Las máquinas de coser y los bienes de primera necesidad enviados desde el Colegio San Agustín de los Agustinos Recoletos en Valladolid a las Clarisas en Sierra Leona ya están en las manos de sus beneficiarias, en cuyas manos representan futuro, dignidad, esfuerzo y autonomía.

La llamada de las Clarisas de Lunsar desde Sierra Leona, con su voz amplificada en España por Carlos de la Fuente (Valladolid) y Olga Ramírez (Madrid) resultó en la recogida en Valladolid de 20 máquinas de coser procedentes de otros tantos hogares donde habían quedado sin uso. También se enviaron en la misma campaña tres toneladas de arroz.

Las máquinas han servido para ampliar un proyecto social centrado en un taller de costura en Lunsar. Sus alumnas, beneficiarias del curso de Corte y Confección, mientras aprenden ya practican creando uniformes escolares y laborales, vestidos tradicionales, complementos… El cuello de botella estaba al terminar los dos años de formación intensa.

Con las máquinas recibidas, se abre un nuevo programa dentro del mismo proyecto para lanzar a estas nuevas profesionales a emprender su propio negocio. Tras recibir la formación, se les deja el material básico para iniciar su trabajo ya en sus casas, de manera independiente y libre.

El proyecto ha sido ideado por Olga Ramírez, pediatra que trabaja normalmente en Collado-Villalba (Madrid) pero que desde 2012 colabora activamente con las Clarisas en Sierra Leona, que cuentan con centros educativos y sanitarios en las localidades de Lunsar, Mile 91 y Mange Bureh. Decenas de voluntarios y profesionales en nombre propio, y organizaciones como la Fundación Atabal, África Directo, Ayuda Contenedores o Susila Dharma colaboran con ellas.

Desde el Colegio San Agustín de los Agustinos Recoletos de Valladolid, que ya tiene buena experiencia de colaboración con Sierra Leona, y con la ayuda inestimable de toda la comunidad educativa, se aportaron veinte máquinas de coser, muchas de ellas heredadas de madres o abuelas, con un valor sentimental para esas familias que antepusieron su eficacia al cariño y la practicidad a la nostalgia.

Las máquinas de coser están de nuevo en plena faena, ayudando a hacer realidad nuevos sueños, creando vestidos que, en el fondo, también significan para sus creadoras dignidad, independencia, trabajo reconocido y rentas para sortear la pobreza. Olga lo expresa de este modo:

“Antes tenían cuatro máquinas maluchas y viejas en un aula de 6 x 9 metros; ahora hay un edificio nuevo, energía suficiente gracias a 30 paneles solares y máquinas que funcionan y no paran. Mil gracias a todos por su aportación y que nuestro buen Dios premie con creces su disponibilidad y ayuda”.

En Valladolid, desde el Colegio San Agustín, dicen a su comunidad educativa que aquellos enseres en desuso, casi ya bienes ornamentales o un legado sentimental, ahora son un precioso homenaje a quienes con su esfuerzo los compraron y usaron y ahora, de nuevo, aquel esfuerzo permite revivir vidas y vestidos.