En esta segunda parte de la entrevista se le plantean a la hermana Nieves Mari, superiora general de las MAR, unos cuantos temas de especial actualidad en la vida de la Iglesia y de la propia Congregación a la que presta su servicio de gobierno, respondiendo a todos los temas y ofreciendo su visión personal en libertad y sin convencionalismos.
China, Cuba, Venezuela. Casi nada. La Iglesia y el Estado no se llevan muy bien. ¿Cómo viven las religiosas allí?
En China, las hermanas, “perseguidas o demasiado controladas” por el gobierno, están encerradas en casa, siendo luz en medio del pueblo y de nuestros hermanos cristianos chinos y de aquellos que aún no conocen a Cristo, que son muchos. Nuestras hermanas pueden tener Eucaristía, pero a puertas cerradas; positivo para nosotras, pero gran injusticia para el pueblo que de igual forma la necesita. Aprovechan en este tiempo de mayor restricción para leer la Sagrada Escritura, estudiar Regla y Constituciones, formarse, y, sobre todo, dar testimonio de fe y comunión.
En Cuba, se carece de todo, pero el pueblo cubano tiene una riqueza excepcional. Sabe sufrir, reír, sabe compartir, sabe amar, sabe solidarizarse; es creativo cien por cien, pues no teniendo recursos, inventa. Nuestras hermanas viven un profetismo radical, ya que, como la misma gente les dice, cuando todos quieren salir, nosotras permanecemos. Vivimos la fe en la comunidad cristiana; nos faltan manos, pies, gasolina, víveres para llegar a muchas comunidades que debemos atender, pero Dios siempre está allí, buscando poner los medios, y ellas, contentas, que es el mejor signo de consagración. Es una alegría que brota de un corazón que se dona y no espera nada a cambio, solo seguir llenándose del amor de Dios. Todavía tenemos allí a la hermana Esther Julia Manzano, colombiana, que lleva trabajando en Morón 33 años y fue una de las fundadoras. Su espíritu misionero y dedicación a los pobres es un testimonio fehaciente para todas nosotras.
En Venezuela se mantiene la fe del pueblo. Tanto nuestras hermanas de la Vicaría de San Agustín, en el estado Anzoátegui, como nuestras hermanas del colegio Santa Rita, en Maracaibo, realizan una obra ingente, ante tanta escasez y tantas necesidades en sus hermanos; no escatiman tiempo, recursos, cadenas de solidaridad para hacerles llegar a todos su cercanía y su colaboración. Agradecemos a ARCORES toda su ayuda brindada, que sin duda es un apoyo incondicional y super-necesario. Pero, sobre todo, se lleva a cabo la evangelización, el anuncio de un Dios liberador y compasivo. Nuestra hermana Teresa Castaño ha cumplido 80 años y está en la Vicaría San Agustín de Atapirire, imparte catequesis, colabora en la formación de la comunidad cristiana, sigue pintando la vida y la fe en sus tarjetas y afiches, y es una mujer de entrega incondicional y total disponibilidad para estar allí donde la obediencia la siembre.
Parece que el Papa Francisco va dando cada vez más protagonismo a la mujer en la Iglesia, ¿sería una buena meta una Iglesia ministerialmente “paritaria”?
El papa Francisco es un sol por todo el dinamismo que impulsa en nuestra Iglesia. Todos escuchamos lo mismo, pero qué lejos estamos de que se haga efectiva esta realidad, aunque con el tiempo se ha de llegar.
Tenemos la suerte de tener una Vicaría dirigida por religiosas. ¡Cómo da esto libertad para poder proyectar una evangelización de acuerdo con la realidad de nuestros pueblos, y por supuesto, apoyada por el obispo que nos aprecia y valora! Pero esto es una excepción.
Las religiosas, en nuestros apostolados parroquiales, seguimos sufriendo el arbitrio de los líderes que a veces no escuchan o no aceptan, o imponen. A veces se abren espacios desde una mirada aún piramidal, pues no se fían y, pudiendo delegar, siguen allí presentes. Aún no somos tenidas en cuenta para la toma de decisiones, para que nuestras propuestas calen también y se secunden en bien de nuestros pueblos, nuestras comunidades parroquiales y desde la experiencia adquirida. Es muy difícil esto todavía. Las Misioneras Agustinas Recoletas tenemos que seguir desplegando creatividad e ir metiéndonos con sencillez y humildad para acoger lo sencillo, sin protagonismos, convencidas de que somos pueblo, compartiendo con él y escuchando sus clamores.
Precisamos una formación sólida, teológica y bíblica que nos ayude a contribuir en la formación de los laicos más comprometidos y de tantas personas que necesitan el mensaje del Evangelio.
Hace años, aprendí en las comunidades eclesiales de base a trabajar desde la circularidad. Juan 20,19 nos relata que “Jesús se puso en medio de ellos”. Todo lo que hablemos y hagamos será poco mientras no vivamos desde la circularidad, sabiendo quién tiene que estar en el centro; lo demás será mucho más fácil, pues todos estamos capacitados para el servicio y la donación de nuestras vidas.
¿Por qué cree que las jóvenes no optan por la vida religiosa?
Estamos en una crisis mundial y eclesial de valores, empezando por la familia. La transmisión de la fe ya no se hace de abuelos a padres, de padres a hijos; los sacramentos de iniciación no suelen llevar a un compromiso o itinerario formativo. El mundo nos absorbe a todos, y la opción cristiana ya no es relevante ante tantas ofertas. Estamos viviendo un fenómeno de descristianización y ¡hay que despertar a esta realidad! Hay que poder decir de la vida religiosa que es una opción mucho más radical y de por vida.
No obstante, el Señor sigue llamando y hay que mantener esta esperanza. El Espíritu nos pide ser creativas y estar en los espacios donde están los jóvenes; sembrar la fe, dar a conocer a Cristo y evangelizar donde estén ellos y con ellos; convocarlos desde nuestras parroquias, colegios y otras instancias, ofreciéndoles proyectos de formación, de voluntariado, de participación que les ayuden a descubrir el sentido de sus vidas.
Precisamos radicalidad en nuestra forma de orar, de escuchar y vivir la Palabra, en cómo transmitimos nuestra experiencia de Dios y en cómo vivimos en comunidad. Precisamos volver a la puesta común radical de los bienes, empezando por una donación total de nuestra persona al servicio de Jesucristo y precisamos leer los signos de los tiempos, sin tanto miedo a lo nuevo y tan aferradas al pasado, y a lo que fue de otra manera y que ya cambió. Cuando entendamos que, a vino nuevo, odres nuevos, entonces, tal vez, nuestra oferta vocacional tenga gancho. ¡Pero antes, nos tienen que ver muy enamoradas del Señor!
¿Qué ministerio es el más exigente?
Siento que el de gobierno, y el de cualquier hermana superiora que tiene la responsabilidad de velar por el carisma y porque sus miembros lo vivan; acompañar procesos y ofrecer herramientas de discernimiento para que las comunidades estén vivas y respondan a los retos de cada realidad concreta, en el conjunto de lo que la Iglesia nos pide, con sentido de pertenencia a esta familia MAR, y abierta a la intercongregacionalidad, más allá del territorio o país donde nos encontremos, ya que los problemas de la humanidad nos afectan a todos y hay que sumar fuerzas.
Hay quién dice que a la vida religiosa como la conocemos ahora le queda un telediario; algo tendrá que hacer el Espíritu, ¿no?
Yo no creo que le quede ningún telediario a la vida religiosa. Aunque seamos un “resto”, Dios camina con la vida religiosa y Él va delante. La fidelidad al Evangelio y al sí que hemos dado es la tarea que cada día tenemos que fortalecer y no descuidar.
El Espíritu suscitará la vida religiosa propia para este tiempo, bien transformando nuestros corazones para que se adapten a estos tiempos, bien suscitando nuevas formas que respondan a las necesidades de la Iglesia y del hombre de “hoy”, pero el Espíritu, estoy segura, sabe lo que tiene que hacer. ¡Ojalá no seamos impedimento!
¿Se puede ser feliz siendo religiosa?
La vida religiosa es una manera de ser feliz. He conocido y conozco religiosas y religiosos felices, que pasaron y pasan por mi vida dejando una profunda huella. Esto me anima en el camino, porque amar al Señor, haber sentido el don de la vocación y la acción salvadora de Él, en medio de tantas dificultades y tentaciones, me pone en sintonía con su misericordia. He experimentado esa gran misericordia, y esto es lo que me hace feliz con el Señor. A pesar de todos mis pecados y tentaciones, estoy aquí, sigo aquí, y quiero vivir para él.
Se dice que al pasado no se puede volver, el presente tenemos que vivirlo y el futuro hemos de construirlo en el presente. ¿Cuáles son los retos para las Misioneras Agustinas Recoletas?
Pienso que nuestros desafíos están en:
-Abrazar nuestra vulnerabilidad; somos pocas, con una población grande de hermanas mayores, con pocas jóvenes que asuman la misión de liderazgo, la formación y la educación; aceptar esta realidad y afrontarla es necesario.
-Formarnos en liderazgo y acompañamiento para atender mejor los procesos personales y procesos comunitarios.
-Formar a las jóvenes para que asuman el liderazgo a mediano plazo.
-Fortalecer las comunidades de misión con proyectos que den vida y respondan a las necesidades de la gente con la que vivimos esa misión.
-Apuntarle siempre a la misión, reinventándonos en otras dinámicas de voluntariado, de participación e intercongregacional, etc.
Los laicos van adquiriendo más responsabilidades; ¿cómo viven ese relevo las Misioneras Agustinas Recoletas?
Hemos crecido en misión compartida.
Con motivo del XII Capítulo General se creó un grupo de laicos en red. Es decir, contemplamos allí los grupos de FRAMAR y a todos aquellos laicos que de una forma u otra participan de nuestro carisma. Para ellos se está construyendo y compartiendo un itinerario formativo. El año pasado, primera etapa, versó sobre la identidad; este año, segunda etapa, versa sobre el carisma y los fundadores, aprovechando que estamos en el 75º aniversario.
Están los laicos que directamente colaboran en nuestros colegios y tienen su propia dinámica de formación y participación.
Pero, aún nos falta. Falta dar el paso de la teoría a la práctica. Creo que aún no hemos tomado conciencia de nuestra situación congregacional, de que la misión hay que compartirla con los hermanos laicos porque ya no llegamos y porque ellos tienen ese derecho ya que han recibido ese don carismático. Las obras a veces nos amarran y no nos permiten ver el horizonte por donde el Espíritu quiere llevarnos y queremos conservar el vino nuevo en odres viejos. Tenemos el deseo de formar en el carisma y compartirlo, abrir puertas, celebrar, ofrecer nuestros campos de misión para aquellos que estén dispuestos a darse, desde las posibilidades que tengan; y, sobre todo, pensar con ellos y escuchar sus propuestas.
¿En qué ministerios, programas o actividades hacen realidad la sinodalidad de la Iglesia trabajando junto con los agustinos recoletos, o con otras Congregaciones religiosas o con sacerdotes diocesanos? ¿Algún comentario especial sobre este punto?
El trabajo en equipo, la escucha mutua, la apertura a la innovación son buenos elementos en todos los lugares; y se va creciendo en ello.
Trabajar con proyectos, a nivel personal, comunitario y congregacional es un paso que estamos dando para vivir esta sinodalidad que es algo muy propio de nuestro carisma agustino.
Por carisma, también tenemos el criterio de formar comunidades cristianas donde estemos, y, por tanto, no nos cuesta apoyar pastorales y proyectos donde la intercongregacionalidad o la Orden estén presentes.
ARCORES ha sido un regalo para nuestra Congregación. Es un espacio para ensancharnos, desde pequeños gestos, pequeñas colaboraciones, ofreciendo nuestros campos de misión; pero, sobre todo, hemos recibido un gran apoyo institucional y de ayuda social en los ambientes donde nos encontramos, más necesitados.
Por último, un mensaje vocacional.
La Palabra de la Sagrada Escritura que conquistó mi corazón “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida” (Juan 14,6) es totalmente actual y siempre nueva. No hay ningún otro marco de felicidad y proyecto personal que no se encuentre en Jesús.
No puedo cerrar esta entrevista sin agradecerle cuanto ha compartido amablemente con nosotros, y le deseo a usted y a toda la Congregación una celebración gozosa de este 75º aniversario de modo que se produzca un fuerte impulso a vivir con fidelidad el carisma que les dio origen y a abrirse a las nuevas necesidades de la Iglesia y la sociedad.