LA COVID-19 condicionó todos los trabajos pastorales y actividades de la Prelatura de Lábrea y de sus cuatro parroquias: Lábrea, Canutama, Tapauá y Pauiní. En algunos lugares los efectos fueron trágicos. En la parroquia de Lábrea, con 46.882 habitantes y 68.229,009 km², en poco más de un año fallecieron 81 personas y se dieron más de 7.000 casos.

Posteriormente, disminuyó la epidemia, aunque no desapareció totalmente. No había fallecimientos y solamente algunos casos diarios, pero siempre teniendo muchos cuidados y contar con la vacunación.  Por esa causa monseñor Santiago Sánchez Sebastián, los misioneros y las misioneras tuvieron que esperar meses para poder visitar las comunidades de los ríos.

Es tradición pastoral que el obispo presida la celebración del patrón de cada una de las cuatro parroquias. Se aproximaba la fiesta de san Agustín, patrono de la Parroquia de Pauiní, 28 de agosto. La parroquia de Pauiní es la más distante de la sede de Lábrea. Está a cinco días de distancia de Lábrea y nueve de Tapauá, dependiendo si se navega también de noche o solamente de día.

El obispo Santiago decidió subir hasta Pauiní, pues hacía casi dos años que no lo había visitado y aprovecharía para administrar también el sacramento de la Confirmación y animar a las comunidades, ministerios, pastorales, movimientos y a los religiosos recoletos. Invitó a fray Miguel Ángel Peralta a acompañarlo, pues se daba con él un caso especial: Hacía 33 años que estaba en la prelatura de Lábrea, pero nunca había visitado la ciudad de Pauiní.

Durante los doce años que vivió en la sede de Lábrea muchas veces había estado a un día de navegación de Pauiní, cuando salía a hacer las desobrigas y visitar a las comunidades de las caucherías. En cada salida ya pasaba un mes en el Purús, fuera de casa, y era imposible aumentar los días de ausencia. Incluso una vez que prepararon una avioneta para viajar con el prior provincial de Lábrea a Pauiní y hacer la visita canónica, el piloto se puso enfermo y fue imposible viajar. Oportunidad frustrada.

El 28 era san Agustín en Pauiní y el 30 comenzaba la novena y las fiestas de Nuestra Señora de Nazaret, patrona de Lábrea. Había que viajar rápido y volver rápido. Por eso, monseñor Santiago contrató una lancha rápida, que en doce horas llegaba de Lábrea a Pauiní y en doce horas de Pauiní a Lábrea. Y así sucedió, sin percances.

En la subida por el Purús íbamos recordando los tiempos pasados. Hace 25 años, en el tramo del río Purús que corresponde a la Parroquia de Lábrea, había comunidades como Boca do Acimá, que tenían 20 familias; Cachoeira, 22 famílias; y casi siempre era familias numerosas, llegando, como doña Sebastiana de Macearí , a tener 19 hijos.

Ahora muchas comunidades se han quedado reducidas en número de familias y algunas caucherías históricas, con restos antiguos, como Lusitania, han desaparecido. Eran tiempos que la única luz cuando llegaba la noche era la lámpara de gasoil. Algunas comunidades antiguamente incomunicadas, ahora tienen energía eléctrica, televisión, teléfono. Pero el indispensable progreso en la educación de los hijos y la falta de atención médica han hecho que muchas familias de las caucherías vengan a vivir a Lábrea o vayan a Manaus. Con el tiempo se puede encontrar a jóvenes de padres analfabetos que están en la universidad, e incluso ya profesores.

En el río Purus vivían hasta el siglo XIX solamente los pueblos indígenas. La fabricación de neumáticos para los coches que se comenzaban a fabricar y la terrible sequía de Nordeste de Brasil hizo que muchas familias nordestinas fueran traídas al Amazonas para recoger caucho y siempre fueron esclavos de los dueños de la tierra. La educación ha sido una causa fundamental para abandonar las caucherías y progresar en la vida. Porque había padres, que al terminar un hijo los primeros cinco años de escuela, lo mandaban al pueblo para continuar los estudios y vivir con los abuelos, tíos, padrinos. Pero cada año era un hijo el que tenía que ir. Al final, los padres tenían que abandonar la cauchería, casa, medios y emigrar a Lábrea para que la familia progresase y aprovechasen las oportunidades que ellos no tuvieron.

Después de 12 horas de lancha rápida, llegamos a Pauiní, donde nuestros hermanos nos acogieron con inmenso cariño y celebramos con el pueblo la solemnidad de San Agustín, patrono de Pauiní, con mucha alegría.