El 28 de noviembre se clausuró en la casa de formación San Ezequiel Moreno el segundo semestre del 2019 en el Centro de Espiritualidad Agustino-Recoleta (CEAR) de Costa Rica, que a lo largo de estos meses pasados ha presentado una variada oferta tanto en el campo espiritual como en el de desarrollo humano.

La clausura inició con la Eucaristía presidida por el agustino recolet Víctor González Marín, director del CEAR-Costa Rica, y con la asistencia de alrededor de 100 personas que han participado en el proceso formativo.

El acto de clausura se llevó a cabo en el salón San Agustín y fue dirigido por dos personas muy cercanas: Tatiana Loria y Jaison Calderón, que supieron conducir el evento de una manera divertida y muy participativa.

Se dio inicio con las palabras de bienvenida de Víctor, a las que siguieron un video y música de una canción del cantautor agustino recoleto José Manuel González Durán, en la que hace referencia a “nosotros” como casa de Dios, en línea con el pensamiento que san Agustín expone en el sermón 336 y la pintura del Santo Hiponense que adorna la sala en que se realizaba el acto.

Los testimonios fueron el momento cumbre de la noche. Jaison Calderón actuó como facilitador del taller: Comunicación asertiva, y Karla Naomi Carrasco, ecuatoriana, participante en un taller de oración, manifestó lo que ha significado para ella los momentos de silencio ante el Señor, en el desierto, lejos de su país. Por su parte, Gustavo Curiel, venzolano, aseguró que él personalmente, con su participación en el CEAR, está en un proceso de cambio y conversión.

A continuación se procedió a la entrega de reconocimientos, por lo que cada grupo fue pasando para recibir los títulos de manos de los conferenciantes.

Los intervalos estuvieron amenizados por la saxofonista Melissa Ramírez Murillo, quien interpretó If I not got you, de Alicia Keys y Englishman in New York de Sting.

La decoración del lugar tenía un mensaje central, el CEAR como casa de acogida. Otras frases cálidas como “regalo para el alma”, “somos una familia”, “creadores de comunion” ambientaban la estancia.

Un refrigerio cerró la noche, pero todos llevaron en el corazón y en el alma la huella del CEAR, que marca la vida de todos los que se han permitido vivir la experiencia CEAR.