Las Piñas, Filipinas. Templo parroquial de San José.

El agustino recoleto Diego Cera (Graus, Huesca, España, 1762 — Manila, Filipinas, 1832) es un buen representante del trabajo socio-evangelizador de los Agustinos Recoletos en Filipinas. Sus aportaciones a la cultura universal han llegado hasta nuestros días. En este IV Centenario (1621-2021) de la Provincia de San Nicolás de Tolentino, su vida “siempre en misión” y su entrega al pueblo filipino animan a los misioneros del presente y del futuro.

Cera sustituyó las pobres edificaciones de madera, caña y barro que se encontró con un complejo parroquial que actualmente se puede admirar: la iglesia de San José y el convento o casa cural.

La iglesia tiene tres naves; las paredes son de piedra, pero no puso bóveda de ese material, sino un tejado de palma mucho más liviano, posiblemente para que resistiese mejor los terremotos. Sin embargo, esta decisión era contraproducente a la hora de aguantar la fuerza de los tifones y tormentas.

Los fieles colaboraron mucho; al menos entre 1810 y 1819 hay documentación sobre su trabajo comunitario; Cera les proporcionaba alimento y alojamiento. Y construyó una serie de almacenes para proteger los materiales de construcción, la madera y las herramientas.

En 1797 compra por 150 pesos el terreno; en 1798 coloca los cimientos y en 1816 ya tiene techado el complejo y comienza a trabajar en el interior; en 1819 termina la fachada y el altar mayor, al tiempo que dedica las capillas laterales a Nuestra Señora de la Consolación y a San Agustín. El retablo mayor fue un regalo de la Provincia de San Nicolás de Tolentino. Completó todo con un baptisterio de piedra, dos sacristías con armario de pared y mesa de seis cajones. También diseña una torre de tres cuerpos que remata con aguja.

El 19 de octubre de 1819, en la tercera visita pastoral del obispo Juan Antonio de Zulaibar (1753-1824) se usa ya el nuevo templo. Desde entonces, en cada visita pastoral se repiten las mismas consideraciones: templo esplendoroso, diligente párroco, abundancia de ornamentos (telas, vasos, imágenes), culto cuidado… En la iglesia había una estatua de san José y otra de tamaño natural de Cristo muerto, comprada en San Dionisio, Parañaque, a cambio de dos docenas de huevos.

Al aspecto material, Cera añade un coro, una orquesta de cuerda, con violines y contrabajo y un taller de organería con aprendices.

En 1829 tres terremotos (18 de enero, 29 de julio y 30 de septiembre) causaron graves grietas en los dos arcos y muros y cayó el techo. Cera inició en seguida la restauración y consiguió 2.000 pesos del gobierno colonial. El 29 de octubre de 1831, durante la visita pastoral, el arzobispo José María Seguí Molas, asombrado, dijo de fray Diego:

“Después de haber visto la hermosa iglesia de este lugar que fue obra del párroco y también los delicados adornos hechos a pesar de la pobreza del pueblo, y por su esfuerzo por procurar lo mejor por su iglesia, incluso sin la ayuda que necesitaba, la Santa Madre Iglesia le está rindiendo la mayor gratitud y preocupación”.

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