Dentro del mes dedicado a la Familia Agustino-Recoleta dentro del IV Centenario (1621-2021) de la Provincia de San Nicolás de Tolentino de la Orden de Agustinos Recoletos, hemos querido conocer la realidad de esta Congregación hermana, con la que trabajamos en conjunto por primera vez desde enero de 2021 en el Hogar Santa Mónica de Fortaleza (Ceará, Brasil).

Marelis Teresa Parada Guillén (San Felipe, Yaracuy, Venezuela, 1964) es la superiora general de las Agustinas Recoletas del Corazón de Jesús (ARCJ). En su localidad natal hay una residencia de ancianos gestionada por la Congregación, y Marelis comenzó ayudándolas como voluntaria desde joven.

A los 19 años, venciendo dificultades familiares, pide el ingreso en las ARCJ. Como religiosa ha sido profesora y gestora educativa, promotora vocacional, formadora de aspirantes, postulantes y novicias, superiora local… También participó de comisiones y secretariados de la organización interna de la Congregación. En el Capítulo General de 2008 fue nombrada superiora general, y en el año 2014 fue reelegida para un segundo periodo.

¿Puede darnos una radiografía general de las ARCJ?

Nuestra Congregación fue fundada en Maracay (Aragua, Venezuela) el 22 de enero de 1901 por monseñor Justo Vicente López Aveledo y Laura Evangelista Alvarado Cardozo, hoy beata María de San José. Al ímpetu de su espíritu se sumaron tres jóvenes, y las cuatro asumieron la Regla de San Agustín y abrazaron el ideal agustiniano, añadiendo además una especial devoción y cariño por santa Rita de Casia, visible en nuestro hábito.

Asumieron en aquel momento el nombre de Hermanas de los Pobres de San Agustín. Fundan diversas obras hospitalarias y, en el año 1905, la primera Casa Hogar para niños huérfanos en Macaray, una obra que ha llegado hasta nuestros días.

En la actualidad somos un centenar de hermanas —con un promedio de edad de 45 años—en 16 comunidades. En Los Teques (Miranda, Venezuela) está nuestra sede central, casa de formación, además del Colegio María Briceño, la Casa Hogar Madre María, un comedor gratuito llamado Divina providencia, el Hostiario y el centro de gestión de los grupos de apostolado, ministerios de danza, música e intercesión y de PRODIGAR, la asociación con la que animamos las obras sociales y solidarias.

En Maracay (Aragua, Venezuela) también tenemos otro complejo importante que consta de la Casa Hogar Inmaculada Concepción, el Colegio Madre María, el Santuario Madre María y diversos grupos de apostolado.

En el resto de Venezuela contamos con una casa de retiros “San Agustín de Hipona” en San Antonio de los Altos (Miranda) y con varios centros educativos que, a su lado, tienen una Casa Hogar: así, en Barquisimeto (Lara), Coro (Falcón) y Maracaibo (Zulía).

En La Victoria y Limón (Aragua) y en San Felipe (Yaracuy) tenemos residencias de ancianos. También en Tocuyito (Carabobo), aunque en este caso dado en comodato por cinco años.

Nuestro apostolado educativo se complementa con los colegios de Puerto Cabello (Carabobo) y Palmira (Táchira). Además, contamos con una casa misión en Choroní (Aragua).

Fuera de Venezuela tenemos una casa de evangelización con un asilo para niños en Cúcuta (Santander, Colombia), una casa misión en Contumazá (Cajamarca, Perú) y una comunidad en el Hogar Santa Mónica de Fortaleza (Ceará, Brasil).

¿Y las vocaciones?

El Señor nos ha bendecido con un buen grupo de aspirantes que tienen el deseo de conocer la vida consagrada; hay 18 formandas entre el postulantado y noviciado y 22 junioras ya profesas que continúan su proceso de formación inicial.

Durante las primeras etapas se programan experiencias apostólicas en las comunidades; en la misma casa de formación participan de manera activa en la atención y cuidado de los más pobres y desvalidos, bebiendo así desde el inicio de uno de los aspectos fundamentales del carisma congregacional.

Las junioras forman parte activa de las obras apostólicas y algunas de ellas se especializan en la Universidad. En todo esto priorizamos la consolidación de su vocación y de su opción fundamental de ser una consagrada agustina recoleta del corazón de Jesús, buscando un sano equilibrio en los diferentes elementos que distinguen a nuestra familia religiosa.

Puedo decir que, en medio de tantas vicisitudes y contratiempos, en los últimos tiempos hemos contemplado las maravillas del Señor y su Providencia con el ingreso de nueve jóvenes que, venciendo numerosos obstáculos, hoy forman parte del grupo de formandas.

¿Cómo es su relación con los Agustinos Recoletos?

Nuestra vinculación con la Orden de Agustinos Recoletos data de los tiempos de nuestra fundadora, la beata María de San José, quien gozó de la cercanía, el cariño y el apoyo de los religiosos, al punto de ser el prior general de la Orden quien le pidiera a la beata integrar su Congregación en la Familia Agustino-Recoleta.

Este discernimiento no fue fácil para ella, y hoy conservamos algunas cartas donde se refiere al hecho. Podemos constatar que después de una década ella accede a integrar la Congregación a la Familia Agustino-Recoleta en el año 1950.

A lo largo del tiempo hemos compartido espacios de ámbito fraterno, de formación y de pastoral con nuestros hermanos, especialmente con la antigua Provincia de San José, con quienes hubo mucha cercanía.

Antes de la existencia de las Juventudes Agustino-Recoletas (JAR) creamos en Venezuela una Pastoral Agustiniana de Jóvenes (PAJ) como algo conjunto, con ramificaciones también en la promoción vocacional.

En todo el trabajo de la causa de beatificación y canonización de nuestra fundadora también los frailes han sido de gran apoyo para nosotras. Contamos, igualmente, por algunos años, con formación sistemática que ofrecían varios frailes a nuestras postulantes, novicias y junioras con temas, agustinianos, bíblicos y catequéticos.

Además, nos han ofrecido ejercicios espirituales y jornadas esporádicas de formación permanente. Son los capellanes de algunas de nuestras comunidades y en nuestros Capítulos generales casi siempre han sido recoletos quienes han fungido de asesores y directores.

Desde la creación de la Red Solidaria Internacional Agustino-Recoleta ARCORES hemos venido sumando esfuerzos en los proyectos de obras sociales de la Congregación, de lo cual estamos muy agradecidas. Ha sido un gran apoyo desinteresado en 15 de nuestros proyectos.

Los vínculos fraternos se han fortalecido y su presencia nos ayuda a hacer realidad los sueños de nuestra fundadora —la atención y asistencia a los más desvalidos— y los sueños de cada uno de los beneficiarios, puesto que ahora tienen vida, y vida en abundancia.

Seguimos avanzando y estrechando nuevos lazos para consolidarnos en la misión del Hogar Santa Mónica con la atención de niñas en situación de riesgo y vulnerabilidad. Esta misión la emprendemos en el nombre del Señor, agradecidas con la Provincia San Nicolás de Tolentino por la confianza y apertura a nuestra Congregación.

¿Fue difícil llegar hasta Fortaleza, al Hogar Santa Mónica, a un nuevo país?

Este proyecto nos lo presentó el agustino recoleto Sergio Sánchez, prior provincial de la Provincia de San Nicolás de Tolentino, hace ya tiempo. Tardamos en dar respuesta porque en ese momento evaluábamos y discerníamos sobre otras posibles fundaciones en España, Argentina y Chile.

Lo cierto es que la Provincia de San Nicolás nos presentó un proyecto acorde con nuestro carisma y con el apostolado que ejercemos desde 1905 con la primera Casa Hogar para huérfanos.

Cuando habíamos decidido aceptar, llegó la pandemia y se cerró toda posibilidad de gestionar los documentos y conseguir los vuelos para Brasil. A ello se sumaba la propia crisis sociopolítica y económica en Venezuela, que hace difícil conseguir hasta lo más imprescindible y acceder a todo tipo de servicios, incluso los más básicos.

Ante este panorama, lo difícil fue mantener en el tiempo la decisión tomada, permanecer firmes a pesar de tantas adversidades que surgían continuamente. Ante todas estas circunstancias, la Provincia de San Nicolás de Tolentino siempre nos apoyó, nos motivó, nos ayudó con las gestiones de viaje y pudimos finalmente llegar a Brasil contra toda esperanza, pero de la mano de Dios.

¿Cuáles son sus primeras valoraciones tras los primeros ocho meses en Brasil?

El primer reto fue el idioma; sin embargo, el proceso de adaptación ha sido muy hermoso. Al tener experiencia con nuestras cinco Casas Hogares, además de la misma historia que acompaña a nuestra fundación, había un campo bastante cultivado previamente.

El Hogar Santa Mónica nos ha mostrado una realidad distinta en cuanto a las costumbres, las normativas legales y la organización del trabajo. El proceso adaptativo ha sido provechoso. Además de conocer la obra, desde el primer momento nuestras hermanas han querido estar junto a las beneficiarias, pues son ellas nuestras primeras destinatarias.

La comunidad ha buscado adaptarse, pero también influir de manera positiva y evangelizadora en el proyecto, con el continuo apoyo de los religiosos recoletos. Realmente ha sido muy interesante, y aunque aquí también trabajamos con víctimas de violencia y abuso sexual, las realidades son muy diferentes.

Sentimos que vamos buscando la voluntad de Dios en nosotras y en cada una de las beneficiarias; cada día estamos con mayor confianza, aprendiendo del estilo, la manera y metodología propias de la cultura local. Por tanto, esperamos que sea una obra en la que tengamos mucho para dar y también mucho para recibir.

Nuestras religiosas se entregan con su trabajo diario, su cercanía, su sentido de la maternidad, su escucha y comprensión a estas niñas y adolescentes tan heridas y vulnerables. Hemos visto en los últimos meses mucha más cercanía, se sienten acompañadas, guiadas y protegidas amorosamente. Se han implementado más encuentros de oración y crecimiento en la fe, y manifiestan un cambio que consideran ellas mismas positivo. Lo cual es ganancia para el proyecto y para sus vidas.

A nuestras hermanas les ha ido muy bien, han sido muy bien recibidas, y en ellas, a toda la Congregación, porque nosotras tenemos siempre el sentir de que donde está una, estamos todas. Agradecemos a la Orden de Agustinos Recoletos por haber puesto todo a tono para que nos sintiéramos acogidas, respaldadas, acompañadas y sostenidas. Ellos cubren todas nuestras necesidades.

Esta es la primera experiencia de trabajo verdaderamente conjunto, directo, en un mismo lugar, en un mismo proyecto con una sola gestión, ejerciendo un apostolado mutuo, lo que nos hace crecer en fraternidad, encuentro y unión.

Nuestras hermanas manifiestan que ha habido muy buena comunicación con todo el equipo, y hay una permanente evaluación, reorientación y mucho seguimiento del equipo. En definitiva, es una forma nueva de trabajar que nos enriquece, nos compromete, nos anima a seguir adelante en la construcción del reino de Dios, al servicio de los más necesitados y desvalidos.