Monseñor Santiago Sánchez, obispo de Lábrea, Amazonas, Brasil, es un obispo misionero que se involucra en todas las modalidades pastorales de su Prelatura. Lleva varios meses haciendo desobrigas para acercarse y conocer a sus gentes desperdigadas por la selva. Con su relato abrimos este mes del IV Centenario #400Años #SiempreEnMisión dedicado especialmente al apostolado parroquial y a los obispos recoletos.
Ya es conocida la palabra “desobriga” en nuestro mundo religioso, pero tal vez no todos la entiendan. Me explico: en nuestra misión una parte de la población (cada vez menor), vive en pequeñas comunidades a lo largo del río y los llamamos “ribeirinhos” para distinguirlos de los que viven en la ciudad o núcleos urbanos. Esas pequeñas comunidades están formadas unas por indígenas, otras por personas fuera de Amazonas que se quedaron aquí cuando emigraron, y otros son mestizos, aquí llamados “caboclos”.
En la organización pastoral, tenemos viajes para visitar esas comunidades. Unos viajes son de formación y catequesis, animando el caminar cristiano, y un viaje al año es para realizar los sacramentos: bautismos, primeras comuniones, confirmaciones y bodas; también unción de enfermos. Este último tipo de viaje es el llamado “desobriga”. Tenemos dos, tres y hasta cuatro viajes al año, según las parroquias y posibilidades, preparando la desobriga.
Personalmente he hecho etapas de estos viajes, pero este año por las circunstancias de la pandemia he tenido la oportunidad de hacer la desobriga completa de la Parroquia de Lábrea en el río Purús (espero que pueda hacer también la del río Ituxí). Fueron dos etapas: la primera del 8 de junio al 3 de julio, en la que visité unas 30 comunidades; y la segunda del 28 de julio al 16 de agosto. En esta visité unas 17 comunidades. Esos son los números exactos, porque en algunas comunidades se reunían gentes de varias.
¿Qué hacemos en la desobriga? Llegamos a la comunidad a primera hora de la tarde y visitamos las familias. Hablamos con el coordinador y catequista, si lo hay, marcamos un tiempo de formación-encuentro-catequesis y, si es oportuno, se tiene por la noche; si hay alguna dificultad, se deja para el día siguiente. Por la mañana temprano terminamos las visitas, se preparan los sacramentos, tenemos confesiones… y la celebración comunitaria. Después comida fraterna y despedida para ir a la siguiente comunidad con el mismo esquema.
Este año la formación era sobre la próxima asamblea de la Prelatura que será en enero de 2023 y que está preparándose en toda la Prelatura (no podíamos olvidar las comunidades…). Dos eran los temas que tratar: La situación “amazónica” de cada comunidad según el documento “Querida Amazonia” del papa Francisco, y la Iniciación a la Vida Cristiana. Formación oportuna y necesaria en este momento.
Realmente la pandemia ha afectado mucho a nuestro pueblo del interior. Hacía dos años que no recibían la visita de nuestros misioneros y se han enfriado un poco, y los evangélicos han hecho su proselitismo llevando a bastantes a sus iglesias.
La vida de nuestro pueblo del interior es dura, y este año, además de la pandemia, la inundación ha sido grande. La riada ha derribado barrancos llevando casas, tierras de labranza, alguna capilla y hasta ahogando animales… Algunas playas han aumentado con la bajada de la riada y están más lejos del agua, lo que da más trabajo porque muchas comunidades no tienen pozos ni motor para llevar el agua del río. Además, el precio del combustible para los motores se ha disparado…
Para colmo, las promesas de los políticos llegan tarde. Los ambulatorios o puestos de salud solo tienen el edificio (los que tienen); la presencia del médico, enfermero, agente de salud… es muy ocasional, lo que, juntado a la falta de medicinas y las distancias, multiplica el problema.
Lo mismo sucede con la educación: escuelas sin profesores, material que no llega, falta de comida para los alumnos, dificultad de traslado por el río, los indígenas exigiendo se cumplan los acuerdos de formación propia y en sus lenguas… Esto lleva meses desde que iniciaron la vuelta a las aulas, y todavía no está normalizado al término de nuestra desobriga.
Nuestro pueblo está acostumbrado a todo esto, pero permanece bastante pasivo ante estos acontecimientos y la explotación de las maderas, del pescado, de las plantas, de las tierras y propiedades, de la caza…
Este es el rostro amazónico de nuestra Prelatura, primer punto de nuestra futura Asamblea. Cada comunidad respondió un cuestionario informando de su situación para que lo sepamos por ellos mismos.
El segundo punto, la Iniciación a la Vida Cristiana… En general los coordinadores de las comunidades son gente buena y responsable, pero encuentran incomprensión de parte de algunos que, por ignorancia, quieren hacer las cosas a su modo y no aceptan normas. Eso es lo que lleva a confusión y a no distinguir entre el sacerdote o misionero católico y el pastor protestante; que tanto da la reunión semanal de la comunidad católica como la reunión del culto evangélico.
Por eso es urgente trabajar este método que ya hace años adoptó la Iglesia de Brasil y es difícil de aplicar, aparte de que también hay obispos y sacerdotes que no creen en este método catecumenal. No queremos hacer sacramentos por hacer, sino la vivencia cristiana a través de los sacramentos. Tenemos que encaminar la catequesis según este “camino” formando catequistas y formando a nuestro pueblo. De ahí la necesidad de más viajes y presencia antes de la desobriga para que la desobriga tenga el verdadero sentido con que inició y que ahora no es fácil en casos concretos.
Fuimos muy bien recibidos en todas las comunidades y quedaron muy agradecidos por la presencia del obispo. Las hermanas Ana María e Ivone ya eran “viejas conocidas” por todos y fue gratificante hacer la desobriga en su compañía, aprendiendo de su experiencia y cómo tratan al pueblo entrando en su realidad. Nuestro pueblo tiene hambre de Dios. La mies es mucha y los obreros pocos.
Económicamente cada viaje es caro y dependemos de proyectos. Humanamente somos pocos y necesitamos misioneros… Agosto es el mes de las vocaciones en Brasil, ¿será que Dios te está llamando a través de esta lectura?
Si la desobriga es un desafío, ahí no termina la cosa, porque esta es la desobriga del río, falta la desobriga llamada de los ramales.
¿Qué son los ramales? Las comunidades fuera del núcleo urbano a las que se llega por tierra. Allí sólo podemos ir fuera del tiempo de lluvias, pues los caminos son intransitables en tiempo de lluvia. Cuando pasa la lluvia tiene que secarse el terreno, lo cual deja poco tiempo para que podamos visitarlos, con lo cual tenemos que reconocer que no están suficientemente atendidos. Con esto de las misiones populares se está mejorando la desobriga de los ramales, pero aún falta mucho por hacer.
Y un último desafío: debido a las leyes federales y estatales, tenemos rigurosamente limitado el trabajo pastoral con los indígenas. Y ahora, debido al efecto del sínodo para Amazonas y la insistencia del Papa sobre Amazonas, para nuestra alegría varias comunidades indígenas están pidiendo desobriga… La última fue el día 1 de agosto en que fray Ivanderlei Ribeiro con un pequeño equipo realizó la desobriga después de una visita de preparación por otro equipo misionero.
Somos Iglesia viva y en salida, hemos hecho opción preferencial por los pobres, somos discípulos y misioneros… Cuando se intenta todo esto en una desobriga, vuelves cansado del viaje, pero mucho más rico por dentro porque la fe fermenta nuestra vida, porque nuestro pueblo es la masa en que actúa Dios. Ser misionero es dejar a Cristo actuar… Ser dócil como María, María de Nazaret, que nos cubre con su manto…
Monseñor Santiago Sánchez, obispo de Labrea












