Bajo el lema “Los enviados” el Arzobispado de Pamplona y Tudela ha organizado, en tiempo de Cuaresma, las “Javieradas 2019” que desde hace 79 años se repiten en forma de multitudinaria peregrinación hasta la localidad de Javier, donde nació el santo Francisco Javier. Alumnos y profesores de los colegios San Agustín de Valladolid y Romareda de Zaragoza, y los novicios de Monteagudo (Navarra, España) estuvieron entre los 24.600 peregrinos del día 16 de marzo.
Treinta alumnos de los centros educativos recoletos de Valladolid y Zaragoza acompañados de algunos profesores, catequistas y frailes realizaron el día 16 de marzo su caminata a Javier.
Antes de comenzar la tradicional ruta de peregrinación el grupo se detuvo en el santuario mariano de Ujué (Navarra). Allí, dirigidos y animados por el profesor Alberto Magán, miembro del equipo de pastoral del Colegio Romareda, elevaron una oración al Señor y rindieron homenaje a la Virgen.
Una vez puestos en manos de María y tras un ligero almuerzo, el autobús dejaría a todos en Aibar, pequeño municipio de Navarra a 15 kilómetros de Javier. En una mañana soleada los alumnos, profesores, catequistas y frailes llegaron a Sangüesa (Navarra), donde todos los miembros de la Familia Agustino-Recoleta se detuvieron para descansar, almorzar y reponer fuerzas.
Luego, hacia las tres de la tarde se sumaron a todos los demás peregrinos en el Vía Crucis multitudinario hasta el lugar de nacimiento del santo español, situado a casi nueve kilómetros de Sangüesa.
En la explanada del castillo de Javier se reunieron, según cifras oficiales, 24.600 peregrinos, lo que representa una cifra récord respecto a los últimos años.
La celebración eucarística comenzó a las cinco de la tarde y fue presidida por el arzobispo de Pamplona y Tudela, monseñor Francisco Pérez, quien en su homilía indicó que «si el Señor nos ha reunido aquí, ante la figura y vida de Javier, es por una única razón: no tener miedo y confiar en él«. «Muchas veces sucede que nos vemos amenazados por situaciones adversas de todo tipo, y la tentación es mirarlo con angustia y desesperanza»; además afirmó con ahínco: «miremos la vida con los mismos ojos con los que nos mira el Señor». «Esta es una luz que nunca se apaga, que siempre está encendida. La esperanza se sustenta aquí y de ella emana una seguridad existencial«.
Al finalizar la misa los peregrinos de la Familia OAR presentes se trasladaron a la basílica situada junto al castillo para besar la reliquia del santo patrono de las misiones.














