Argelis Blanco es agustina recoleta del Corazón de Jesús y una de las tres fundadoras de la primera comunidad de esta Congregación misionera de la Familia Agustino-Recoleta fuera de Venezuela. El Hogar Santa Mónica de los Agustinos Recoletos en Fortaleza Ceará, Brasil) es un nuevo espacio para sembrar el carisma de atención y cariño de la Congregación.
Venezolana, aragüeña, maracayera, de la tierra de nuestra beata María de San José, nuestra fundadora. Pertenezco a la Congregación por ella fundada, las Hermanas Agustinas Recoletas del Corazón de Jesús (ARCJ) y, por los designios de Dios, actualmente vivo en Brasil.
Mi misión es ser la coordinadora operacional del Hogar Santa Mónica, proyecto de la Familia Agustino-Recoleta en Fortaleza(Ceará) que acoge niñas y adolescentes que las autoridades competentes envían aquí porque han sufrido en sus contextos de origen algún tipo de abuso, explotación, violencia, abandono. Luchamos contra esta lacra.
Junto a otras dos hermanas (Rosania Gualdrón y Yamilcar Suárez) llegué a Brasil de la mano del Señor, para iniciar una nueva obra, que hemos asumido después de un largo discernimiento Congregacional. Estamos aquí, en el día a día de esta labor, gracias a la invitación de nuestros hermanos Agustinos Recoletos, con quienes caminamos de la mano en esta hermosa misión que Dios nos encomienda.
Ante la crisis venezolana y la pandemia mundial, tuvimos que vivir una auténtica odisea y superar varios intentos hasta llegar a Brasil, lo que finalmente ocurrió el 26 de enero del 2021: más de un año después de lo previsto.
Esta tierra de gracia y bendición nos recibe en el Estado de Ceará y su capital, Fortaleza (2,7 millones de habitantes), una de las principales ciudades del nordeste brasileño. Aquí comienza esa labor; desde entonces, cada día el Señor, a su estilo, siempre delicado y detallista, nos fue mostrando de manera muy precisa lo que quería de nosotras en el Hogar Santa Mónica.
Hablar del Hogar es hablar no sólo de una obra concreta en favor de niñas que han sufrido tantas violencias; es también, a la vez, vivenciar la experiencia de estar en una zona donde aproximadamente 30 comunidades religiosas hacen vida de fe y apostólica, el Condominio Espiritual Uirapuru en cuyo terreno, oasis de Naturaleza y Espiritualidad en medio de la ciudad, está integrada nuestra institución.
Esto es para nosotras una señal de amor de Dios pues no sólo alabamos al Señor con el corazón y la vida, sino también enriquecidas con cada carisma que aquí se encuentra. Es una experiencia de Iglesia, de intercongregacionalidad y de fraternidad que nos nutre y nos anima a seguir adelante con la propia misión.
Nuestra confianza está en Dios y vemos claramente que en estas tierras brasileñas el Señor ha colocado su semilla de amor en nuestros corazones y los frutos se ven alrededor.
El Hogar (niñas, frailes, personal) nos recibió con los brazos abiertos aquella soleada mañana de enero, llenos de alegría y entonando la canción Venezuela, un tema muy significativo para nosotras, cuya letra evoca la nación que se añora y se lleva encarnada en la propia piel.
Un detalle de amor que, más allá de unas notas y unas frases pronunciadas, es signo elocuente de la fraternidad que aquella mañana se abrió como una flor en nuestros corazones y que desde ese momento se hace vida cotidiana en el Hogar Santa Mónica.
Las beneficiarias nos reciben con toda su alegría y espontaneidad y con una sonrisa dibujada en sus rostros que nos recuerda el legado del carisma ARCJ que hoy se expande más con esta obra. Así, desde los inicios de nuestro caminar, nuestra beata María, fiel a las mociones del Espíritu, comenzó su misión con orfelinatos (hoy llamados casa-hogar) para niños abandonados, huérfanos, pobres, desvalidos, desnutridos, en situación de riesgo o víctimas de todo tipo de abuso.
El Hogar Santa Mónica es un campo de misión no ajeno a nosotras sino, por el contrario, que corrobora el querer de Diostanto para las ARCJ como para nosotras tres como personas llamadas a esta vocación. Y aquí estamos, y aquí seguiremos, dando de lo que hemos recibido de Dios, del Espíritu y del carisma propio, pues como decía nuestra Madre María de San José:
Los meses van pasando y como comunidad fundadora nos toca asentar las bases de lo que será este trabajo para las generaciones futuras de hermanas ARCJ que vengan a donar su vida a Dios en favor de esta porción encomendada. Todo inicio tiene grandes retos que hoy asumimos en fe y con toda la voluntad de agradar a Dios, dando pasos firmes en su nombre y según su querer.
Los días se iluminan de experiencias, compartir, conocer, aprender y asumir esta cultura ajena a nosotras, pero que tiene una riqueza que queremos aprovechar al máximo. Se suma la dificultad del idioma y entre equivocaciones y risas cobramos ánimo para seguir aprendiendo el portugués.
Incontables serían las experiencias de estos meses y las que nos depara el Amado Esposo en estas tierras. Nos sentimos enviadas, acompañadas por nuestra Congregación y toda la Orden, contentas, dispuestas y animadas a servir por amor a Dios y a nuestras niñas más vulnerables.
Hemos encontrado el tesoro escondido al ver cada rostro que refleja una historia difícil, dolorosa, que nos mueve a compasión y nos lleva a hacernos una con ellas. En unión de alma y corazón llevamos con entusiasmo y esperanza esta misión.