Florentino en la ordenación sacerdotal de su sucesor, Jesús Moraza.

En el año del Sínodo de la Amazonia, queremos recuperar la memoria y testimonio de Florentino Zabalza, agustino recoleto y obispo de la Prelatura de Lábrea (Amazonas, Brasil) desde 1971 hasta 1994, quien dejó escritas unas memorias que se ofrecen ahora por primera vez a todos los públicos.

Intentar conocer e interpretar el presente de la Amazonia y sus posibilidades de futuro sin atender a su pasado sería engañarse, descontextualizar la realidad y, lo más grave, esconder y no atajar los motivos por los que esta región del mundo ha llegado a sufrir tantos conflictos, desigualdades y crímenes contra las personas y contra el medioambiente.

Una de las tareas más significativas y reveladoras para preparar el Sínodo es, precisamente, recuperar a los testigos, y con más razón a aquellos que se tomaron la molestia de escribir y describir la realidad.

Desde AgustinosRecoletos.org hemos querido rescatar parte de esa historia y a uno de sus testigos, el agustino recoleto Florentino Zabalza, que misionó entre 1970 y 1994 en la Prelatura de Lábrea, al sudoeste del estado brasileño de Amazonas.

Zabalza reunió en un solo documento, que tituló Cartas a mis padres, explicaciones sobre la región, la forma de hacer misión y sus protagonistas, el día a día de alguna de sus acciones pastorales y ricas descripciones del espacio físico y de la personalidad de sus habitantes.

El documento íntegro está ahora publicado en esta web AgustinosRecoletos.org. Además, en este reportaje, ofreceremos una antología de algunos de esos textos, que espera ser un aperitivo para el lector animarse a leer la obra completa.

Hasta ahora, antes de la publicación electrónica, la obra había quedado prácticamente escondida en cajones y estanterías. Cartas a mis padres sobrevivió en copias casi personales y personalizadas, de multicopista primero y fotocopiadora después, algunas pocas más en impresiones caseras cuando la informática permitió compartir fácilmente documentos sin las ataduras del papel y la paquetería.

Aún así, Cartas a mis padres contó con un par de “altavoces” que hablaron de la obra de monseñor Florentino aun cuando su acceso no era fácil. La revista Recollectio, escaparate principal para los artículos sobre la historia y la espiritualidad de los Agustinos Recoletos, publicó una recensión de Cartas a mis padres escrita por el agustino recoleto Luis Garayoa (1983, páginas 478-479):

Esta obra nos descubre una nueva faceta de la poliédrica personalidad de Dom Florentino: su vena de escritor, y de escritor de pluma fácil, ágil, amena, chispeante. De escritor, observador atento de cuanto acaece en torno suyo, de las personas, de la vida y milagros de la gente. Ha escrito una obra que se lee de un tirón, y que no tiene desperdicio, llena como está de mil noticias sobre los diversos aspectos de la vida y ambiente de la Prelatura de Lábrea, y de sus problemas religiosos, sociales, económicos, ambientales.

Escrita —y es una lástima, porque merece mejor vestidura— a muIticopista, y adornada por una serie de dibujos del padre Jesús Moraza. Dice el autor que ha escogido el estilo epistolar, de cartas a sus queridos padres, que seguramente las han leído desde el cielo, para poder dialogar con más familiaridad con los lectores e ir hablando de los diversos temas como quien no da excesiva importancia a la cosa.

En la Introducción indica que ha querido responder a través de estas páginas a una serie de preguntas: “Dónde, con quién, entre quiénes, cómo está trabajando”. Y a fe que ha respondido cumplidamente a todas y cada una de ellas. Burla burlando y siempre con una cierta alegría va exponiendo la situación de Lábrea, desde su aspecto geográfico y su fauna y flora a los problemas pastorales que hoy más preocupan a los misioneros. Creo sinceramente que esta obra es una fuente imprescindible para los futuros historiadores de la Prelatura.

A través de estas páginas admira uno el renovado esfuerzo de nuestros misioneros en sus excursiones -desobrigas- por el Purús y sus afluentes para administrar los sacramentos del bautismo, confirmación, matrimonio, etc. a las gentes que viven en sus márgenes; el empeño en ir formando comunidades de base, que se reúnan para celebrar la palabra de Dios y orar en ausencia del misionero.

Monseñor nos habla de dos desobrigas realizadas por él, como muestra de las que todos, sobre todo el padre Moraza, realizan. Junto a nuestros hermanos, pone de relieve la labor de las Misioneras Agustinas Recoletas, de los Hermanos Maristas, que ya están en tres puestos de misión, de los misioneros –un sacerdote aIemán y varios seglares voluntarios— del grupo indigenista, que ha contactado a alguna nueva tribu.

Creo merecen especial atención las páginas que dedica a los caucheros, a los indios y sus costumbres, a las gentes que fueron allí tras el señuelo del caucho -borracha-, y que hoy viven en grandes estrecheces y víctimas con frecuencia de la injusticia y explotación de grandes propietarios.

Asimismo las que dedica a narrarnos alguna deliciosa leyenda de los indios, a celebrar el río Purús, que cruza en muchos kilómetros la Prelatura, y que es el tormento y delicia de los misioneros y de cuantos viven en sus orillas. Bien nos dice que el Purús y sus afluentes marcan no poco el ritmo de la vida de los habitantes del interior.

De notar también las noticias que da sobre la religiosidad popular, así como cuanto nos refiere sobre los esfuerzos que realizan por ayudar a los más pobres y necesitados, por resolver situaciones claras de injusticia, aun a riesgo de enfrentarse con los caciques y autoridades.

La obra está salpicada de numerosos portuguesismos, que denotan el estilo familiar y un tanto descuidado con que están escritas las cartas. Quizá convendría, cuando la obra se imprima, pues no dudo de que se ha de animar a hacerlo para mayor divulgación y propaganda de la obra misionera de la Orden y de la Iglesia en tierras amazónicas, quizá convendría cuidar un poco el lenguaje y eliminar estos portuguesismos al menos en parte.

Felicito al P. Florentino -perdón, Monseñor- por esta obra, y ojalá siga escribiendo sobre cuanto vive y observa en esas tierras labrenses.

Años después, un obispo agustino recoleto, Martín Legarra, publicó sus propias memorias, a las que tituló De mi acontecer misionero en la editorial Avgvstinvs (Madrid). En el volumen III (1986), p. 177, decía:

Los obispos escriben

Y escriben no solamente cartas pastorales y exhortaciones morales, sino también sobre muchos temas diversos. Concretándonos a algunos de los obispos de la Orden [de Agustinos Recoletos] puedo decir que también lo hacen.

Hoy me es grato mencionar el libro, aún a multicopista, Cartas a mis padres, de Mons. Florentino Zabalza, OAR, obispo de Lábrea. Ha escogido la forma epistolar, la más directa y viva de todas las formas de comunicación. La que, como sabemos, fue introducida por San Pablo en las Escrituras.

Sé de la existencia del libro más que por conocimiento directo, por referencias de quienes pueden justipreciar sus valores. A propósito, temo que el servicio postal de Lábrea a Panamá no sea tan eficiente como de Panamá a Lábrea. En efecto, mientras que Mons. Zabalza recibió por aéreo el tomo 2 de “De mi acontecer misionero”, estoy esperando el de Cartas a mis padres. No es justo. No obstante, leo complacido la recensión del libro publicada en Recollectio por el P. Luis Garayoa (…).

De propia cosecha añadiré que un caballero francés, compañero de viaje de Mons. Zabalza en uno de sus vuelos aéreos, se interesó por Cartas a mis padres, pidió al autor un ejemplar y lo consiguió. Me pregunto por qué no nacería yo en Francia para tener tanta suerte. Aunque no, por favor: por nada renuncio a Murguindueta que Dios puso en el delicioso y pintoresco valle de Araquil, Navarra, España. Les contaré también, hermanas, que el generoso caballero francés (cuyo nombre, apellido y dirección no me ha comunicado Mons. Zabalza) ha comenzado a publicar en su propio idioma Cartas a mis padres. Y viva la internacionalidad: que en ella entramos todos.

Infelizmente, no hemos encontrado referencias a la edición en francés a la que hace referencia el escrito de Legarra, por lo que pensamos que se hizo como mucho de manera manual, a multicopista, parecido a la distribución del original en español; ni por autor ni por título en francés se pueden encontrar referencias de él.

Este reportaje de AgustinosRecoletos.org se centra en presentar una antología de esta casi desconocida joya. Las cartas manuscritas a la familia fueron hasta el siglo XXI la única forma de comunicación de los misioneros; incluso el teléfono llegó a la mayor parte de la misión ya entrado el siglo XXI (en 2002 a Tapauá y Canutama y aún más tarde a Pauiní), y las llamadas internacionales eran carísimas para la economía de la misión.

Florentino escogió sus cartas más descriptivas, curiosas o explicativas y posteriormente a su conjunto lo llamó Cartas a mis padres, aunque al menos su padre había fallecido el 15 de enero de 1968 y no llegó a leer ninguna de ellas: Florentino llegó a la misión en 1970. Tampoco sabemos a ciencia cierta de cuándo fueron escritos los originales que más tarde fueron integrados en Cartas a mis padres, aunque aparecen algunas pocas referencias temporales de correcciones posteriores hechas precisamente para la publicación en el libro.

En todo caso, el estilo epistolar le permite siempre un un tono didáctico explica cómo es la Misión de Lábrea a quienes nunca han pisado una selva ni pueden imaginarse cómo es vivir en un lugar donde precisamente el aislamiento es una de las características fundamentales que más influyen en la vida de las personas.

En este 2019 se cumplen 40 años de una de las desobrigas o viajes de atención pastoral a la población dispersa por los ríos amazónicos que narra Florentino en Cartas a mis padres y que incluimos en esta antología.

Cuatro décadas después, poco o nada ha cambiado: en algunas cosas las mejoras han sido grandes, en otras incluso podríamos decir que se ha empeorado. Hemos dejado de lado y no publicamos, entre otros capítulos, otras dos desobrigas completas que están en Cartas a mis padres y sí pueden leerse en la publicación completa electrónica.

Aunque las típicas desobrigas sacramentales se siguen celebrando, hoy día tienen nuevos componentes, tales como la formación para toda la comunidad, la formación específica para los líderes, el mayor uso de materiales escritos, hojas dominicales, guías de actuación local; las comunidades, por lo general, cuentan con algo más de recursos y el nivel de analfabetismo no se parece al de hace treinta o cuarenta años.

También están estas comunidades algo más empoderadas frente a los “dueños” del lugar. Cuentan con líderes y agentes pastorales locales, y la dependencia del sistema de semiesclavitud que describe Florentino Zabalza se ha reducido en la medida en que también el número de personas que se dedican al caucho es mucho menor. Pero la economía sigue siendo de subsistencia, de trueque y la vida social continua alejada del interés de las autoridades o de los servicios públicos normales.

Esas desobrigas descritas por Florentino fueron el germen de ese trabajo hoy más sistemático y que ha añadido a la tarea sacramental otras tareas para fortalecer a la población rural amazónica en su vivencia no solo de fe, sino también como entidad social.

No hemos editado mucho los textos escogidos para esta antología, fuera de algunas actualizaciones de lenguaje o eliminación de referencias o descripciones que, en el contexto actual, no serían bien entendidas. Sí hemos dividido y ordenado los capítulos escogidos de un modo diferente para facilitar su lectura online.

También hemos eliminado algunas contextualizaciones que hizo Florentino para su época y hoy habría que “re-contextualizar” para tener algún significado. Medio siglo no pasa en balde, y las sensibilidades de los lectores también son diferentes.

Florentino entremezcla su decir navarro con los hablares amazónicos, y lo hace con gran humildad, pero siempre narrando la vida de la misión, de su gente, del entorno que les rodea y los agentes que en ella trabajan, alejado de todo protagonismo personal. Transpira, en todo caso, cariño, comprensión y fina sensibilidad hacia la gente a la que sirve como obispo, algo que está entre líneas a lo largo y ancho de Cartas a mis padres.

Tampoco publicamos en el reportaje ninguno de los Poemas de Florentino, que vinieron a unirse como una segunda parte en las ediciones caseras de Cartas a mis padres. Sí los hemos salvaguardado en la edición electrónica en PDF.

Intentamos así no distraer la mente del lector de este reportaje respecto a la realidad amazónica. Salvo uno dedicado a la misión colombiana de Tumaco, el resto son en su mayoría poemas agustinianos y dan idea del amor que Florentino sentía por el carisma que había escogido para su vida.

Que sea el mismo Florentino quien hable de nuevo, cuarenta o más años después, sobre la misión amazonense de Lábrea. Sirva en homenaje y agradecimiento de esta comunidad a su figura, a su acción evangelizadora, a su testimonio como misionero y como obispo.

Sirva asimismo de preparación para el año del Sínodo de la Amazonia y sirva también para recuperar, salvaguardar y facilitar el acceso de más personas a estas Cartas a mis padres.

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