En febrero de 1945 quedaba aplastada bajo el peso de las bombas, tras 337 años de historia, la casa madre de la Provincia de San Nicolás de Tolentino de los Agustinos Recoletos. Este es un homenaje y tributo de gratitud a quienes construyeron esta emocionante historia comunitaria, dentro de las celebraciones del IV Centenario (1621-2021) de esta Provincia religiosa.
A partir de la Revolución y a medida que los ministerios americanos se afianzan, Filipinas y la Casa Madre de Intramuros van perdiendo protagonismo hasta el punto de que, durante el primer tercio del siglo XX, el provincialato se traslada a España en dos períodos distintos: entre 1902 y 1913 se establece en el convento de Marcilla (Navarra) y de 1931 a 1934 se asienta en la ciudad de Zaragoza. En 1935 vuelve a Intramuros, hasta su destrucción definitiva diez años después. Desde 1946, la curia provincial ha estado ya en España.
5.1. El espejismo del XXXIII Congreso Eucarístico de Manila
Pero a Intramuros le quedaban todavía algunos momentos de gloria. Los principales, en 1937. El primero, con ocasión del XXXIII Congreso Eucarístico Internacional, que tuvo lugar en Manila del 3 al 7 de febrero. Era el primero que se celebraba en Asia, y el lugar escogido era el parque de La Luneta, al pie del convento recoleto.
La foto de grupo sacada como recuerdo en las puertas del convento es harto elocuente: 50 frailes agustinos recoletos que trabajan en Filipinas y China posan para la cámara luciendo sus insignias. No eran buenos tiempos para viajar, dado que tanto España como China estaban en guerra, pero la Orden no dejó de tener una representación nutrida; y una intervención en las actividades más que honrosa.
Por lo que al convento y, sobre todo, a la iglesia de Intramuros se refiere, el Congreso Eucarístico fue la ocasión para un remozamiento “con galas modernas de pinturas y esculturas que la ponen a la cabeza de las primeras iglesias de Manila”, escribía un cronista en la revista misionera Todos Misioneros.
Los cambios principales afectan al retablo principal, que se vuelve a dorar por completo, y al cuerpo central del templo. Los seis altares de la nave son sustituidos por estéticos confesonarios, y se abren otros tantos ventanales que dan gracia y mucha luz a la iglesia.
A lo largo de la nave y el crucero se añade también una balaustrada de cemento que sostiene diez esbeltos ángeles portadores del nuevo sistema de iluminación. Además de esto, se pone suelo de mármol, tanto en la nave como en el presbiterio, y se pinta con colores adecuados el conjunto del templo.
Esta iglesia renovada fue sede de algunos actos del Congreso Eucarístico. Pero, de seguro, hubo uno especialmente emotivo para los recoletos asistentes: el momento de cantar el himno oficial, compuesto por un hermano de hábito, Domingo Carceller.
5.2. Los últimos retoños de Intramuros: savia asiática para la Orden
Pero cuando de verdad luce el templo con todo su esplendor es unos meses más tarde, con motivo de la ordenación episcopal de Francisco Javier Ochoa.
En el momento en que Ochoa presidía el grupo de recoletos asistentes al Congreso, era solo prefecto apostólico de la misión de Kweiteh, en la provincia china de Henan. A la Orden se le encomendó ese territorio misional en 1924, y ya ha merecido que sea elevado al rango de Vicariato Apostólico, con derecho a obispo.
Como tal ha sido elegido Ochoa, que en una memorable ceremonia será ordenado aquí, en Intramuros, este mismo 1937, el 31 de octubre.
El telón de la historia está ya a punto de caer sobre la Casa Madre de la Provincia de San Nicolás de Tolentino, no sin antes servir de escenario donde se presente a toda la Iglesia un nuevo territorio que ha cubierto su primera etapa en estrecha dependencia de esta sede: el de China.
Por aquí han pasado todos los misioneros que se encaminaban a aquella misión; y de allí venían a reposar o a recibir instrucciones y ánimos. Porque, ciertamente, de Intramuros salían las disposiciones sobre personal y líneas de acción.
No es esta de China la única puerta que se abre en Intramuros. Hay una segunda, que es la de Filipinas o, mejor, de los filipinos. Por increíble que hoy pueda parecer, a pesar de los más de tres siglos de historia, las órdenes religiosas no habían admitido aún al hábito a nativos de las Islas; sí lo habían sido muchos naturales de allí, pero cuando eran de ascendencia española.
Esta novedad, que entonces parecía absoluta, tiene lugar en la iglesia de San Nicolás el día 21 de mayo de 1941. Son tres los jóvenes filipinos, que estaban formándose allí mismo desde 1940. Para dar realce a la ceremonia, es el propio prior provincial el que les da el hábito de religiosos agustinos recoletos. Testigos de excepción son todos los religiosos de Manila, las dos comunidades de San Nicolás y San Sebastián.
Para Intramuros es ya el canto del cisne. Está a punto de ser borrado del mapa; pero, primero, da carta de naturaleza en la historia a las dos corrientes de vida agustina recoleta, la china y la filipina, que tanto caudal llevan hoy.
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