El proyecto de los Agustinos Recoletos en la Barra del Ceará, uno de los barrios más castigados por la desigualdad y la pobreza de la ciudad de Fortaleza, no ha parado durante la pandemia; al contrario, ha fortalecido sus programas con colaboradores locales y nacionales para la distribución de más de dos toneladas de alimentos.

El Centro Psicosocial San Agustín (CAPSA), proyecto de atención social de los Agustinos Recoletos en la Barra do Ceará, barrio de Fortaleza, Brasil, ha continuado su trabajo durante la pandemia de la COVID-19 atendiendo y auxiliando en la medida de los posible a las familias con la colaboración de la Familia Agustino-Recoleta y la Parroquia de San Pedro.

Un convenio con el Instituto Coca Cola Brasil a través del Proyecto Estamos juntos en esta ha permitido la donación de más de 2.160 kilos de alimentos no perecibles para las 120 familias catalogadas pelo CAPSA, con alrededor de 600 personas beneficiadas.

Durante agosto, en el Complejo San Agustín, el equipo del CAPSA junto con los religiosos agustinos recoletos y miembros de la Parroquia de San Pedro han repartido las más de 120 cestas básicas en que fueron divididas las dos toneladas de alimentos.

Conferencias, alimentación, acompañamiento

El CAPSA funciona cada viernes y sus principales beneficiarias directas son 120 mujeres, siendo los beneficiarios indirectos todas sus familias. Cada semana 30 de estas mujeres tienen una cita agendada para recibir atención social y psicológica.

Los profesionales ofrecen cada viernes una conferencia formativa con diferentes especialistas, soporte nutricional con una comida que se reparte in situ, una cesta básica que cada una lleva a su casa y el acompañamiento personalizado durante el que cada una de las asistentes explica la realidad concreta de su familia y los principales problemas que tiene.

Un asistente social y una psicóloga del proyecto de los Agustinos Recoletos son los encargados de preparar los encuentros, buscar a los formadores en los casos que sea necesario y tener todo preparado para atender a las beneficiarias.

Por su parte, los dos profesionales visitan personalmente a todas las familias dos veces al mes, 240 visitas en total, en las que se evalúa el proyecto y el resultado que tiene en cada familia. El objetivo final es que estas familias puedan autogestionar su futuro sin depender de servicios asistenciales y con otro tipo de acompañamiento.

Además se ofrecen otros servicios de Ciudadanía junto con las Secretarías de Justicia y Ciudadanía del Gobierno del Estado del Ceará o con otros órganos para proporcionar a todos los miembros de las unidades familiares documentos oficiales y asegurar su integración en el sistema público de salud, trabajo, identificación…

Por último se organizan momentos de confraternización y ocio, ya que la vida dura de esas mujeres pocas veces les permite algunas diversiones.

El CAPSA está equipado con todo lo necesario para el trabajo que desarrolla, y está en el mismo centro geográfico del barrio para permitir que las mujeres lleguen los viernes sin mayores dificultades.

Son mujeres en vulnerabilidad social, desempleadas, analfabetas o con escasos estudios. Es frecuente la presencia de dependientes químicos en sus hogares, en casas normalmente insalubres. No tiene fuentes fijas de renta y cuando trabajan es en condiciones muy precarias y salarios indignos. La violencia es un factor común tanto dentro de sus hogares como en el contexto donde desarrollan su vida social.

Pandemia

La COVID-19 en la Barra del Ceará fue alarmante, siendo el barrio de Fortaleza con mayor número de casos y de óbitos. Las infraviviendas y la pobreza extrema fueron decisivas para el aumento de los índices de infección, sin posibilidad de mantener distancia y aislamiento social. Más allá de los que enfermaron, la pandemia ha aumentado las limitaciones financieras de las familias, pues tanto el comercio formal como el informal fueron cancelados, haciendo que los ingresos de estas familias fuesen cercanos a cero.

Por último, las escuelas no son para estas familias tan solo un espacio de educación, sino también de nutrición, cuidado y ocupación del tiempo de los menores. Con las escuelas cerradas durante la pandemia, las familias aumentaron mucho los gastos de alimentación cotidiana y también se levaron los índices de violencia y acceso al crimen por la presencia continuada de menores sin recursos en la calle.