Convento de Marcilla, Navarra, España, 12 septiembre 1921. De izquierda a derecha, los agustinos recoletos estudiantes condiscípulos Fabián Otamendi, Hernán Biurrun, Fermín Samanes, Sabino Elizondo, Pedro García de Galdiano, Mariano Alegría, Mariano Gazpio y Pedro Zunzarren. Cuatro de ellos (Elizondo, Alegría, Gazpio y Zunzarren) formaron parte de la primera comunidad agustino-recoleta en China tres años después. Además, García de Galdiano llegó a ser prior provincial de la Provincia de San Nicolás de Tolentino (1940-1946) y visitó como tal en octubre de 1940 la misión de Kweiteh.

Llegó a China con 24 años, sin entender el idioma ni conocer la cultura local. Con su carácter afable, su humildad y su profunda vida espiritual se ganó la confianza y el cariño de la gente; entró en aquellos corazones hasta tal punto que muchos decidieron unirse a la comunidad eclesial y participar activamente de la evangelización. Esta es la historia de Mariano Gazpio, un misionero “buena gente” que está ya camino a los altares

Como se ha indicado, Mariano Gazpio fue uno de los misioneros agustinos recoletos que estuvo en la misión de Kweiteh/Shangqiu en Henan, China, desde su fundación hasta la congelación absoluta de su actividad. Llegó con 24 años y la abandonó con 52.

Fueron 28 años de durísimas experiencias humanas que fueron tejiendo un tapiz en donde los hilos de la gracia divina bordaban muchas virtudes en la personalidad de aquel joven religioso y misionero. Como voluntario, al inicio, Mariano estaba lleno de grandes ideales apostólicos y de cierta ingenuidad juvenil. Las circunstancias lo convirtieron en un religioso y misionero de gran madurez, de santidad afirmada en el crisol de la prueba, de humanidad practicada en las fronteras de la vida: pobreza, hambre, enfermedad, persecución, violencia, guerra.

Aquellos años fueron verdaderamente excepcionales y difíciles. China estaba envuelta en una gran inestabilidad económica, política y social, sumida en luchas intestinas de poder entre señores de la guerra de distintos territorios. Además de eso, estaba el peligro serio y constante del bandidaje organizado, una plaga asoladora; nadie estaba seguro en ningún sitio ni podía emprender viaje alguno sin grave temor a ser asaltado.

Pronto en la misión se sintieron las consecuencias de la guerra de reunificación de China y la fundación por Chiang Kai-shek de la República de China en Nankín en 1927. En el año 1930 la guerra golpearía de nuevo la misión. Solo tras ese momento y hasta el inicio de la guerra chino-japonesa en 1937, la misión disfrutó de un cierto periodo de paz y de tranquilidad.

La invasión japonesa golpeó la misión en sus estructuras y edificios y tuvo un influjo negativo muy grande para la misión y para la población. Provocó la presencia de millares de refugiados en busca de protección y refugio: miles de personas habían perdido y solo podían mendigar para sobrevivir.

Con la entrada en la II Guerra Mundial del frente del Pacífico (1941-1945), la misión entró en aislamiento con el exterior y se agravó su situación económica. Se produjeron escenas verdaderamente trágicas de hambre y de muerte. No había recursos para mantener a misioneros, religiosas, seminaristas, catequistas, huérfanas.

Por último, a partir de 1945 la guerra civil entre comunistas y nacionalistas fue permanente, hasta el triunfo final e instauración del régimen comunista.

Mariano Gazpio fue, en medio de todo esto, persona de absoluta confianza en la Providencia, con total abandono de sí mismo a los designios amorosos y misteriosos de Dios; vivió aquel duro presente desde la consigna de san Agustín en La Ciudad de Dios (18,51,2):

«[La Iglesia] peregrina en medio de las persecuciones del mundo y las consolaciones de Dios».

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