dios.

Nuestro objetivo es sembrar esperanza y ayudarles a descubrir la cercanía de Dios, que a pesar de todo está a su lado y de parte de sus familias.

¿Qué apostolados ejercéis las MAR en Venezuela en la actualidad?

Actualmente somos dos comunidades: Una al servicio de la pastoral educativa en el Colegio Santa Rita de Maracaibo, con un millar de estudiantes, desde Preescolar a 5º de Bachillerato, y otra de misión en los Llanos orientales, al sur del Estado de Anzoátegui, donde la comunidad atiende la Vicaría parroquial San Agustín, con varios pueblos, desde el año 1988.

¿Podéis dedicaros a la labor pastoral en Venezuela sin obstáculos importantes por razones políticas o ideológicas?

Hoy por hoy el gobierno no se ha metido con los colegios privados, en cuanto a los contenidos ni la forma de enseñar. Tenemos  libertad para  elegir el personal, para dar clases de educación de la fe, para hacer encuentros diversos con los padres de familia y acceder a ellos por las redes sociales. Aunque en las escuelas públicas sí se nota su ideología socialista, podemos ser críticas sin correr riesgos. Aquí no ha llegado la ideología de género ni su aplicación en las escuelas y lo que hacemos es prevenir a las familias para que defiendan sus principios, los valores cristianos y tradicionales. Como la mayoría tiene parientes en el extranjero, conocen las corrientes existentes y en parte se sienten agradecidos de que aquí todavía estemos a salvo. Tal vez se deba a que buscar para comer es de momento la prioridad.

En tu labor pastoral o de gobierno, ¿has trabajado junto con los Agustinos Recoletos y te has sentido apoyado por ellos?

Prácticamente desde niña he vivido cercana a los Agustinos Recoletos. Pero donde más he sentido y valorado su apoyo ha sido en el aspecto institucional. Por ejemplo, tener en Roma al padre Eusebio Hernández -obispo de Tarazona, España desde hace unos años- en la Congregación de Religiosos, a quien pedir asesoramiento sobre la renovación de las Constituciones; las diligencias del procurador de la Orden de Agustinos Recoletos para la tramitación de documentos; el promotor de las causas de canonización, etc. etc. Y en mi caso particular, el apoyo y la experiencia compartida con el padre Javier Pipaón, entonces prior general, en todo lo referente a la comunidad de China.

En la vivencia en diferentes comunidades y lugares, siempre los he sentido como hermanos con los que compartir y a los que poder recurrir en caso de necesidad, tanto a nivel espiritual como material. Es muy gratificante saber que hay hermanos mayores que echarían una mano si hay dificultades.

¿Cómo pensáis vivir en Venezuela el 75º aniversario de vuestra aprobación canónica como Congregación?

Hicimos la apertura en una Eucaristía con el personal docente en enero. Luego el día de la Vida Consagrada, en febrero, se informó a todo el alumnado. Se ha compuesto una oración adaptada para que los niños recen por nosotras. Se está profundizando con el personal nuestra historia y carisma… y el tema estará en las redes del Colegio.

En este contexto de 75º aniversario, algunos profesores han ido a colaborar como misioneros en la semana santa con las hermanas de la Vicaría San Agustín. Y más adelante pensamos hacer un encuentro fraterno con toda la Familia Agustiniana.

[Continúa]