
El Monasterio de Nuestra Señora de Guadalupe de las monjas Agustinas Recoletas en Guaraciaba do Norte (Ceará, Brasil) acaba de cumplir 15 años. Hoy la mitad de sus monjas son brasileñas y su estilo de vida ha llamado la atención de toda su región. Nos acercamos a su vida interior y al testimonio de las personas que han sentido las bondades y alegrías de este lugar de paz, comprensión, escucha, trabajo y oración. La raíz ha encontrado ya la capa freática: este árbol no muere. Crece fuerte y tendrá muchos frutos.
Soy Manuela Ferreira, tengo 19 años y soy del distrito de Paracim, del municipio de Granja. Mi vida antes del monasterio era estar en casa cuidando de mis hermanos, porque mi padre y mi madre trabajaban y yo soy la hija mayor de la familia.
Al principio sentía una llamada a la vida religiosa activa, quería darme a los pobres, a los que necesitan de Cristo, hacer cosas. Tras conocer algunas Congregaciones pensaba: “aquí no es el sitio”. La primera vez que oí hablar de las monjas fue en un encuentro vocacional. Algunos seminaristas agustinos recoletos empezaron a hablar de ellas, pero yo no quería vivir encerrada en un monasterio, no podría hacer nada por los pobres y necesitados.
En un encuentro posterior, ellos me hablaron de que, si los seminaristas eran alegres, las monjas todavía lo eran más. Pero eso no entraba en mi cabeza: “¿Monjas alegres? Deben ser gente de rostro serio y que no pueden conversar mucho”.
Cuando conocí a las monjas vi que no eran así. Les conté el deseo que tenía de servir a Dios y a la Iglesia; me invitaron a mantener un contacto y visitar el monasterio. Era el final de 2014. Pero no llegué a ir al monasterio, así que fueron ellas a visitarme. Cuando mi madre me dijo que había unas monjas que querían verme, me sorprendió mucho. Me repitieron la invitación para participar de un encuentro en el monasterio.
Granja está a 180 km. del monasterio. Nunca había viajado sola, nunca había ido más lejos de Tianguá, y no sabía quién podría ayudarme en algo que se presentaba ante mí como un reto casi imposible. No me atrevía por la cantidad de autobuses que tenía que coger y porque en realidad casi nunca había salido de casa y de mi pequeña comunidad.
El caso es que la Providencia de Dios quería mi decisión, mi sí y, después de pensarlo mucho, por fin me atreví. Cuando entraba en Paracim en el primero de los transportes, mi madre me dijo que aún podía desistir. Y por un lado pensé que aún podría decir que no, pero por otro me preguntaba qué pasaría si no respondía esa llamada: tenía que ser valiente.
En el siguiente autobús encontré un conocido y el viaje fue mucho más fácil. Llegué a Guaraciaba, y un miembro de la Fraternidad Seglar Agustino-Recoleta fue a recogerme; con el tiempo se ha convertido en un ángel para mi vida y un apoyo continuo.
En cuanto me vieron todas me trataron como si ya me conocieran y me sonrieron. Esa acogida me marcó mucho porque aún tenía esa concepción de que eran gente seria y callada. Me llevaron de la mano junto con las demás participantes del encuentro vocacional.
Me gustó mucho la experiencia y empecé en un proceso de acompañamiento mensual; hice los ejercicios espirituales. Cuando tuve que dar una respuesta más seria para iniciar el postulantado, aun con ese miedo, vi que en realidad el Señor hacía todo. Y aquí estoy.
La primera noche en el monasterio no pude dormir, me despertaba todo el tiempo pensando que la campana ya había tocado. Al ver el engaño, dormía de nuevo, pero pasaba a las dos, a las tres… Otras veces me despertaba pensando que estaba en casa. No me gustaba dormir con la luz apagada, así que aquí cuando me despertaba por la noche o cuando tocaba la campana, acababa por la habitación palpando todo y tirando cosas. Ahora todos esos miedos pasaron.
Gracias a Dios tengo buena integración con la comunidad, siendo yo misma he conseguido relacionarme bien con todos, hablar, reír. La convivencia ha sido fácil y muy buena. A veces me cuesta dejar lo que tengo que hacer para hacer otra cosa distinta cuando me lo piden. Pero entonces pienso que, si Dios me llama para servir, debo servirle de cualquier manera.
Jesús decía que, cuando alguien deja padre y madre, encuentra muchos más padres, madres, hermanos y hermanas. Y es la verdad. Dolía dejar la familia, y no siempre es fácil mantener el contacto… Como soy la hermana mayor, en mi casa pasé mucho tiempo siendo la primera nieta, la primera hija, la primera sobrina, me encantaba que me mimasen.
Aquí la Familia es grande y acogedora, bonita; me pasa con la Fraternidad Seglar. Cuando estoy con ellos no parece que llevo aquí un año, sino mucho más, como si los conociese desde siempre.
Creo que el carisma agustino recoleto puede llegar a muchas más jóvenes de esta región; en cuanto a mí, como decía san Agustín, Él me hizo entrar dentro de mí; lo que buscaba fuera, en realidad estaba dentro, aunque yo quisiera huir; dentro de mi corazón estaba todo. Como decimos en nuestra Familia, “volver al corazón” ayuda a todos, no solo al que quiere vivir una vida consagrada o sacerdotal, la vida contemplativa, sino a todos, es importante y necesario. Aunque quisiera que vengan muchas más a formar parte de este carisma contemplativo, claro.
Quiero agradecer la acogida de la Orden, decir que me siento muy feliz. Me he encontrado conmigo misma y me encuentro con Dios y soy feliz; aun con dificultades, pues siempre las habrá; pero me siento llamada, más plena, muy feliz, y en esta familia, si Dios quiere, quiero permanecer y perseverar.
ÍNDICE
- Introducción: 15 años de vida contemplativa agustino-recoleta en Brasil
- Socorro: “devolver a Dios lo que Dios me ha dado”
- Ana Gláucia: “¿Cómo pueden venir unas mujeres de tan lejos a un lugar como este?”
- Manuel: “Jamás están de cara seria, transmiten serenidad y armonía”
- Efigênia: “Creía que vendría un grupo de mujeres ancianas que se pasaba el día rezando”
- Nadia: “Han desmitificado lo que creíamos que era una monja, y su monasterio es la segunda casa de muchos que se sienten acogidos, escuchados y amados”
- Sor Cruz, fundadora: “Los momentos más felices fueron cuando constatamos que nuestra comunidad tiene futuro, nuevas vocaciones”
- Sor Mónica, fundadora: “La nostalgia de lo meramente humano cede cuanto más te das a Dios y a los demás”
- Sor Aurilene, primera monja brasileña: “Cuando vi a las monjas sentí algo diferente, sublime, casi mágico: mi corazón batió fuerte”
- Sor María das Graças, última profesa brasileña: “Aquí nuestras jóvenes pueden encontrarse a sí mismas”
- Manuela, postulante: ““¿Monjas alegres? No me lo creo, seguro que son serias y no saben ni conversar”