En el año del Sínodo para la Amazonia recordamos uno de los momentos más significativos de la historia que une desde hace casi un centenar de años a los Agustinos Recoletos con la Amazonia brasileña: la creación, consolidación y desarrollo de las Comunidades Eclesiales de Base (CEBs) tras la celebración del Concilio Vaticano II.
¿Qué son las Comunidades Eclesiales de Base?
Las Comunidades Eclesiales de Base (CEBs) son grupos pequeños cuyos integrantes se conocen, comparten la vida cotidiana, celebran su fe y se ayudan mutuamente para dar plenitud a su compromiso en la construcción del Reinado de Cristo. Se trataría de una actualización de las primeras comunidades cristianas que nace de la eclesiología del Concilio Vaticano II enriquecida con la Evangelii Nuntiandi del papa Pablo VI y los grandes documentos de Medellín y Puebla (CELAM).
Tres acontecimientos se unieron para lograr este desarrollo casi exponencial de CEBs en el continente americano durante las décadas del 70 y del 80, con más fuerza en las zonas más aisladas y pobres:
- El abandono del Estado, que no tiene en cuenta y no incluye en su agenda y su programa a las poblaciones rurales dispersas o a las periferias de las grandes urbes.
- La falta de misioneros y misioneras, especialmente sacerdotes y religiosos, que deben atender en poco número grandes extensiones territoriales y/o poblacionales, en muchos casos no naturales de la región en la que sirven.
- El creciente sentimiento de unidad, la sed de cultura y la reivindicación de esas poblaciones abandonadas, que comienzan a entender que la solución de sus problemas tiene que salir de ellos mismos, sin esperar nada de políticos ni dirigentes.
La capilaridad de la Iglesia hizo el resto. Las CEBs se convirtieron en germen de una sociedad más justa, de desarrollo local, demostración de la unión intrínseca entre fe y vida, solidaridad y Evangelio.
A lo largo de la historia, las CEBs han pasado por distintas fases. Al comienzo generaron expectativa, fue como un gran descubrimiento. En los 80 algunas CEBs perdieron su sentido eclesial, en otros casos se dejaron manipular por la política; surgieron voces de desconfianza y grupos de presión; las CEBs entraron en los argumentos de las tiranteces por las distintas formas de entender la Iglesia: Iglesias antiguas o jóvenes, conservadores o progresistas, movimientos o estructuras…
Una CEB es la Iglesia a su nivel más humilde, más pequeño y más vital. Como comunidad, busca de forma continua la comunión del grupo; como eclesial, tiene su referente más allá de ella misma; al ser de base, parte siempre de la realidad concreta, en sus particularidades sociales, étnicas, políticas, religiosas (nivel de formación, religiosidad popular)…
Los miembros de la CEB se sienten unidos porque sufren parecidos problemas, usan el mismo lenguaje, tienen los mismos ideales. Hay muy poca estructura y mucha interrelación, hay poco espacio vertical y mucha igualdad entre la pluralidad (hombres, mujeres, niños, ancianos, adultos)…
Las CEBs han sido en la historia de la Iglesia una expresión de moderación del clericalismo, denuncia del verticalismo, el elitismo y la institucionalización descarnada; y en la historia de los países donde se han implantado son la voz común del pueblo frente al poder y la denuncia profética contra la explotación económica y las crisis medioambientales. En resumen, constituyen una CEB:
- Relaciones de amistad, apoyo mutuo, solidaridad, fraternidad, perdón y convivencia.
- Tener fe en Jesús Salvador y querer profundizarla, compartiendo Palabra y oración.
- Comprometerse a una solidaridad consciente y eficaz para que la comunidad viva en justicia, igualdad, dignidad y con cumplimiento de sus derechos.
- Encarnar en la vida la fe, uniendo la salvación espiritual a la redención social. El Evangelio debe llegar a la totalidad de la existencia.
¿Cómo nace una Comunidad Eclesial de Base?
Las primeras CEBs aparecieron espontáneamente, como fruto natural de una iniciativa previa de agentes de apostolado, como los misioneros; o como un desarrollo natural de grupos bíblicos que querían aplicar a la actualidad lo aprendido en la Palabra; y no pocas nacieron al impulso de laicos que aunaban inquietudes sociales y de fe.
Lo más importante es que desde el inicio esté claro el objetivo y motivo principal de la CEB: compartir vida y fe, escuchar juntos la Palabra y transformarla en compromiso con los hermanos. Esto quedaba bien apuntalado, como veremos en el relato del nacimiento de las CEBs amazónicas en la Prelatura de Lábrea: no había encuentro espiritual (oración común, cantos, rosario, celebración de la Palabra) sin encuentro humano (identificar problemas, buscar soluciones, elevar quejas a los gobernantes).
Para que la comunidad naciente tenga raíces y permanezca, son necesarias algunas condiciones: sentido de pertenencia, corresponsabilidad y coparticipación, solidaridad, alegría, ideales y compromisos mutuos y parecidos… Por ejemplo, muchas CEBs en la Amazonia comenzaron por ser el único momento de diversión y desahogo para las personas. Durante la semana el trabajo, los desplazamientos por la selva o los ríos, la siembra o caza se caracterizan por inducir a una gran soledad. El encuentro semanal dominical era el único momento para cantar, alegrarse, conversar, socializar, descansar en definitiva y matar un poco la soledad.
Una CEB no necesita ningún reconocimiento externo, o legal, o institucional. Basta con la voluntad de sus miembros, que tampoco deben hacer ningún tipo de ritual de entrada o salida. Muchas nacieron de comunidades naturales previas, como en el caso de la Amazonia: los villorrios donde vivían las familias, pueblecitos de 10 a 100 habitantes que tampoco tienen un reconocimiento civil o político o una estructura legal diferenciada.
¿Cómo evangeliza una CEB?
Las CEBs no son una “escuela” de fe donde se enseña una doctrina. Más bien las situaciones vitales y cotidianas se convierten en “lugares teológicos”: observando la realidad cotidiana se llega a descubrir el poder transformador del Evangelio. El ahora ya clásico método inductivo del Ver, Juzgar, Actuar nació precisamente en las CEBs, que querían entender mejor su realidad para cambiarla, conocer sus derechos y defenderlos, sentirse parte de una sociedad mucho más amplia.
No es necesaria una gran formación para aplicar este método, incluso en los comienzos se usaba en comunidades casi analfabetas. Basta con animar a las personas a ser observadoras, dialogar sobre lo que ocurre; se juzga desde la Palabra de Dios y los valores cristianos asumidos por tradición oral, el propio sentido común. Por último, se decide juntos qué hacer con un compromiso común.
Este método es dinámico y dialéctico, se puede llevar a cabo con los propios recursos de la comunidad. Al ser una decisión comunitaria, es más fácil de llevar a cabo y no se necesita del convencimiento, uno a uno, de cada persona a la que afecta.
Esta articulación entre la fe y la vida es el rasgo más específico y distintivo de las CEBs. Oración y acción, fe en Dios y exigencia de justicia humana, trabajo pastoral y acción social, Eucaristía y caridad. Nunca se usa lo espiritual para evadirse de la realidad sino para modificarla y construirla.
El animador de la CEB
Uno de los papeles fundamentales en la creación y desarrollo de las CEBs fue el de los animadores, llamados también líderes o dirigentes. A su formación se han dedicado grandes esfuerzos y recursos. El “animador” crea el ambiente propicio para el crecimiento de cada persona y para lograr los objetivos; promueve y salvaguarda las relaciones fraternas; garantiza la acogida y coordina la ayuda mutua; resuelve conflictos; estimula la participación, estimula el diálogo. Su liderazgo es más de servicio que de dirección.
Respecto a la vida de fe, el animador hace que los encuentros de oración y de escucha de la Palabra se hagan con creatividad y espontaneidad, invita a todos a acudir, reparte responsabilidades: lector, música, atención a los pequeños, adorno del lugar de encuentro…
La CEB construye sociedad y construye Iglesia
El cristiano está llamado a construir el Reinado de Dios luchando contra lo que está contra los valores del Reino: injusticias, desigualdades, opresión, cultura de la muerte o del descarte, materialismo voraz y consumismo desmedido… La Iglesia pide huir tanto de un espiritualismo descarnado que busca la salvación individual como del discurso político que suprime la dimensión trascendental. Entre ambas, está el Evangelio: anuncia al Dios amor que quiere lo mejor para su pueblo y denuncia lo que no se corresponde con las promesas de Dios y la dignidad de sus hijos.
Por otra parte, la CEB construye Iglesia más allá de sí misma, al formar parte de una comunidad de comunidades; ofrece ministerios y servicios, ayuda a la Iglesia a no encerrarse en el clericalismo y a estar presente en todos los ámbitos de la vida social con los ministerios de la unidad (koinonía), de la liturgia (culto), de la profecía (Palabra) y del servicio (diaconía).
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