El Monasterio de Nuestra Señora de Guadalupe de las monjas Agustinas Recoletas en Guaraciaba do Norte (Ceará, Brasil) acaba de cumplir 15 años. Hoy la mitad de sus monjas son brasileñas y su estilo de vida ha llamado la atención de toda su región. Nos acercamos a su vida interior y al testimonio de las personas que han sentido las bondades y alegrías de este lugar de paz, comprensión, escucha, trabajo y oración. La raíz ha encontrado ya la capa freática: este árbol no muere. Crece fuerte y tendrá muchos frutos.
La primera vez que oí hablar de las monjas fue en un encuentro vocacional mediante un religioso agustino recoleto que me habló de ellas y me preguntó la posibilidad de ser parte de esa comunidad. Le dije si era una comunidad de clausura, de las que están cerradas, yo no quería eso. Yo no sabía mucho de monjas y no me interesé mucho sobre su forma de vida.
Cuando las conocí personalmente, durante la ordenación de un sacerdote, fue un momento casi mágico, sublime. Estaban bien formadas, con su hábito negro, y mi corazón empezó a batir fuerte. Percibí que quería conocerlas mejor y tenía la curiosidad de saber si alguien como yo podría ingresar en una comunidad así. Así empezó todo.
La primera vez que dormí en el monasterio pensaba en que iba a dejar muchas cosas y muchos sueños por abrazar un ideal más profundo y otros sueños diferentes. Lo más difícil fue adaptarme a los horarios. Pero me marcó mucho la alegría de las hermanas, los momentos de fraternidad y de unión, y me animaba cada día a seguir adelante en este camino. Creo que es posible para quienes somos de aquí esta vida contemplativa: se trata solo de tener el corazón abierto y la disponibilidad, ser verdadera con Dios, consigo y con la comunidad.
A pesar de las dificultades que enfrenté durante el acompañamiento vocacional, viniendo cada mes desde lejos, durmiendo en casa de otros para hacer el viaje, pude superarlo todo. Mi familia no apoyó mucho la idea y, siendo novicia, tuve un momento de prueba muy doloroso. Mi hermano, con el que más afinidad tenía, fue asesinado. Pensé en volver con mi familia, pero reflexioné: “¿Qué puedo hacer? Porque traerle de vuelta, no puedo”. Rezaba y entregué todo en las manos de Dios, y aquí estoy. Y lo haría de nuevo.
Además, nuestra Familia Agustino-Recoleta es muy amplia, tiene de todo, y me siento realizada y completa en ella. Por eso digo a las jóvenes que no tengan miedo, que durante el discernimiento aparecen dificultades, pruebas, sueños antiguos; pero lo que antes parecía difícil, de repente se ve posible; se puede decir no a todas esas felicidades ilusorias; con confianza y valentía se puede encontrar una comunidad contemplativa y ser feliz.
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ÍNDICE
- Introducción: 15 años de vida contemplativa agustino-recoleta en Brasil
- Socorro: “devolver a Dios lo que Dios me ha dado”
- Ana Gláucia: “¿Cómo pueden venir unas mujeres de tan lejos a un lugar como este?”
- Manuel: “Jamás están de cara seria, transmiten serenidad y armonía”
- Efigênia: “Creía que vendría un grupo de mujeres ancianas que se pasaba el día rezando”
- Nadia: “Han desmitificado lo que creíamos que era una monja, y su monasterio es la segunda casa de muchos que se sienten acogidos, escuchados y amados”
- Sor Cruz, fundadora: “Los momentos más felices fueron cuando constatamos que nuestra comunidad tiene futuro, nuevas vocaciones”
- Sor Mónica, fundadora: “La nostalgia de lo meramente humano cede cuanto más te das a Dios y a los demás”
- Sor Aurilene, primera monja brasileña: “Cuando vi a las monjas sentí algo diferente, sublime, casi mágico: mi corazón batió fuerte”
- Sor María das Graças, última profesa brasileña: “Aquí nuestras jóvenes pueden encontrarse a sí mismas”
- Manuela, postulante: ““¿Monjas alegres? No me lo creo, seguro que son serias y no saben ni conversar”