El obispo agustino recoleto de Lábrea, Santiago Sánchez, acompañado por el delegado de la Provincia de San Nicolás de Tolentino en Brasil, Juan Cruz Vicario, y por el miembro de la comunidad recoleta de Lábrea, Miguel Ángel Peralta, ha podido realizar la visita pastoral a las parroquias situadas río Purús abajo de Lábrea. Segunda parte.

Por la tarde del día 5 de mayo llegamos a Tapauá, donde nos esperaban los agustinos recoletos Luis Antonio Fernández Aguado y Juan José Guzmán. También en esta Parroquia de Santa Rita hay una comunidad de Oblatas de la Asunción, con las hermanas Feliciane, Cirlene y Beatriz, que acogieron durante los días de la visita a las misioneras agustinas recoletas Ana María e Ivone, que venían en el equipo misionero salido de Lábrea.

La visita pastoral en Tapauá comenzó en el Centro Esperanza, que sigue funcionando a pesar de la pandemia pero con un muy estricto cumplimiento de las normas. Se han adaptado muy bien, y nunca está presente más del 30% de los alumnos de cada turno, por lo que se dividen su presencia en el Centro según horas y días. Por esto, el equipo misionero se hizo presente en diversos horarios, para compartir un momento con el mayor número posible de alumnos.

También realizamos las visitas obligadas a personas y familias que tan bien acogieron al equipo misionero, un encuentro con la Pastoral de la Tierra, celebraciones en las seis comunidades de base de la zona urbana de la Parroquia.

Aquí dejamos un espacio para un encuentro más especial con la última comunidad de base que se ha creado en la zona urbana de Tapauá, que tiene la característica de ser una comunidad de base flotante. Su patrón es San Pedro, el pescador por excelencia. Especial porque este barrio también tiene unas características muy especiales no solo dentro de Tapauá, sino en la Prelatura.

Ninguna de las otras ciudades ha desarrollado un número tan importante de casas flotantes a su alrededor. En el caso de Tapauá, han crecido de una manera exponencial en una decena de años, situadas en la desembocadura del río Ipixuna en el río Purús. Son familias llegadas de la zona rural con casa y todo.

Son las más vulnerables de la ciudad, las más atacadas por el envite de la pobreza, y también las que cuentan con peores condiciones de vida: están siempre sobre aguas muy contaminadas, hay falta frecuente de energía, los desplazamientos son difíciles para todo (compra, escuela, atención sanitaria)… Los niños están en casi constante peligro de caer al río.

También tuvimos los encuentros y reuniones propios de toda visita pastoral: las dos comunidades religiosas, masculina y femenina; el equipo de gestión del Centro Esperanza; bendiciones de enfermos y de familias, reunión con el Consejo de Pastoral Parroquial, gestiones de documentos y procesos, encuentros particulares solicitados por personas con necesidades varias…

El delegado de la Provincia en Brasil, Juan Cruz Vicario, día 8 viajó de vuelta a su comunidad de Manaos. En esta visita pastoral recordó y revivió los muchos años que fue misionero activo en estas tierras y estas aguas. Gracias por tu compañía y testimonio.

El resto del equipo misionero tenía que volver a Lábrea. Después de las despedidas oficiales y la clausura de la visita, el día 12 iniciamos el regreso, esta vez ya aguas arriba. Nos esperaban de nuevo muchos kilómetros navegando río arriba, por tanto, mucho más lento que en la bajada.

Por el camino fluvial saludamos con gestos a los habitantes de las comunidades ribereñas, a los pescadores que paraban de su tarea para respondernos con alegría; contemplamos y escuchamos la Naturaleza con su vegetación pujante, con sus aves de todo tipo y color y tamaño que abundan, en los distintos animales —hasta un cocodrilo—, en el sol fuerte y en la lluvia, también fuerte, alabando con ellos al Creador.

Paramos y celebramos en la comunidad de Baturité, donde en poco tiempo se reunieron todos mientras nosotros preparábamos la capilla. Eran muy visibles las consecuencias de la inundación de este año, que ha sido especialmente intensa. Fue emocionante la llegada de los fieles, pequeños y grandes, en sus canoas, y tuvimos la Misa y el consabido diálogo misionero.

Al anochecer llegamos a dormir a la comunidad de Boca de Jacaré, donde celebramos al día siguiente. El viejo catequista nos mostró orgulloso los avances de sus catequizandos. Pasamos la segunda noche en la comunidad de Cachimbo, acompañando principalmente a doña María, que estaba enferma.

El día 14 llegamos a Foz de Tapauá. Esta vez la recepción fue solo con música, pero con la misma alegría del padre Éder, las hermanas Merinalva y Doriña y toda la comunidad. En la Eucaristía de ese día fueron instituidos tres nuevos ministros extraordinarios de la Sagrada Comunión.

El día 15 celebramos la Eucaristía por la mañana y después tuvimos un nuevo encuentro con el Consejo de Pastoral Parroquial. Después de la comida fraterna, acompañados del párroco padre Éder, dejamos la comunidad “veneciana” de la Foz.

Al anochecer llegamos a la comunidad de Catolé, donde rezamos el rosario en familia y fuimos a descansar después de un tiempo de conversación. Al día siguiente, domingo, tuvimos la celebración de la Eucaristía con esa comunidad y seguimos viaje hasta Belo Monte, donde tuvimos la Misa dominical con toda la comunidad.

En todos los lugares que celebramos la alegría era grande; rarísimamente habían tenido Misa con el obispo, varios sacerdotes y dos religiosas, todos juntos. La emoción era palpable y los ojos asombrados de los niños evidente.

El día 17 acompañamos de nuevo la evolución del proyecto Gabriela que había iniciado dos semanas atrás. Dio tiempo para la actualización de documentos, otras visitas domiciliares con el párroco y grabamos algunos vídeos con estrategias para la Asamblea de la Prelatura de enero de 2023. Este evento de máxima importancia para nosotros ya se está preparando en todas las Parroquias.

Las Misioneras Agustinas Recoletas tuvieron un encuentro con las Josefinas, como también habían tenido con las Oblatas de la Asunción en Tapauá. Me pareció importante que no solo el obispo se encuentre con los miembros de la vida consagrada en la Prelatura, sino que también ellos se encuentren entre sí.

En la Eucaristía de la noche fue el cierre oficial de esta visita pastoral. Un momento para mí especialmente emocionante fue con los niños de Belo Monte bendiciendo al obispo al final de la Eucaristía.

Por la tarde del día 18 llegamos a Canutama. Mantuvimos una reunión con el párroco, P. José Nilson, para preparar la visita pastoral (en la “bajada” solo habíamos parado aquí durante 24 horas, como indicamos) y nos sumamos a la novena de Santa Rita presidida cada día por uno de nosotros (padre José Nilson, fray Miguel Ángel Peralta y el obispo).

Hubo un encuentro con los trabajadores de la Parroquia y tuvimos tiempo para visitas y sacramentos a enfermos, con la Pastoral de la Tierra, con el alcalde, el delegado de la Policía Militar, la bendición de personas y casas…

Participamos durante tres días en el programa dirigido por la Parroquia en la Radio Comunitaria local, cada día alguien diferente:  fray Miguel Ángel Peralta, el obispo y otro días las misioneras agustinas recoletas Ana María e Ivone.

Pudimos visitar el hospital, el centro de detención y a sus presos, nos reunimos con los Ministros Extraordinarios de la Comunión…

El día 21 de mayo, procedente de Lábrea, llegó a Canutama el profesor Cavalcante para instaurar en la Parroquia de San Juan Bautista la Pastoral de la sobriedad. Acompañamos y animamos el proceso…

En toda visita pastoral es continuo el diálogo: conversaciones con el párroco sobre proyectos pastorales, visita a las propiedades parroquiales y proyectos sociales, conocimiento de la situación personal de los principales agentes y de la Parroquia en su totalidad, desafíos inmediatos y a medio o largo plazo…

Celebramos solemnemente la Fiesta de Santa Rita. Hubo Misa y procesión con la imagen de la santa subida en un coche abierto, precedido por otro coche con altavoces. El párroco animaba la procesión, así como la música. Tas su imagen seguía un buen grupo de fieles en motos y bicicletas.

Pasamos por todas las comunidades de la zona urbana y, solo cuando terminó la procesión, ¡empezó a llover! Por la noche hubo bautismos en la misma misa solemne en que clausurábamos oficialmente la visita pastoral. Todo el equipo misionero y el párroco, el P. Nilson, dieron su testimonio.

El Domingo de Pentecostés, después de celebrar la misa en la capilla de San Pedro de Canutama, iniciamos de nuevo viaje río arriba hacia Lábrea.

La última parte del viaje fue más demorada de lo previsto. De hecho, no llegamos a tiempo a la comunidad donde íbamos a celebrar Misa, porque cuando aún faltaban dos horas para llegar, ya sin luz diurna, hubo un temporal de lluvia.

Lo prudente era parar, así que atamos el barco a un árbol y pasamos la noche. De madrugada, todavía muy oscuro, a las 4.30 horas de la mañana, el comandante encendió el motor para la última etapa. Llegamos a Lábrea al mediodía.

En este tiempo todo es atípico, también la pastoral. Atípica ha sido esta visita, pero considero muy rica en frutos espirituales. Rica para los sacerdotes, religiosos y religiosas que se han visto acompañados y fortalecidos; rica para nuestro pueblo, viendo la preocupación de sus pastores por ellos.

Rica para mí y los que me han acompañado: fray Miguel Ángel Peralta, que ha revivido encuentros, experiencias, crecimiento de lo que sembró en tiempos pasados por los lugares visitados, la acogida y el cariño mostrados; rica para las Misioneras Agustinas Recoletas, Ana María e Ivone, que han conocido otra parte de la Prelatura, que han compartido su espíritu misionero y han ejercido su misión con su presencia, su ejemplo y sus testimonios enriqueciendo más su vocación.

Mi evaluación personal es positiva: nuestra Prelatura está viva, vive la inquietud del momento y procura ser creativa para atender al pueblo. Vive desde la fe la pandemia y hace frente a los desafíos. Y los desafíos que he observado son la necesidad de atender a los jóvenes y niños, desorientados por la falta de escuela, la catequesis, el acompañamiento…

El aislamiento de la pandemia se puede traducir en muchos casos en escoger caminos errados que ya existen, pero que ahora incrementan su actividad ante una mayor falta de expectativas de vida, trabajo, aprendizaje… Así, la situación redunda en crecimiento de las actividades ilegales y criminales, que busca en los menores personas a las que sumar a sus redes por ser inimputables y por desear mucho un dinero fácil por hacer cosas aparentemente sencillas. El consumo, el tráfico y las dependencias químicas; los robos y la violencia en las calles en general; las redes de explotación y abuso, todo ello, con la pandemia, se ha hecho más evidente y más presente.

Otro desafío está en trabajar más con y para la familia, porque esta situación anómala multiplica los conflictos en el hogar, la violencia intrafamiliar, y las personas necesitan de apoyo, ánimo, cosas que hacer, trabajo digno, ocupación y ocio sano, para evitar agresividades y discusiones, maltratos y rupturas.

Un tercer desafío es incrementar la vida cristiana, porque en esta coyuntura las religiones no católicas se aprovechan por haberse puesto del lado negacionista o vender “curas milagrosas” para el virus. Siguen abriendo sus templos y hasta llaman a una mayor congregación de personas, mientras que la Iglesia Católica se ha esforzado y sigue esforzándose por defender la vida y la salud, por cumplir al máximo las leyes de restricción y los protocolos sanitarios.