El obispo Santiago Sánchez sigue exponiendo sus ideas sobre el ministerio ordenado, las comunidades eclesiales de base, el papel de la mujer, el rito amazónico y su “sueño” para la Prelatura a la que lleva sirviendo con total entrega y cariño desde hace cuatro años.
En QA 88 Francisco afirma: “En estos dos sacramentos -Eucaristía y Reconciliación- está el corazón de su identidad exclusiva” (la del sacerdote) y deja entrever que todas las demás funciones pueden y deben pasar a manos de laicos. ¿A qué compromisos y urgencias lleva esta postura e insinuación del papa Francisco?
El clamor del Sínodo fue que muchos cristianos no pueden participar de la Eucaristía, presencia real de Cristo, por falta de sacerdotes. Ese fue el inicio de la búsqueda de respuestas. La realidad es que el sacerdote encuentra muchos desafíos y es urgido por distintas necesidades para prestar su colaboración. Y se repite lo narrado en los Hechos de los Apóstoles: no pueden atender a las viudas y predicar. Por eso la función principal del sacerdote ¿cuál es? Las otras funciones, que no son principales o fundamentales, puede delegarlas. Los Apóstoles nombraron unos diáconos… ¿No podríamos crear otros ministerios, ser originales y creativos para que nuestras viudas no se queden sin atención, y los sacerdotes se dediquen a anunciar el kerigma (n. 64) y celebrar los sacramentos (n. 84)? Este es el desafío insinuado por el Papa.
Después de unos años de olvido de la “comunidades eclesiales de base”, que tanto bien hicieron en el proceso evangelizador en América, parece que reviven con otro nombre: “comunidades eclesiales misioneras”. ¿Se tiene previsto en la Prelatura cómo dar cauce a estas “entidades” pastorales?
En realidad, en la Prelatura siempre hemos actuado con la dinámica de las comunidades de base de forma moderada. En algunos lugares se radicalizaron las comunidades de base y como que pasaron de moda porque no se adaptaron al paso del tiempo (n. 96). Por eso este término responde más a la realidad actual. Aquí estamos bien encaminados, pues el trabajo de los laicos es fundamental y ellos lo saben, y la pastoral de nuestras desobrigas es en el fondo el acompañamiento de las comunidades de base dispersas por el río y en los llamados ramales. Esto es lo que en la Exhortación el papa Francisco llama equipos itinerantes (n. 98). Para mí, personalmente, es una alegría ver confirmado por el Documento Final y por la Exhortación nuestra forma misionera de evangelizar.
¿Qué papel desempeña la mujer en la pastoral en la Prelatura? ¿Hay números sobre su participación en las distintas parroquias?
El papel de la mujer en la Prelatura es fundamental. Lo mismo que es fundamental en la familia porque ellas las llevan adelante, así ocurre en nuestra iglesia. Muchas comunidades están coordinadas por mujeres; muchas mujeres están al frente de pastorales y movimientos, son ministros de la Palabra, son ministros extraordinarios de la Sagrada Comunión, son catequistas… (nn 99-103). No podría decir el número, pero sí que en la mayoría de las actividades de la Iglesia superan a los hombres. De hecho, tenemos también casi tantas religiosas como sacerdotes. De las cinco parroquias solo una no tiene comunidad religiosa femenina.
Una gran novedad parece estar en el llamado rito amazónico. ¿Puede diseñar a grandes trazos en qué consiste o por dónde va a encauzarse este punto tan interesante para la celebración de la fe en los pueblos amazónicos?
Este punto arranca de la última parte del Documento Final (nn. 116-119) al que se llegó después de mucha exposición y diálogo en el aula sinodal. El recorrido histórico de la Evangelización siempre constató el choque entre la liturgia indígena y la latina. Se ha trabajado mucho por esa inculturación, pero sigue habiendo signos, símbolos, ritos… que no tienen el mismo significado aquí y para ellos como para nosotros. Es curioso que esta propuesta salió del grupo de trabajo de los cardenales y fue acogida con entusiasmo. El Papa vuelve sobre ello en la Exhortación cuando habla de la inculturación de la liturgia (nn. 81-84), pero no se trata solo de formas de celebrar, sino de llevar a la liturgia la espiritualidad (nn. 75-76) y santidad (nn. 77-80) amazónica. No se trata de danzar o tocar tambores en las celebraciones, sino de expresar lo sagrado en la liturgia con un lenguaje inculturado en esta realidad. Y aquí tenemos muchísima riqueza para ser explotada. Esto va a suponer también un avance en nuestra labor misionera y evangelizadora.
Lo mismo que el Papa expresa sus profundos deseos y los llama sueños, ¿qué sueños acaricia usted en y para la evangelización de la Prelatura, en la que los Agustinos Recoletos llevamos ya 95 años?
Tengo que empezar diciendo que la Prelatura ha sido evangelizada mucho y bien, siempre desde las limitaciones impuestas por las distancias y pocos misioneros. Mirando los archivos me quedo admirado del trabajo desarrollado, primero por los primeros sacerdotes diocesanos y después más intensamente por los Agustinos Recoletos hasta hoy. Muchas ideas y propuestas de los consejos y asambleas ya se pusieron en práctica y siguen siendo actuales.
¿Mi sueño?: llevar adelante todo lo vivido en el sínodo y post-sínodo. Sueño con hacer realidad todo eso. Por eso completo mi sueño soñando con misioneros empapados de esta espiritualidad, con mi propia conversión misionera y pidiendo para mí y para todos que hagamos realidad lo expresado en el lema de mi escudo episcopal: “Hágase en mí, que no resista a tu voluntad”.
Agradecidos, monseñor, y que pueda seguir sirviendo por muchos años a la Iglesia y al mundo en esta Prelatura amazónica tan agustino-recoleta.