Maria das Graças, agustina recoleta brasileña del monasterio de Nuestra Señora de Guadalupe, Guaraciaba do Norte, Brasil.

El Monasterio de Nuestra Señora de Guadalupe de las monjas Agustinas Recoletas en Guaraciaba do Norte (Ceará, Brasil) acaba de cumplir 15 años. Hoy la mitad de sus monjas son brasileñas y su estilo de vida ha llamado la atención de toda su región. Nos acercamos a su vida interior y al testimonio de las personas que han sentido las bondades y alegrías de este lugar de paz, comprensión, escucha, trabajo y oración. La raíz ha encontrado ya la capa freática: este árbol no muere. Crece fuerte y tendrá muchos frutos.

Soy María das Graças, natural de São Benedito, donde trabajaba en una institución muy conocida en la zona, el Santuario de Fátima. Por mi trabajo conocí a las monjas, sin crear una relación próxima. Me encantaba su forma de comportarse, de vestir, la comunión entre ellas. Su imagen se me quedó grabada.

De todos modos, yo trabajaba, estudiaba y no pensaba en ser monja. También había conocido religiosas de vida activa, pero nunca me llamó mucho la atención, mientras que las monjas sí, desde la primera vez que las vi. Pero no me decidí en seguida.

Empecé a estudiar enfermería y mi párroco me preguntó si yo quería hacer una experiencia de conocimiento del monasterio más intensa. Dije que sí y empecé un acompañamiento. Durante un año venía un fin de semana al mes a estar con ellas.

Bien acogida siempre, me sentía en casa y daba gracias a Dios por venir aquí. Tras ese año hice el pedido de ser postulante, me aceptaron y me quedé muy feliz. Mi familia, amigos del trabajo, las personas que estaban más cerca me apoyaron. Tuve el convencimiento de que era lo que quería y que sería para toda la vida. Luego hice el noviciado y profesé en este 2018, durante la celebración de los 15 años del monasterio.

No me arrepiento de haber empezado de cero teniendo ya una vida estructurada y encaminada. Hoy sé que abrazar la vida contemplativa es un desafío, pero me enamoré de esta aventura, un proyecto que Dios tiene en la vida de cada uno. Él me llamó y siento esa llamada y quiero responder con amor, un amor en que Él cada vez me envuelve más y más.

Quiero agradecer a Dios su llamada y a la comunidad agustino-recoleta por haberme acogido en familia. Siento mucha gratitud por esta vocación a la que Dios me llamó y a la que debo responder cada día. Lo más fácil para mí es la vida comunitaria y de oración; la comunión y fraternidad que hace que vivamos mejor cada día, en la que me siento útil; un eslabón de amor entre las hermanas me hace más fácil el camino.

Lo más difícil es dejar a muchas personas queridas fuera y renunciar a esa presencia física, porque espiritualmente permanecen conmigo. Se siente nostalgia, me gustaría estar más cerca, pero cuando ves a las hermanas, con esa alegría, hace que todo cambie.

Muchas jóvenes quieren conocernos y descubrir la vida contemplativa; aquí se encuentran a sí mismas, buscan un monasterio aceptado, reconocido con cariño y querido por su forma de vida, por su trabajo eclesial.

Quiero continuar en esta vida transmitiendo amor, siendo amor dentro de mi comunidad y llevándolo a la gente, porque muchas personas necesitan de ese amor; a veces solo por nuestra mirada o sonrisa ya se percibe que lo reciben y son un poco más felices.

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